El presidente más popular de la historia reciente de México inició el domingo su despedida con un baño de masas en el Zócalo capitalino, donde enumeró los avances sociales de su sexenio, minimizó la violencia que sigue azotando al país y hasta llevó a cabo una simbólica votación sobre la reforma del poder judicial, su propuesta más controvertida y que está lista para ser votada en el Congreso.
“Me voy a jubilar con la conciencia tranquila y muy contento”, declaró Andrés Manuel López Obrador en la plaza mayor de la ciudad, quien dejará su cargo el 30 de septiembre para retirarse por completo de la política.
La gran victoria en las elecciones de junio, en las que su sucesora Claudia Sheinbaum ganó con casi el 60 % de los votos, borró cualquier oportunidad para la autocrítica, y en sus más de dos horas de discurso enumeró los resultados de lo que llamó “democracia verdadera”.
Un ejemplo de este concepto fue la votación a mano alzada sobre la reforma judicial que, según los críticos, eliminaría la independencia de la justicia al elegirse los jueces en votaciones populares y que ha suscitado paros laborales del sector, protestas —una incluso el mismo domingo— y numerosas críticas nacionales e internacionales por los riesgos que puede suponer para el estado de derecho, el comercio internacional y las inversiones.
“Que levanten la mano los que piensan que es mejor que a los ministros (de la Corte Suprema) y a los jueces los elijan el presidente y los senadores... pues no veo a nadie", expresó el gobernante. “Que levanten la mano los que consideran que es mejor que los elija el pueblo”. Un mar de brazos se alzó entre gritos y vítores.
“Que lo internalicen nuestros amigos y vecinos de Estados Unidos", agregó, en referencia a que Washington ha sido uno de los mayores críticos de la propuesta.
La Cámara de Diputados salida de las urnas de junio, que inició sesiones el domingo por la tarde con una amplia mayoría del oficialismo, tiene lista esta iniciativa y por la noche anunció que la reforma se someterá a votación en los próximos días, pese a que el sábado una jueza aceptó un amparo para suspender temporalmente su discusión.
Los partidos de oposición exigieron atender la decisión judicial y denunciaron que el trámite de la iniciativa había sido acelerado por los diputados salientes e impuesto a los nuevos parlamentarios sin debate, muchos de los cuales ni siquiera han podido leer la iniciativa.
Pero el oficialismo se negó a aceptar lo determinado por la magistrada. Según Ricardo Monreal, coordinador del partido del presidente, Morena, no se someterían a la “tiranía” de “jueces incompetentes”.
En la Cámara de Diputados, Morena y sus socios tienen los dos tercios de los votos necesarios para reformar la Carta Magna. Los cambios aprobados allí pasarán luego al Senado, donde al oficialismo sólo le faltaría un voto, pero no duda en lograrlo.
De ahí la satisfacción del presidente horas antes, cuando se dirigió a sus seguidores después de seis años de gobierno, consciente de la buena marcha prevista para la veintena de cambios a la Constitución que él propuso en febrero —entre los que también está la eliminación de organismos independientes que sirven de contrapeso al poder ejecutivo— y que dibujarán un nuevo —y polémico— modelo de Estado.
Nadie duda que los principales logros de López Obrador han sido los avances en programas sociales, la pensión universal o tener mejores salarios, asuntos que centraron gran parte de un discurso, así como la disminución de la pobreza, aunque los que siguen pobres están en peores condiciones, según datos oficiales.
México es hoy un país más militarizado que hace seis años, donde no se ha podido controlar la violencia, ni el avance de los carteles de la droga ni la impunidad, pero el presidente elogió el trabajo de las fuerzas armadas —no sólo en seguridad sino en la construcción de grandes infraestructuras—, y dijo que el número de delitos ha disminuido, aunque los homicidios rondaron los 30.000 por año.
Además, aseguró que su estrategia de seguridad de apoyar a jóvenes con más becas para evitar que se sumen a la delincuencia ha funcionado.
“¿Se va a resolver el problema sólo deteniendo a capos del narcotráfico? ¿Se va a resolver el problema desapareciendo el fentanilo? Si hay consumidores van a inventar otra sustancia igual o peor”, señaló en otra clara referencia a Estados Unidos, con el que las relaciones están más tensas de lo normal desde la detención en julio de dos miembros del Cartel de Sinaloa en condiciones todavía no esclarecidas totalmente.
Decenas de miles de personas, con la presidenta electa en primera línea, aplaudieron y vitorearon a un político que, pese a sus 70 años y las duras críticas que ha suscitado, sigue siendo el líder más popular del México reciente.
Pero en el Zócalo también hubo ejemplos de la otra cara del gobierno de López Obrador.
Una reportera, Reyna Haydee Ramírez, que había criticado duramente al mandatario en varias de sus conferencias matutinas, acusándolo de polarizar a la sociedad, no pudo evitar ser insultada por algunos asistentes mientras cubría el informe.
Y junto a la bandera mexicana que ondea en el centro de la principal plaza del país, un puñado de familias de los más de 110.000 desparecidos que tiene México mantenía su protesta exigiendo justicia. Sólo unas vallas les separaban de los miles que gritaban una y otra vez “gracias” al mandatario.
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