Vilma Martínez, una septuagenaria sobreviviente de cáncer de seno y en tratamiento por osteoporosis, volvió contenta a su casa el 14 de abril. A las 11:00 de la mañana entró a una clínica comunitaria en San Antonio Abad, El Salvador, pero esta vez no fue para su habitual control médico sino para ser vacunada contra COVID-19.
“¿Tiene cita?”, le preguntó una enfermera; Vilma respondió “sí”.
En El Salvador solo pueden ser vacunadas las personas mayores de 60 años o con condiciones médicas. También grupos de primera y segunda línea, como el personal de salud, policías, soldados, maestros y periodistas. Vilma cumplió con dos de esos requisitos y a la media hora de su llegada a la clínica recibió la primera dosis de la vacuna china Sinovac en el brazo izquierdo.
“La espera más larga fue después de la vacuna, para ver si había reacciones. Pero solo me dio sueño los primeros días y quizá me quitó un poco de energía. Por lo demás todo bien”, dijo a la Voz de América.
En Centroamérica, El Salvador es el segundo país con más personas vacunadas, con al menos una dosis, después de Panamá. En tercera posición está Costa Rica y, muy por debajo, se encuentran Guatemala, Honduras y Nicaragua.
La estrategia en el país más densamente poblado de la región, El Salvador, ha sido instalar 162 centros de vacunación en unidades de salud y clínicas comunitarias.
Recientemente, un megacentro de vacunación en la Fase III del Hospital El Salvador, un edificio que en un inicio contaría con 1.000 camas de Unidades de Cuidados Intensivos para pacientes con coronavirus, fue habilitado para cumplir la meta de vacunar a 10.000 salvadoreños cada día.
Segundas dosis
Sin embargo, el país no está al mismo nivel en las segundas dosis aplicadas. Hasta el 16 de abril, la Universidad de Oxford, en su plataforma Our World in Data, reflejó que el 0,24% de la población salvadoreña había recibido la segunda dosis, mientras que Panamá alcanzó el 4,06% el 14 de abril y Costa Rica el 4,6% el 12 de abril.
Las naciones más rezagadas son Nicaragua, Honduras y Guatemala, según los cálculos de Our World in Data, hasta el 17 de abril, solo el 0,01% de la población de Guatemala había recibido la segunda dosis de la vacuna. Ese porcentaje fue del 0,03% en Honduras y de Nicaragua no hay datos disponibles.
El médico internista salvadoreño José Gonzalo Batres Baires, quien sigue desde Alemania el desarrollo de la vacunación en Centroamérica, reconoce que el hecho de que El Salvador haya recurrido a la compra de dosis de Sinovac ha resultado una decisión acertada.
“Si somos realistas, el poder de adquisición de vacunas en la región es muy limitado, de tal forma que la estrategia de utilizar una vacuna como Sinovac, cuyo porcentaje de efectividad aún está en entredicho, pero cuya disponibilidad es mejor, pareciera sensata”, dijo a la VOA.
“Entre más porcentaje de la población reciba al menos la primera dosis, la tendencia a disminuir casos graves y mortales de COVID-19 será favorable”, agregó.
En cuanto al bajo porcentaje de segundas dosis aplicadas en El Salvador, Batres lo ve como una desventaja.
"Hay nuevos estudios que evidencian la disminución de casos graves y hasta la muerte después de una sola dosis con vacunas AstraZeneca. De tal manera que puede ser acertado completar la segunda dosis de forma tardía", añade.
Países rezagados
¿Pero qué pasa en los países en desventaja con la vacunación como Guatemala, Honduras y Nicaragua? ¿Por qué se han quedado atrás en la aplicación de las primeras dosis?
El presidente del Colegio Médico y Cirujanos de Guatemala, el internista e intensivista Jorge Luis Ranero, explicó a la Voz de América que “desde el inicio del Plan Nacional de Vacunación no se respetó lo programado (...) Desde que el Plan nace a la luz pública, como Colegio Médico hicimos ver nuestra inconformidad, pues era excluyente, poco amigable y de difícil manejo”.
En Nicaragua, el fundador del Observatorio Ciudadano COVID-19, Leonel Argüello, dijo que dicho país recibió un donativo de 6,000 dosis de Sputnik V por parte de Rusia, de las que ya fueron aplicadas 3.000 a personas con insuficiencia renal.
Nicaragua también ha recibido 200.000 dosis de Covidshield donadas por la India y 135.000 por medio del mecanismo COVAX. Actualmente, son vacunados los mayores de 60 años. “Aquí, a diferencia de otros países, no se vacunó al personal de salud, ni al de primera línea”, expresa Argüello.
La mayoría de los países centroamericanos han tenido acceso a la vacuna contra la COVID-19 gracias al mecanismo COVAX. Sin embargo, en algunos casos, el ser vacunado se ha convertido en un motivo de escarnio.
En el caso de Nicaragua, empleados del Ministerio de Salud fotografiaron al periodista Carlos Chamorro cuando acudió a vacunarse.
El 16 de abril, Chamorro denunció: “Mi esposa Desirée y yo nos vacunamos contra la COVID-19 en el Pablo Buitrago, en medio del despliegue de fotógrafos del FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional)-Minsa. Gracias por la loable labor y servicio de los trabajadores de la Salud. Lamentable la partidización de los operadores FSLN que intervienen el Minsa”.
En El Salvador ocurrió algo similar el 13 abril, cuando la Secretaría de Prensa de la Presidencia publicó: “El señor Arn Richard Lüers, inició hoy el proceso de inmunización contra el COVID-19. Pese al discurso que ha mantenido contra el Gobierno del Presidente Nayib Bukele”.
Mientras tanto, la vacunación en la región ya muestra disparidades. Los países a la cabeza buscan inmunizar a su población en el menor tiempo posible. Para el resto de los países, ya en desventaja, urge adquirir más dosis que logren disminuir los contagios contra la COVID-19.
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