Unas tres mil personas murieron en los ataques perpetrados durante el 11 de septiembre de 2001, otras miles aún padecen la tristeza de haber perdido a sus seres queridos. Han pasado diez años y aún la gente alrededor del mundo se estremece cuando escuchan sobre los ataques o recuerdan sus imágenes.
Sin embargo, la imagen sobre aquellas torres derrumbadas por aviones y el emblemático Pentágono atacado, no sólo conmovió a las víctimas que vivían en este hemisferio. Los ataques terroristas también trastocaron a los compatriotas de los atacantes en cuestión.
Al afgano Salim Mandoknil se le aguan los ojos al recodar el momento en que escuchaba a través de la radio, los eventos de ese entonces. Mandoknil era en ese entonces un estudiante que prefirió mantener el volumen bajo y escuchar lo sucedido.
Ahora convertido en periodista, Mandoknil explica los peligros que corría todos los días mientras vivió en Afganistán. “Temía que si los talibanes escuchaban la radio que tenía en sintonía, podrían matarme o matar a mis compañeros de cuarto”, explicó Mandoknil.
Días antes de los ataques a las torres, ya las fuerzas talibanes habían asesinado a sus opositores, entre ellos a su líder. Según Mandoknil, esta muerte fue para los afganos el fin de las luchas contra el régimen extremista. Más tarde, Estados Unidos inició sus ofensivas.
Asustado por todas las repercusiones que intuía tendrían estos ataques en el suelo afgano. Salim intentó cruzar la frontera entre Pakistán y Afganistán.
“Cinco amigos y yo tratamos de escapar cuando la milicia talibana y pakistaní dormía, pero sólo tres de ellos lograron cruzar y estar a salvo”, explicó Salim a la Voz de América.
Para ese entonces las autoridades paquistaníes tenían un trato con los soldados talibanes que exigía que todo afgano fuera arrestado y devuelto a su lado de la frontera. Mandoknil no pudo escapar.
Así mismo, Daud Sediqi quien logró asilo estadounidense, recuerda la sensación de cambio que produjeron las tropas internacionales cuando ocuparon su país. Según él, después del 11 de septiembre las personas en Afganistán estaban abiertas a recibir los cambios.
“Si le preguntabas a las personas en Afganistán en el 2001 estaban felices con las tropas de
EE.UU. pero luego los estadounidenses cometieron errores y ahora quieren que se vayan”, dijo Sediqi.
Incluso él insiste que todavía hoy las estrategias estadounidenses tienen un acercamiento equivocado hacia los afganos.
Sediqi cree que los estadounidenses no los conocen y “no se dan cuenta que nuestra cultura es distinta y claro que los vamos a rechazar”.
Según Sediqi, tampoco los afganos olvidan que muchos inocentes fueron blanco de bombardeos.
Aunque no todos han sufrido en carne viva el odio que desató los ataques en territorio estadounidense, algunos inmigrantes del Medio Oriente y de Afganistán se vieron obligados, incluso a esconder sus raíces para evitar ataques a su dignidad patriótica.
Personas como el periodista Wendy Elt, por ejemplo, estando en Nueva York se topó con personas que le sugerían a él y a su esposa que se vistieran de una manera más común para que no fueran identificados como talibanes.
“Siempre me lo dijeron con buenas intenciones, pues algunos querían evitar que fuéramos atacados por estadounidenses con resentimientos” explicó Elt.
Todos los entrevistados contaron que durante los primeros años después del 9/11 muchos tuvieron que colocar la bandera de Estados Unidos frente a su casa o en el para brisas de sus autos. Algunos se quitaron los turbantes y cambiaron sus hábitos para intentar pasar desapercibidos.
El recuerdo de esos días invade a Elt quien asegura que de una forma u otra algunas personas fueron marginadas por su religión o color de piel.
“Luego del 11 de septiembre la marginación y el estereotipo establecido incrementó”, lamentó Elt.