Se cumplen cuatro años de la declaración del brote de COVID-19 como una pandemia por la Organización Mundial de la Salud. Por aquel entonces, el director general del organismo sanitario, Tedros Adhanom Ghebreyesus, admitía su “preocupación” por “los niveles alarmantes de propagación y gravedad” y por “los niveles alarmantes de inacción”.
“Por lo tanto, hemos llegado a la conclusión de que el COVID-19 puede ser caracterizado como una pandemia”, dijo contundente ese 11 de marzo de 2020.
Desde entonces, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) han registrado al menos 1.180.000 personas fallecidas.
“Fue muy duro para mí y para toda la humanidad. Esta ha sido una de las situación más graves de salud que hemos tenido por supuesto porque no afectó únicamente a la salud”, recordaba Aileen Marty, doctora honoris causa especializada en enfermedades infecciosas y profesora de la Universidad Internacional de Florida.
Para la Dra. Dadilia Garcés, epidemióloga y profesora del Miami Dade College, la pandemia dejó en evidencia la falta de políticas sanitarias para afrontar una situación de este tipo.
“Siempre he dicho que debimos estar mejor preparados. Ningún país se preparó adecuadamente para la siguiente pandemia, y se perdió la inversión durante muchos años para la investigación y la vigilancia epidemiológica de enfermedades que todavía están presentes”, apuntaba en declaraciones a la Voz de América.
La pandemia, en números
Según datos oficiales, hasta la semana que finalizó el 2 de marzo se reportaron 15.141 nuevas admisiones hospitalarias por COVID-19, una cifra significativamente inferior a la semana del 22 de enero de 2022, cuando se registraron 150.650 hospitalizaciones nuevas cada semana como promedio.
En total, se estima que más de 6 millones de pacientes han sido ingresados por complicaciones con el coronavirus.
En cuanto a fallecimientos, EEUU superó el millón de muertes el 12 de mayo de 2022, aunque la tendencia ya iba decreciendo en ese entonces.
Garcés cree que la situación crítica que se vivió con la pandemia del coronavirus obligó a las administraciones a prepararse mucho mejor y considera que “se aprendió la lección”.
“En ese sentido, hemos aprendido a nivel internacional a comunicarnos más rápido cuando están ocurriendo algunos eventos de salud que pueden impactar a otras naciones, a nuestro vecino”, dice convencida que “uno de los errores fue que se tardó mucho en avisar porque la información no ocurrió de una manera adecuada”.
Las vacunas para enfrentar el virus
El 11 de diciembre de 2020, pocos meses después de que se decretara la crisis sanitaria, la Administración de Alimentos y Medicamentos de EEUU (FDA, en inglés) dio luz verde a la primera vacuna contra el coronavirus. Se trataba de la inyección desarrollada por Pfizer y después llegarían otras certificadas por otros laboratorios.
Desde entonces, millones de personas se han podido inocular contra el virus y se demostró que esta medicina podía impactar de forma positiva ya que ayudaba a disminuir los casos más graves.
“Las vacunas han demostrado ser definitivamente efectivas y seguras, han salvado millones de vidas, se van a seguir actualizando”, apuntó la Dra. Garcés. En ese sentido, también recalcó que el virus nunca se irá, por lo que es importante seguir implementando políticas al respecto.
“Este virus llegó a quedarse como la influenza, se volvió el vecino incómodo. Pero tenemos que volver a vacunarnos cada año, de acuerdo con la variante que esté en esos momentos circulando y tenemos que tomar en cuenta que siempre va a haber población vulnerable” dijo en alusión a la población mayor de 65 años y con enfermedades crónicas preexistentes.
Los cambios para afrontar el virus
Sin embargo, ya no hay motivos de preocupación. Hace unos días, los CDC cambiaron las pautas de aislamiento y ya no se requiere aislarse cinco días para evitar el contagio. Es decir, se trata el coronavirus de la misma manera que se trata la influenza, aunque los médicos aclaran que igualmente no hay que bajar la guardia.
“No es una gripe común y se debe considerar como una infección respiratoria que ya sabemos cómo tratar y prevenir”, subrayó la Dra. Marty a la VOA.
COVID prolongado
Pese a este escenario optimista, los médicos están muy vigilantes ante el COVID-19 prolongado, que ocurre en aquellos pacientes que presentan síntomas al menos 4 semanas después de haber superado la infección. Incluso, algunos experimentan los síntomas durante meses o años.
De acuerdo con la Encuesta Federal de Pulso del Hogar más reciente, entre el 9 de enero de 2024 y el 5 de febrero de 2024, el 6,8 % de los adultos en EEUU tienen actualmente la COVID prolongada, y el 17,6 % la han experimentado en algún momento.
Utilizando estimaciones del Buró del Censo de EEUU para 2020, esto significa que actualmente 17,5 millones de adultos padecen la COVID prolongada y 45,4 millones la han experimentado en algún momento.
“Lo peor de todo es que no hay un tratamiento específico; hay algunos que funcionan para algunas de las personas, pero hay complicaciones porque todavía se debe encontrar la manera de resolver”, apuntó Marty, quien aseguró que se requieren varios años de investigación para determinar el impacto que puede tener esta condición médica en la población.
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