En estos agitados tiempos de la llamada “Primavera Latinoamericana”, Colombia parece haberse contagiado y decidíó sacar al sol sus inconformidades para que un gobierno que, según algunos analistas, pareciera no escuchar en lo alto de su “torre de marfil” se ponga de una vez por todas a trabajar junto al país entero en delinear un plan de acción para responder a las inquietudes de los colombianos.
Al anunciarse el inicio de un diálogo nacional para este lunes, los análisis políticos de lo que deben ser las lecciones del paro nacional y las protestas en Colombia, están a la orden del día. Y la vigorosa prensa escrita colombiana ha estado al frente tratando de marcar la pauta del camino a tomar con abundantes artículos de opinión en los que se trata de discernir la realidad en medio de los gases lacrimógenos y las humaredas de pólvora y llantas quemadas.
Colombia vive desde hace dos semanas una jornada de protestas, que incluyó un paro nacional, y que el presidente Iván Duque trató en un inicio como alteraciones al orden público, y no como expresiones de descontento generalizado que requerían de atención inmediata más allá de movilizar a la policía.
Los analistas y editorialistas de los diarios pintan un escenario en el que el país efectivamente necesita hacer una pausa y hacer ciertas reformas, pues su modelo económico, inspirado en el ahora cuestionado Modelo Chileno, ya necesita se le cambien los sensores de la realidad. En ese escenario, describen como las expectativas insatisfechas no pueden tampoco traducirse en costosos programas gubernamentales de subsidios y asistencialismo.
A los viejos sectores poderosos, se les señala de que el crecimiento económico “no sólo debe ser mayor, sino también más equilibrado e incluyente”. A los insatisfechos se les recuerda que la capacidad de ofrecer bienestar no es infinita. Y a los vándalos y delincuentes que aprovechan el río revuelto, que les caiga todo el peso de la Ley, afirman los analistas.
“Al ritmo del cacerolazo, cientos de miles de ciudadanos no permitieron que los vándalos ni las autoridades les arrebataran el derecho a expresar su indignación. Una parte muy significativa del país marchó pacíficamente, llena de creatividad y con un claro descontento hacia la manera como siente que la administración de Iván Duque está dirigiendo el país”, afirmó en su editorial de este domingo el diario El Espectador. “No hay señales desde el Palacio de Nariño de que el mensaje se esté recibiendo”.
Colombia es después de todo una de las democracias más antiguas de Sudamérica y una de las economías más fuentes y desarrolladas. Mientras la violencia estallaba en las calles de Ecuador y Bolivia, no era en Chile o Colombia donde se esperaba la siguiente explosión social.
Pero luego que los chilenos salieran a exponer sus viejas expectativas insatisfechas y a demandar cambios a un sistema del que no todos se benefician de igual manera. Algo similar, según los analistas, está ocurriendo en Colombia, a pesar de para el próximo año el Fondo Monetario Internacional pronostica un crecimiento del 3,6 por ciento. Pero es un país, que donde al igual que Chile, hay grandes inconformidades.
“Chile fue la cuna de la reforma neoliberal, la apertura comercial, la privatización, el banco central autónomo, la privatización de las pensiones y el desmonte de la progresividad fiscal. El modelo de desarrollo colombiano es una copia del chileno. Por lo demás, ambas economías fueron las que inicialmente aprovecharon mejor las ventajas del crecimiento económico fundamentado en el mercado”, escribió Eduardo Sarmiento, economista y escritor colombiano, en su columna en el diario El Espectador.
Un factor que en Colombia ha influido en las protestas y su magnitud ha sido la percepción ciudadana de que el gobierno ha cometido muchos errores, y uno de ellos ha sido ser indiferente a los viejos problemas de la población, el costo de la salud, de la educación, lo reducido de las pensiones, entre otros.
"En la Casa (presidencial) de Nariño siguen apegados a un convencimiento enclaustrado de que se están haciendo las cosas bien, que no hay necesidad de interpelar directamente las peticiones de los manifestantes y que todo se circunscribe a un asunto de orden público y poco más”, afirmó el diario El Tiempo en su editorial. “Es muy diciente que en el discurso presidencial se haya hablado tanto del vandalismo y la respuesta de las fuerzas de seguridad. Ese no era el punto de debate ni la respuesta que merecía la dimensión que tuvo esta protesta”.
