“La ruta de la infamia” es como se le conoce al viaje que emprenden todos los días miles de venezolanos desde la ciudad fronteriza de Cúcuta, hacia Bogotá. La distancia total entre las dos ciudades es de 556 kilómetros, pero los primeros 122 kilómetros son los más difíciles.
Cientos de mujeres, niños y hombres se ven obligados a caminar sobre el borde de una carretera inclinada y angosta, en medio de extremas condiciones climáticas además de la carga emocional que acompaña a los refugiados migrantes.
Venezuela 360 siguió paso a paso a algunos de los caminantes en el inicio de la ruta. En ese trayecto el mayor desafío para los refugiados-migrantes es el ascenso al páramo de Berlín, ubicado a 3.300 metros de altura en donde las temperaturas caen hasta los cero grados centígrados.
En el recorrido se evidencia que los caminantes no cuentan con los recursos adecuados para enfrentar la magnitud del reto. La mayoría no poseen ni siquiera los zapatos ni con la ropa adecuada para protegerse del frío del páramo.
Ante la escasa asistencia institucional durante el trayecto, personas de buen corazón como Martha Duque y Douglas Cabeza, han asumido el cuidado de los migrantes. Ambos convirtieron sus casas en albergues para que los caminantes pasen, al menos una noche en condiciones dignas en medio de su drama y tengan la opción de recibir una comida caliente que les de ánimos físicos y emocionales para continuar su travesía.
Pero no todos los refugiados-migrantes cuentan con la suerte de encontrar almas caritativas como las de Martha y Douglas. En el sector más difícil del trayecto que Venezuela 360 acompañó, el equipo periodístico pudo comprobar que no existen refugios en un trayecto de 47 kilómetros, la distancia entre Pamplona y el Páramo de Berlín. Si la noche alcanza a los migrantes en medio de ese terreno, no encontrarán dónde pernoctar, porque a estas alturas de la crisis, ya los locales le cierran las puertas a quienes buscan refugio. Las expresiones de xenofobia, no han permitido la instalación de más albergues, lo que suma otra dificultad a esta “ruta de la infamia”.