Algunos de los desafíos que encaró el mundo en el 2010 ya quedaron atrás. Son historia. Pero otros perduran. Y más allá de la trágica lista de desastres naturales y de tragedias ocasionadas por el hombre que nos dejó el año recién ido, el 2011 nos trae nuevos retos de cuyo desenlace depende, en unos casos el futuro del planeta, y en otros la suerte de países enteros y hasta la vida de millones de personas.
El terrorismo internacional no ha dejado de adquirir visos globales más patéticos a la sombra de fanatismos religiosos e ideológicos, a los que se añaden las amenazas de las drogas y del ciberterrorismo o terrorismo electrónico, una nueva arma invisible en el arsenal de quienes buscan arrasar las catedrales de la civilización.
En México, el 2011 comienza con una estela de muerte dejada por el narcoterrorismo que ya suma más de 30 mil víctimas fatales en los últimos cuatro años, en una espiral de violencia que se mantiene in crescendo contra las fuerzas del estado, los periodistas, la población civil, y que ha logrado expandirse asoladoramente a Centroamérica.
Al otro lado del Atlántico, el mundo afronta la intimidación nuclear de la República Islámica de Irán, que bajo dudosas intenciones de desarrollar pacíficamente la energía atómica da muestras de una estridente vocación militar y de una peligrosa intolerancia política, social y religiosa que mantiene en ascuas a sus vecinos más cercanos en el Oriente Medio y a todo el orbe. Por añadidura, en el Lejano Oriente, también siguen siendo inciertas las consecuencias del amago nuclear de Corea del Norte.
Si queremos subsistir, la humanidad en su conjunto habrá de dar pasos firmes en el 2011 para conjurar además los peligros que el cambio climático cierne sobre el planeta, dejar a un lado la controversia de quiénes contaminan mas y quiénes menos, y ganar conciencia de una vez por todas de que aunque nos dividan fronteras, el suelo que pisamos y el techo que nos da cobijo es el mismo para todos.
Al drama que sufren millones de víctimas de desastres y epidemias, de hambreados, desvalidos y refugiados en todos los continentes, una tragedia desgarradoramente latente todavía en países como Haití, se agregan los brutales asaltos a la democracia, la libertad y los derechos humanos al estilo de los que no dejan de aumentar en Venezuela.
De modo que vamos a necesitar mucha suerte y entereza en el 2011. Y en vez de restar, habrá que sumar voluntades, pensamientos y acciones para que los odios, las ambiciones, la inmisericordia, el egoísmo, la indolencia y la maldad no sigan ganando terreno sobre la faz de la Tierra. Difícil, muy difícil, pero no imposible.