La frontera entre Estados Unidos y México se ha convertido en una encrucijada en la que los inmigrantes no tienen opción para elegir.
“De tantas personas que había en esa estación, unas 500 personas o un poquito más, solo dos pudimos pasar”, contó Irane, una inmigrante hondureña a la Voz de América. Su experiencia da cuenta de una realidad: 37 mil inmigrantes han sido devueltos a México a esperar mientras se resuelven sus caso de asilo, según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE.UU. (CBP). Ella y su hijo, forman parte de esa otra cifra, que no es pública.
El protocolo de protección de inmigrantes, también conocido como “Permanecer en México”, establece que entre los exentos de ser regresados a ese país, están los menores no acompanados y los ciudadanos o nacionales mexicanos, aunque también prevalece el critero de la autoridad fronteriza.
Irane, quien tiene 22 años, llegó al albergue de Caridades Católicas en Laredo, Texas, después de haber sido liberada con orden de presentación ante un juez por las autoridades migratorias. Allí trabajan de manera conjunta tanto funcionarios de inmigración como organizaciones sin ánimo de lucro, según lo explicó a la Voz de América, Joel Martínez, jefe de la Patrulla Fronteriza de Laredo.
“Cuando los dejan salir, aquí, no los enviamos a la calle, generalmente los llevamos a Caridades Católicas o a cualquier otra de las ONG que están trabajando con nosotros para tratar de darles ropa fresca, más comida”, dijo Martínez.
El albergue donde está Irane recibió cerca de 15 mil inmigrantes, entre febrero y agosto de 2019, y en la actualidad acoge a un promedio de 200 personas por día, afirma Ben de la Garza, administrador del centro.
“La patrulla fronteriza sabe que nosotros aquí podemos hacer lo que ellos no pueden, es hablar por teléfono, conectarlos con los familiares, llevarlos a las centrales de autobús, al aeropuerto, rápido, y al mismo tiempo darles las necesidades básicas”, explicó el administrador.
La permanencia de inmigrantes como Irane, en estos centros de acogida, es corta. Emprenden camino hacia otros estados, donde deben presentarse ante un juez migratorio, que escuchará y decidirá sus casos de asilo.
Irane enfrenta los mismos desafios migratorios que tienen quienes permanecen en México. Un juez definirá su futuro en Estados Unidos, una nueva encrucijada en la que la decisión está en manos de las autoridades.
“Voy a pelear mi caso, por mi hijo, por mi familia, no pienso regresar”, dijo la migrante.