Muchos hispanos, que constituyen una tercera parte de la población carcelaria de Estados Unidos a nivelo federal, podrían beneficiarse de una reforma penal que fue posible gracias a una inusual alianza entre legisladores negros y el gobierno de Donald Trump, al que acusan de racista.
Las reformas podrían despejar el camino para la excarcelación de cientos de reos negros e hispanos que fueron condenados por un sistema judicial que para muchos se ensaña con las minorías.
“Fue algo muy delicado” llegar a este acuerdo, afirmó Marc Morial, presidente de la Liga Nacional Urbana.
El obispo Harry Jackson, pastor de la Iglesia Cristiana de la Esperanza (Hope Christian Church) de Beltsville, Maryland, dijo que muchos afroamericanos todavía le preguntan por qué él y otras figuras religiosas negras conservadoras se reunieron con Trump para hablar del tema hace algunos meses.
“La gente todavía está enojada”, expresó.
Jackson, no obstante, describió el acuerdo como “el tema de derechos civiles más importante de esta era”, a pesar de que hay quienes se quejan de que la legislación no va lo suficientemente lejos y puede generar nuevos problemas para las minorías.
La ley, que espera el aval de Trump, da a los jueces más discreción a la hora de sentenciar algunas infracciones relacionadas con las drogas y amplía los esfuerzos para rehabilitar a los presos. También reduce a 25 años las condenas a cadena perpetua de quienes son pillados tres veces en ese tipo de delitos.
Otra cláusula permitiría a unos 2.600 reos condenados por delitos relacionados con crack antes de agosto del 2010 pedir una reducción de sus penas.
Esto podría beneficiar a minorías que fueron condenadas en el marco de un sistema que consideraba el crack una violación más grave que la venta o consumo de otras formas de cocaína, según el senador Corey Booker.
“Cuando corriges una injusticia en un sistema tendencioso, se ayuda enormemente a personas marginadas”, declaró Booker. “El 96% de las personas que se beneficiarán con esa cláusula solamente son negras o hispanas”.
Los hispanos constituyen el 32% de la población carcelaria, con unos 58.000 reos, y los negros el 38% (68.000).
Entre los promotores de la legislación hubo un grupo tan diverso como insólito que incluyó al asesor presidencial Jared Kushner (yerno de Trump), la personalidad televisiva Kim Kardashian, la Liga Nacional Urbana, varios pastores negros y legisladores de minorías, así como conservadores con tendencias libertarias.
Algunos admiten que fue duro colaborar con una Casa Blanca que es tan mal vista por la población negra. Más de ocho de cada diez afroamericanos opinaron que Trump era racista en una consulta de la Associated Press y el Centro NORC para Investigaciones de Asuntos Públicos llevada a cabo en febrero.
Pero incluso los partidarios de la reforma admiten que es tan solo un primer paso.
Organizaciones como la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color se mostraron complacidas con la ley, pero expresaron reservas.
La ley “incluye importantes mejoras al actual sistema penal de justicia, pero no tiene las reformas importantes que hacen falta para que el sistema sea realmente justo”, manifestó Hilary O. Shelton, directora de la oficina de Washington de la Asociación, conocida por sus siglas en inglés, NAACP.
La ley afecta solo el sistema federal, lo que implica que quienes reciban fuertes condenas a nivel estatal y municipal no podrán pedir reducciones. El grueso de los reos de Estados Unidos pertenecen a esa categoría.
Algunas organizaciones dicen que la ley permitirá una mayor vigilancia de las comunidades minoritarias a través de monitores electrónicos que llevarán los reos que son excarcelados.
El Movimiento Black Lives, que abarca más de 150 organizaciones de negros, dijo que la legislación está “hecha a la medida de los blancos ricos”.
“Todas las cláusulas que tiene hacen que la mayor parte de nuestra gente no se pueda beneficiar”, expresó.
De todos modos, los patrocinadores de la ley se muestran felices de que se hayan hecho algunos progresos en un terreno en el que ha resultado muy duro avanzar. Jackson dijo que cuando un presidente está dispuesto a hablar siquiera de ajustes menores, hay que trabajar con él.
“Creo de corazón que si Martin Luther King estuviese vivo, había ido a esa reunión”, declaró Jackson. “Y hubiera impulsado la causa de los que no tienen voz en lugar de hacer política y tratar de figurar”.