El control que ejercen las maras o pandillas en algunos barrios de las ciudades centroamericanas está entorpeciendo el combate al mosquito que transmite el virus del Zika.
En años anteriores, las fumigaciones diarias –temprano por la mañana y al final de la tarde, cuando están más activos los zancudos—y las visitas a los hogares para colocar larvicidas en pilas y depósitos de agua donde se reproduce fácilmente el mosquito, eran frecuentes.
Ahora temor a las maras hace que muchos residentes se nieguen a abrir la puerta de sus casas para hacer más efectiva la fumigación o dejar que ingresen trabajadores de la salud.
Las maras ejercen un control casi total sobre barrios enteros usando centinelas para vigilar quién entra y quién sale. En algunos casos, les niegan acceso a los trabajadores porque sospechan que colaboran con la policía o con pandillas rivales.
"El estado está ausente" en esas zonas dijo Carlos Carcarch, criminólogo de la Escuela Superior de Economía y Negocios de El Salvador, a la agencia The Associated Press. "El estado está siendo reemplazado por la pandilla".
En Honduras y Guatemala ha habido dificultades parecidas, en los que los fumigadores son perseguidos, agredidos o se les cobra un pequeño impuesto para darles acceso al barrio.
"No le pedimos apoyo a la Policía ni al Ejército para entrar al lugar, porque luego van y hacen allanamientos y a nosotros nos toca regresar, la gente piensa que nosotros los denunciamos", dijo Sergio Méndez, coordinador de fumigaciones del Ministerio de Salud guatemalteco.
La situación en Centroamérica subraya la necesidad de enfrentar antes el problema de seguridad que el de salubridad. Es cuestión de frías estadísticas: si bien ha habido 7.000 posibles casos de Zika en El Salvador y nadie murió todavía, solo en enero hubo 700 asesinados como parte de la tasa de homicidios más alta en el mundo.
Esta nota está basada en un cable de The Associated Press.