Los partidarios no han dudado en describir al bloqueo del Dream Act como “la estocada final” a la iniciativa. Han creado una lista de “los senadores más buscados”, en referencia a lo que ya habían votado la propuesta y deseaban que la volvieran a apoyar. Y hasta están convocando a recordar quien no la apoyó para “castigarlos con el voto en 2012”.
Algunos opositores en cambio, dicen que no se debe aplicar dinero de los impuestos de los contribuyentes para la educación de indocumentados. Otros sostienen que es abrir la puerta de atrás para regularizar a quienes han violado leyes de inmigración. Incluso no faltan aquellos que hasta hablan que la ley propuesta era una “amnistía” para inmigrantes ilegales.
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Pero más allá de las razones y el debate, están los hechos. El Dream Act no consiguió pasar de ser un proyecto de ley, una situación que frustró a los grupos pro-inmigrantes, a agrupaciones de estudiantes, a la Casa Blanca y el presidente Barack Obama, e incluso al líder de la mayoría en la Cámara Alta, el senador de Nevada, Harry Reid.
Tras el resultado, Reid se manifestó “profundamente decepcionado” y dijo que en definitiva el Dream Act “les hubiese dado una oportunidad a estos niños, quienes fueron traídos a este país por sus padres sin voz ni voto en la decisión, para que defendieran a nuestra nación”.
Por el contrario, el senador republicano, Lindsey Graham, fue terminante al señalar que “no vamos a aprobar esta medida o cualquier otro programa de legalización hasta que nuestras fronteras no estén seguras”.
Las otras voces
Estudiantes como Diego Alvarez, cuentan la otra parte de la historia. La de los que esperaban por el voto favorable y la oportunidad. “Nos rompe el alma, yo realmente esperaba que lo aprobaran”, sostuvo descorazonado.
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Para Diego, quien llegó junto a sus padres cuando solo tenia dos años de edad, terminar su educación sin un documento de identidad es difícil. “Este país es lo único que conozco. Este país es mi hogar y que ahora me digan que no pertenezco aquí no es justo”, lamentó.
Un sentimiento similar compartía Delia Merillo, madre de un estudiante indocumentado al recordar que “llegamos sin nada” a Estados Unidos. “Cruzamos la frontera e hicimos el esfuerzo para que nuestro hijo, Víctor, el menor, fuera a la universidad. Ahora, cuando está por terminar su carrera ¿debe irse? Es ridículo", afirmó.
El Dream Act propone una vía para la ciudadanía para jóvenes indocumentados que llegaron a Estados Unidos antes de los 16 años y han vivido de forma continuada en el país durante al menos cinco años, entre otros requisitos, como el cursar dos años de estudios universitarios o inscribirse en las Fuerzas Armadas.
"El Senado ha perdido una oportunidad crítica para ayudar a que jóvenes brillantes y motivados realicen sus objetivos y aspiraciones", afirmó en un comunicado Joanne Lin, consejera del grupos de defensa de los derechos humanos y pro-inmigrantes, la Unión de Libertades Civiles (ACLU).
En cambio Frank Sharry, director ejecutivo del grupo pro-inmigrante America's Voice, advirtió que "podemos haber perdido esta batalla pero en la guerra entre la justicia y la injusticia, la inclusión y la exclusión, el coraje y la cobardía, la victoria es un asunto de tiempo", concluyó.