La epidemia de opioides en Estados Unidos y el papel de México como principal proveedor de heroína al país han hecho que la ‘guerra contra las drogas’ vuelva a estar en boca de los políticos estadounidenses.
Los ejemplos son abundantes.
Uno de los pilares de la campaña del actual presidente de EE.UU. Donald Trump fue la construcción de un muro fronterizo con México que frenaría el flujo de drogas, en especial de heroína, hacia el país como medida para acabar la epidemia.
Jeff Sessions, el fiscal general de EE.UU, se alineó con esta postura al amenazar con “devastar” a las pandillas que distribuyen drogas y aplicar políticas de mano dura.
Recientemente, el senador Joe Manchin, quien representa a Virgina del Oeste, uno de los estados con la mayor tasa de muertes por sobredosis de opioides, dijo en una entrevista a CNN que EE.UU. necesitaba declarar una nueva “guerra contra las drogas” para acabar con la epidemia de opioides.
De acuerdo con el Centro para la Prevención y el Control de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés), este tipo de drogas se llevan la vida de 91 ciudadanos al día. La epidemia incluye la adicción tanto a las drogas de prescripción, en concreto los analgésicos opioides como la oxycodona (Oxycontin) y la hidrocodona (Vicodin), como a la heroína.
El informe de la DEA “National Drug Assessment del 2015” citó a México como el país que domina el mercado de la heroína en los Estados Unidos. El documento cita como razones para ello la proximidad geográfica, los sistemas de transporte que han sido establecidos y su habilidad para satisfacer la demanda de la droga en EE.UU.
Entre el 2014 y el 2015, en México se cultivaron 24.800 hectáreas de amapola, de acuerdo con un estudio de la ONU.
El denominado triángulo dorado, que comprende los estados de Chihuahua, Durango y Sinaloa, y el estado de Guerrero fueron las dos zonas que más cultivos de amapola –más de 40 hectáreas cada una–concentraron durante el año en el que se realizó el estudio.
La violencia
Acapulco, en Guerrero, ocupó el cuarto lugar en el ranking de las ciudades más peligrosas del mundo realizado por la organización mexicana Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal (CCSPJP).
El ranking, que no incluye ciudades que se encuentren en países donde exista un conflicto bélico, como Siria, Ucrania o Afganistán, posicionó a las ciudades de acuerdo a la tasa de homicidios.
En el 2015 en Acapulco hubo 104.73 homicidios por cada 100.00 habitantes.
De acuerdo con el proyecto ciudadano Semáforo Delictivo, los homicidios aumentaron en un 22% a nivel nacional en México el año pasado.
‘No es solo drogas’
Guadalupe Correa, investigadora invitada en el Centro Woodrow Wilson, dijo pensar que la violencia en México no está ligada únicamente a la demanda de drogas.
“Hay toda una serie de factores”, dijo Correa. “México lleva peleando una supuesta guerra contra las drogas y no hemos logrado reducir la producción; hemos incrementado el número de homicidios y de desaparecidos", enfatizó.
De acuerdo con Correa, el modelo del crimen organizado en el país y la estrategia del estado para combatirlo han contribuido al aumento de la violencia en el país.
Lo que antes eran los grandes carteles de la droga, con estructuras jerárquicas y cabecillas poderosos, ahora se han fragmentado, convirtiéndose en organizaciones que operan sin un liderazgo claro, explica. “No estamos hablando de personas, capos o pandilleros, sino de estructuras que operan con células, como si fueran una empresa holding", dijo Correa.
Según la investigadora, el gobierno, que se ha dedicado a cortar cabezas de los altos funcionarios de las organizaciones, ha contribuido a esta fragmentación. “Estas organizaciones se han pulverizado y pelean entre ellas por el control del territorio”, dijo. “No tenemos un control específico de un grupo y esto ha generado mucha inestabilidad", añadió la experta.
Contrario a lo que algunos políticos estadounidenses piensan, Correa opina que la lucha contra las drogas es un esfuerzo fútil. Para ella, sería más efectivo atacar las raíces principales de la violencia, como la debilidad de las instituciones y la desigualdad.
Características de este tipo pueden explicar la violencia no solo en México sino también en el resto de Latinoamérica.
La región más desigual del planeta
Latinoamérica ha sido calificada como la región más desigual del planeta por numerosas organizaciones, entre ellas la ONU y el Fondo Monetario Internacional. Rodrigo Soares, profesor de asuntos públicos e internacionales en la Universidad de Columbia, dijo que la desigualdad es uno de los factores que contribuyen a los altos índices de violencia en la región.
42 de las 50 ciudades con mayor tasa de homicidio en el ranking del CCSPJP están en Latinoamérica. Además de la inequidad, el mal funcionamiento de las instituciones de orden público y justicia, al igual que el subdesarrollo y el tráfico de drogas pueden explicar la persistencia de crímenes violentos en la región, explicó Soares.
“En cierto sentido, no es muy sorprendente que Latinoamérica sea una región con violencia relativamente alta en comparación al resto del mundo", añadió el experto.
El ranking colocó a Caracas como la ciudad más peligrosa del mundo, con una tasa de homicidios de 119.87 por cada 100.000 habitantes. Los países que tuvieron una mayor cantidad de ciudades incluidas en el ranking fueron Brasil y México. El primero con 19 y el segundo con 7
Aunque solo dos ciudades hondureñas fueron incluidas en el reporte, estas se encuentran entre las cinco más peligrosas del mundo. En San Pedro Sula y el Distrito Central hubo un total de 1872 muertes en el 2016.
Elaine Denny, investigadora de la Universidad de California en San Diego, resaltó que los rankings del CCSPJP no han cambiado mucho en los últimos cinco años.
“Muchas de las ciudades en esta lista han tenido altas tasas de homicidio incluso antes de que la epidemia de opioides se intensificase", dijo Denny.
En el caso de Guatemala, Honduras y El Salvador, los países del Triángulo Norte, la actividad principal de las pandillas no es el tráfico de drogas sino la extorsión, afirmó Correa. Aunque tienen vínculos con el narcotráfico, estas organizaciones no están enfocadas en eso “sino que se encuentran con los narcotraficantes y forman algunas colaboraciones", dijo la investigadora.
Al igual que en México, las políticas de ‘mano dura’ y guerra contra las drogas en El Salvador también contribuyeron a que las organizaciones criminales se dispersaran, explicó Denny.
Según la investigadora, las pandillas, con gran presencia en el Triángulo Norte, ofrecen una oportunidad a la gente joven de tener un ingreso económico que la falta de oportunidades les niega al igual que un sentido de pertenencia.
“Tenemos gente muy enojada y gente que está dispuesta a todo porque realmente la vida vale muy poco", explicó Correa.
El futuro
A pesar de que las cifras de homicidios, Soares cree que ha habido avances importantes en las últimas décadas.
En países como Colombia o Brasil, en aunque hay violencia esta es considerablemente inferior a la que se vivía hace veinte o treinta años, son para el investigador brasileño “historias de éxito”.
“Esos ejemplos son los que me hacen sentir esperanzado", dijo.
Para Correa el cambio tiene que venir desde el enfoque de las políticas públicas. “Tenemos que ver los factores sociales y psicológicos de las familias y las necesidades de la juventud", afirmó.
Denny concuerda con esta postura. “Aunque parezca más sencillo enfocarse en el mantenimiento del orden como solución, esta no va a ser sostenible” sino se ataca la desigualdad social y económica que influyen en la realidad de los que menos tienen.