El presidente electo de Uruguay, Yamandú Orsi, juró el sábado el cargo ante la Asamblea General bajo la aspiración a revertir los “problemas urgentes que padecen sectores importantes del pueblo uruguayo” a lo largo de los cinco años en que estará al frente de la nación sudamericana.
"Hoy no comienza un tiempo de refundación, sino uno de nuevas propuestas y de construcción permanente", dijo Orsi en un discurso tras su investidura.
La asunción de Orsi, de 57 años, marca el regreso al poder del Frente Amplio, una coalición de centroizquierda que incluye a moderados, comunistas y sindicalistas de línea dura, tras cinco años de ausencia durante el gobierno del saliente presidente de centroderecha Luis Lacalle Pou.
Acompañado de su compañera de fórmula, Carolina Cosse, el ahora mandatario llegó al Palacio Legislativo de Montevideo a las 14.00 hora local bajo aplausos de la multitud que se concentraba en en exterior del recinto.
Poco después, juró el cargo ante el renovado Congreso, tres meses después de su victoria presidencial en una elección sin drama ampliamente elogiada como un antídoto a la polarización política que afecta a los vecinos Argentina y Brasil, entre muchos otros países del mundo.
La ceremonia fue acompañada por un número récord de líderes mundiales, entre ellos los presidentes de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva; Colombia, Gustavo Petro; Chile, Gabriel Boric, y Panamá, José Raul Mulino. Igualmente acudieron el presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, y el rey de España, Felipe VI.
Orsi asume las rindas de Uruguay, de unos 3,5 millones de habitantes, en un momento de tensión y fragmentación regional, donde algunos líderes han expresado su preocupación ante el avance de la ultraderecha.
Entre sus retos, tendrá que manejar no solo las diferentes posturas en el continente sino también las divergencias dentro del propio bloque progresista regional y discrepancias entre sus líderes, sobre todo en lo que se refiere a la situación en Venezuela y las estrategias para abordar la “ofensiva” del mandatario estadounidense Donald Trump, quien no viajó a Uruguay pero envió una delegación presidencial encabezada por la senadora estadounidense Katie Boyd Britt.
Los líderes de la izquierda latinoamericana aprovecharon el traslado de mando en la capital uruguaya para abordar los desafíos en la región y enviar una señal de unidad, a pesar de la gran ausencia de la mexicana Claudia Sheinbaum.
Invitados por Lula, los presidentes de Chile, Colombia y Uruguay compartieron el viernes una cena a fin de alinear sus pasos y “fortalecer la democracia”, indicó el mandatario brasileño.
Pese a divergencias puntuales, el politólogo Agustín Canzani evaluó que, con la llegada de Orsi, la agenda de la izquierda latinoamericana “va a ser parecida, por lo menos en lo discursivo”. Y, ”en términos de alineamiento, se prevé un acercamiento (de Uruguay) con las posiciones de Brasil”, dijo a The Associated Press.
Por otro lado, en el escenario interno Orsi tendrá como mayor reto gestionar las expectativas entre el ala más radical de su propia coalición y los poderosos sindicatos del país, responsables de gran parte de los votos que le aseguraron la victoria en los comicios.
Asimismo, deberá navegar por las diferentes fuerzas políticas que componen el nuevo Parlamento, ya que el Frente Amplio logró una estrecha mayoría en el Senado (16 de 30 escaños) y se quedó por debajo de la mayoría en la Cámara.
“Será necesario mucho diálogo”, reconoció. ”No llegamos al gobierno con la lógica de imponer”.
Todo ello, señaló a AP el economista Arturo Porzecanski, miembro del Woodrow Wilson International Center for Scholars, se dará bajo la atenta mirada del mercado, que urge medidas concretas para contrarrestar el poder sindical e impulsar un crecimiento más robusto de la economía - que no ha llegado a recuperarse del todo tras la pandemia de COVID-19 y una histórica sequía en los años recientes.
“Si Orsi no sale victorioso... eso oscurecerá las perspectivas económicas para los próximos años”, afirmó Porzecanski.
En ese marco, Orsi admitió que “el país necesita recuperar la senda del crecimiento” pero “sin perjudicar la calidad del trabajo” y “con una mejor distribución de ingreso”.
Otras de las prioridades del nuevo presidente será contrarrestar la creciente crisis de inseguridad que golpea el país, donde el aumento de la delincuencia es “uno de los pocos indicadores que se han movido en la dirección equivocada”, con una tasa de homicidios por habitante que se ha duplicado en una década y media, según un reporte publicado el mes pasado por el foro The Americas Society/Council of the Americas (AS/COA).
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