El columnisa Humberto de la Calle dice que el paro y las marchas ciudadanas tienen lecciones para todos. Para los poderosos, la clase política y empresarial, afirma, las lecciones son numerosas. Una de ellas es que el malestar ciudadano colombiano es real y legítimo, no una invención de los países izquierdistas del continente. No se trata pues, señala, de una manipulación más de Venezuela.
“Los poderosos: el régimen pensional sin solidaridad es injusto. La salud: si bien ha aumentado cobertura, la excesiva pasión por el lucro es dañina. El gasto social es insuficiente y mal aplicado. Los ricos deben entender que la tributación es el camino para robustecer la solidaridad. El crecimiento económico no solo debe ser mayor sino más equilibrado e incluyente. El acceso de campesinos a la tierra no es una ideología sino una necesidad. El cambio climático es una realidad. La inequidad es la gran enfermedad de la sociedad. El sistema educativo nos divide. La corrupción nos destruye. El clamor de la sociedad profunda no fue importado por el Foro de São Paulo”, escribió De la Calle, en el diario El Espectador.
Afirmó además que en el proceso de reinserción de los ex guerrilleros a la sociedad, se tiene que recordar que para la paz no es necesario que cesen los balazos, sino que se construya una nueva cultura de paz. Una cultura que a muchos en Colombia les está costando trabajo debido a la impunidad en que están quedando muchos crímenes cometidos durante la sangrienta guerra contra la guerrilla y a tensiones dentro de las fuerzas armadas sobre cómo vivir y operar en tiempos de paz. Muchos también han criticado al gobierno por la falta de empatía con la que señalan trató el caso de la masacre de por lo menos ocho menores de edad que murieron durante un bombardeo a un campamento de rearmados de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Los menores habían sido secuestrados por los rearmados para integrarlos a la guerrilla. Al anunciarse el operativo, no se informó de la muerte de los menores. Y cuando salió a luz la tragedia, el gobierno intentó restarle gravedad al caso.
“La guerrilla cometió graves crímenes. Pero negar la responsabilidad de otros deja viva la violencia. No tiene sentido seguir aparcados en el pasado. Pero sobre todo, empatía: la ausencia del Gobierno en Bojayá y la falta de un mínimo abrazo a los parientes de los menores en el bombardeo clama al cielo”, agregó De la Calle.
Pero también los inconformes deben escuchar, según De la Calle.
“Los insatisfechos: el Estado de bienestar es finito. La presión demográfica debe hacer parte de su alcance. El sistema pensional está desfinanciado. Mantener un componente de solidaridad no debe anular los esfuerzos para garantizar las pensiones del futuro. Envejecimiento y subsidios excesivos son un problema real. Cualquier gobierno tiene que afrontar esto”, excribió De la Calle. “Las deficiencias de la salud no deben olvidar el indiscutible aumento de la cobertura. La estatización de la salud fue nefasta y excluyente en el pasado. La economía abierta favorece el desarrollo. La seguridad jurídica es necesaria. El respeto a la autoridad es la base del orden. El jueves vi también agresiones a policías decentes. La democracia, aun defectuosa, es preferible al autoritarismo. El odio es estéril”.
Los retos que afrontan los colombianos son complejos. Y ante tanta complejidad, el gobierno de Iván Duque no ha logrado proyectar un claro liderazgo. Todo lo contrario. Ha proyectado falta de capacidad.
En menos de dos años, se le ha visto reuniéndose con diversos sectores, en foros, charlas, congresos y cabildos. Pero aún no ha presentado un proyecto de nación que inspire confianza sobre su visión y capacidad de dirigir.
Por el contrario, los colombianos han visto errores garrafales como lo masacre de los menores, y el fiasco en Naciones Unidas de las fotografías que supuestamente mostraban a guerrilleros colombianos en instalaciones militares venezolanas, que horas más tarde se reveló habían en realidad sido tomadas en Colombia.
Ahora Duque tendrá que ponerse a la altura de su cargo, quitarse de encima la imagen de ser títere del ex presidente Alvaro Uribe, ofreciendo soluciones viables, sin caer en medidas populistas que a mediano plazo construyan un nuevo polvorín que resulte en nuevas oleadas de protesta y violencia.
“La situación requiere visiones de gobierno con carácter centrista para poder navegar esta turbulencia social con responsabilidad fiscal. Gobernantes asustadizos que adopten medidas populistas estarán preparando el terreno del siguiente escalamiento en la protesta social. El paro nacional del 21 de noviembre pasado tiene validez democrática, pero no debe conducir a la inacción Estatal en correctivos estructurales”, concluyó en su columna, el empresario Javier Clavijo.