Vistiendo pantalones cortos y desteñidos, unas chinelas viejas y acompañado con un teléfono en altavoz que reproduce música reggae de la zona, Jonathan Enríquez, un pescador originario de Laguna de Perlas, prepara las redes que ocupará en su faena en altamar.
Son casi las 5:00 de la tarde en la laguna y este hombre misquito hará su último intento de atrapar mariscos que luego comercializará en la localidad. El día no ha sido bueno para él, dice Enríquez a la Voz de América, pues explica que los costos de los productos han caído desde hace meses por el nuevo coronavirus.
Laguna de Perlas es una comunidad multiétnica de Nicaragua donde habitan en su mayoría poblaciones indígenas. Está ubicada a más de 400 kilómetros de Managua, la capital.
Dentro de las principales actividades económicas de la población están la agricultura y la pesca artesanal, debido a que se encuentra situada a la orilla de la cuenca de la laguna de agua dulce. Es por ello por lo que los lugareños, pero sobre todo las comunidades indígenas, atraviesan una situación difícil.
Después que en Managua se reportó el primer caso de COVID-19, en el Caribe de Nicaragua las poblaciones tomaron sus propias medidas por temor y por prevención, pues señalan que el gobierno no los tiene nunca en cuenta. Esto trajo consecuencias duras rápidamente.
“Este es el primer año, es la primera vez, que miro que los precios (de los mariscos) han bajado tanto; casi no hay compradores y lo que lográs obtener, o lo vendés a un mal precio o te quedás con el producto”, dice el joven pescador a la VOA.
Antes de la pandemia, un pescado de exportación costaba entre tres y cuatro dólares, pero luego del COVID-19, los precios decayeron hasta un 50%, añade Enríquez.
“El róbalo, que es un pescado de exportación, antes costaba de 65 pesos (dos dólares aproximadamente) y este año, ha llegado a costar hasta en 20 córdobas, lo más 25 córdobas, (menos de un dólar). Imagínate el producto caro, la gasolina cara y todos los productos regalados”, se queja el lugareño, antes de zarpar.
Pero este drama es mucho más tangible en comunidades de Laguna de Perlas como Awas. Una mujer indígena habitante de la zona confiesa que por muchas semanas lloraba junto a sus hijos al ver que le pedían comida y ella no tenía qué darle ante la falta de recursos.
“Aquí, nosotros nos ganamos la vida pescando (…) pero durante estos días de la enfermedad no podíamos hacer nada, no podíamos pescar porque no entraba gente a comprar el producto. Tuvimos meses pasándola duro porque las ventas cerraron, ahí vamos peleando poco a poco”, dice Zuleica Webster, habitante de Awas.
Esta mujer cuenta que sobrevivieron de cultivos que tenían en una pequeña finca de la localidad.
“Tuvimos comiendo lo que había sembrado en la finca, porque hay una finquita, buscando bastimento, comiendo eso porque como no había gente para comprar producto entonces estuvo un poco difícil en la comunidad, los niños lloraban de hambre”, dice.
En la localidad el gobierno jamás reportó un caso de coronavirus. De hecho, hasta ahora no se ha dado a conocer detalladamente los departamentos afectados por el COVID-19.
“La gente tuvo miedo, por eso decidimos quedarnos en la casa encerrados, y unos decían: ¿cómo vamos a quedarnos encerrados en la casa sino tenemos comida?, pero ¿de qué servía salir si nadie compraba?”, cuestiona Webster.
Hambre en otras localidades
En otras comunidades del Caribe Norte de Nicaragua también hay una situación similar ocasionada por el coronavirus y por las lluvias que ocasionaron el desborde de los ríos.
“Ahora la gente está sufriendo una gran hambruna”, señala Lottie Cunningham, presidenta del Centro por la Justicia y Derechos Humanos de la Costa Atlántica de Nicaragua (CEJUDHCAN), que atiende a comunidades afectadas por la pandemia.
Dollene Miller, facilitadora de la Alianza de Pueblos Indígenas y Afrodescendientes (APIAN) dice que la situación del nuevo coronavirus vino a dejar más pobreza a las localidades históricamente olvidadas por el gobierno.
“En medio de la pandemia ha habido actitudes del gobierno que nos han dejado en más miseria porque la población no sabía cómo cuidarse, no se preocuparon por esta gente”, lamentó Miller a la VOA.