Sara Omi Casamá es reconocida como defensora del pueblo emberá en Ipetí, una comunidad indígena situada a dos horas y media al este de la ciudad de Panamá, en la provincia selvática del Darién que hace frontera con Colombia.
La etnia emberá tiene presencia también en Ecuador. Se dedican especialmente a labores de ecoturismo, artesanías y pesca. En Panamá viven unos 12.358 miembros de esta etnia, de acuerdo con datos de la Contraloría General.
“Me considero líder desde que estaba en el vientre de mi madre, ya que nací y crecí en un momento crítico de lucha de mi comunidad, que se enfrentaba a una invasión de personas no indígenas. De niña vi cómo se daban las persecuciones de líderes de nuestra comunidad por supuestos delitos que nunca existieron”, afirmó esta mujer durante una entrevista con la Voz de América.
La región de Darién es una zona cálida y húmeda, caracterizada por espesas selvas tropicales, manglares y cadenas montañosas bajas con vegetación de bosque nuboso. El territorio es ampliamente conocido por ser ruta de la migración irregular que cruza la frontera desde Colombia para llegar a EEUU.
Cuenta que se involucró desde muy joven en la lucha por los derechos de su pueblo y eso la llevó a estudiar Derecho y Ciencias Políticas, para convertirse en la primera mujer abogada del pueblo emberá, especializada en derecho de las mujeres indígenas.
Con solo 15 años de edad, esta lideresa indígena emigró desde el Darién a la Ciudad de Panamá para iniciar sus estudios de secundaria y posteriormente inscribirse en la universidad. A su familia le preocupaba que perdiera la conexión con la comunidad, pero Sara Omi luchó por fortalecer sus raíces.
Al llegar a la capital, explica, supo que todos los pueblos indígenas enfrentaban las mismas necesidades, no solo en Ipetí. Con ese argumento se incorporó a la Organización de Jóvenes Emberá y Wounaan de Panamá.
“Al conocer todas las dificultades de nuestros pueblos y la falta de participación de las mujeres en la toma de decisiones a nivel de nuestras estructuras tradicionales, acepté el reto de ser presidenta del Congreso General Emberá de Alto Bayano”, dijo.
No fue un camino fácil, asegura. “Cada vez que recuerdo los retos que enfrenté, se me eriza la piel y se me aguan los ojos", dice sobre las dificultades que encaran las mujeres indígenas para postularse a cargos dentro "de una estructura tradicional", dominada por los hombres.
Actualmente, es presidenta de la Coordinadora de Mujeres Líderes Territoriales de Mesoamérica y forma parte de la comunidad de Global Shapers del Foro Económico Mundial.
Y su trabajo ha trascendido las fronteras. Hace cinco meses fue nombrada Coordinadora Nacional del Plan de Empoderamiento de la Mujer Indígena de Panamá por el Ministerio de Gobierno.
Desde esa posición, dijo, trata de conectar su profesión con sus raíces para encontrar la fortaleza que necesita para continuar sus luchas. “Esta profesión es una de mis herramientas de empoderamiento y fuerza ante las vulneraciones y discriminación que vivimos muchas mujeres indígenas”, afirmó.
El ejemplo que influyó en Sara
Omayra Casamá, cacique de la etnia emberá por dos décadas y trabajadora social es la madre de Sara Omi. Antes que su hija, ella rompió todas las barreras al convertirse en la primera mujer cacique en la comunidad a la que llegó en la década de 1970, cuando su familia fue desplazada por la construcción de una presa hidroeléctrica en el área del lago Bayano.
Ella transformó la pérdida de sus tierras en una ardua lucha por los derechos de su comunidad. Sus más recientes desafíos como lideresa están asociados a la pandemia del COVID-19, cuando procuró canalizar con el gobierno las necesidades de los indígenas de Ipetí.
A la vez, tuvo un rol clave en la traducción a las lenguas indígenas de los mensajes y recomendaciones que dieron los organismos de salud dentro y fuera del país y transmitió información a la comunidad en lengua emberá sobre los riesgos que implicaba el coronavirus que mató hasta la fecha a 8.727 panameños.
“Jumara Juwa”, el emprendimiento que empodera
“Jumara Juwa” en lengua emberá significa “las manos de todas” y da nombre a un proyecto de eco y etnoturismo liderado por mujeres de esa etnia.
“Este emprendimiento brinda un espacio acogedor para que los turistas visiten nuestra comunidad y vivan una experiencia de conexión auténtica, desde lo social, ambiental y cultural”, dijo Sara Omi, quien está convencida que este emprendimiento que creó junto a su madre es una vía para romper la violencia y la desigualdad que sufren las mujeres indígenas y sus familias.
Además promueven que las mujeres y las niñas sean independientes y tengan la capacidad de fortalecerse a nivel personal mediante ingresos económicos.
Pero también necesitan aliados que les acompañen y visiten la comunidad para que conozcan todo el trabajo que hacen y con el que han impactado la vida de su comunidad, ayudando a las mujeres a comprender que la superación es posible cuando se tiene la firme voluntad de salir adelante.
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