¿Se puede vivir bien en Venezuela? La respuesta será muy personal y dependerá de a quién se le consulte en un país con marcadas desigualdades y contrastes, donde difícilmente alguien en el exterior puede pensar que cada vez más, surgen negocios rentables y hasta espacios de lujo en medio de locales abandonados y calles evidentemente deterioradas.
Cualquiera de las personas que -como María*- reciben agua por sólo 15 minutos tres veces al día o que deben hacer largas filas para surtir combustible a precio subsidiado (llenar un tanque cuesta menos de un dólar), dirá que no es tarea fácil vivir bien.
Las constantes y permanentes fallas en los servicios básicos, la escasez de combustible, un defectuoso sistema de transporte público y la inseguridad personal envuelven a todo el país, pero un reducido sector tiene posibilidad de “sortear” parte de la crisis.
Es el caso de Pedro*, un ejecutivo con un importante cargo en una empresa privada y que vive en una zona acomodada del este de Caracas. En su edificio instalaron una planta eléctrica y sus ingresos le permitieron costear los 1.800 dólares que le correspondieron pagar, así como unos 600 dólares por un tanque de agua, lo que le permite llevar una “vida medianamente normal” a pesar de las fallas en los servicios.
Sus hijos están en un “buen colegio”, tiene vehículos relativamente nuevos, seguro médico, ocasionalmente visita algún restaurante de moda, consigue todo lo que necesita en los supermercados, y algunos fines de semana cocina “parrilla” (barbacoa) con amigos y familiares que siguen en el país.
Pedro paga la gasolina a 0,50 centavos de dólar por litro en las denominadas estaciones a “precio internacional”, donde normalmente no hay filas.
En algún momento Pedro evaluó irse de Venezuela. Como muchos otros, varias veces fue víctima de la inseguridad. Sin embargo, decidió quedarse porque tiene “un buen empleo” e ingresos que le permiten vivir un “cómodo” estándar de vida que, para muchos, puede ser “de ricos”, aunque esté lejos de serlo.
Dice no gozar de los niveles de “opulencia” de “enchufados” (como se conoce a personas señaladas de supuestamente haberse enriquecido por corrupción o negocios con el gobierno) y afirma que, de manera honesta, gracias a su trabajo y sin que nadie le haya “regalado nada”, todavía en Venezuela puede vivir “bien”.
Pero no es el caso del 96% de los hogares venezolanos que, según la más reciente Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), vive en situación de pobreza.
“Mejor que en 2018”
Consultado por VOA para entender cómo es que a pesar de la crisis han surgido nuevas inversiones y ofertas de productos y servicios, Luis Vicente León, economista y presidente de la empresa de investigación de mercado Datanalis, explica que es necesario empezar estableciendo comparaciones con “un pasado muy reciente” y no con el “país que conocíamos”.
Detalla que sobre el país que ha perdido el 75% de su capacidad productiva, “nadie puede decir que está floreciente, que hay un gran desarrollo o que la gente está feliz”.
Sin embargo, de acuerdo a León, un 54% de la población “se siente mejor que en el pasado reciente”, durante el momento crítico de la crisis en 2018.
“Si te comparas con 2013 estás peor, pero si te comparas contra el 2018, que era el momento clímax en el que tú tenías una escasez brutal, que no había productos, que tenías que hacer colas gigantes alrededor para obtener un kilo de arroz, cuando no había antibióticos en las farmacias, la situación es diferente, no es que regresaste al esplendor del pasado”, expone.
León destaca que actualmente el 70% de las transacciones en Venezuela se llevan a cabo en moneda extranjera. Además, puntualiza que primero se “dolarizaron los costos”, generando un gran proceso de separación de la capacidad de pago.
“Cuando entiendes que un médico ya no cobra 3 dólares por una consulta sino 70 dólares o 100 dólares, que una señora de servicio te cuesta 10 dólares por día en Caracas, o cuando un electricista o plomero te dice que la tarifa mínima para venir a tú casa son 40 dólares, entiendes que hay también un efecto de drenaje de esa dolarización a la vida cotidiana”, explica.
Se trata de una situación que confirma Diana*, profesora de educación inicial, para quien pocos años atrás hubiera sido impensable cobrar entre 10 dólares y 15 dólares por hora (dependiendo de la zona a la que tenga que trasladarse), dando clases particulares; o para Jena*, una joven que en medio de la pandemia comenzó a explotar sus conocimientos en estética y por 20 dólares hace manicura y pedicura a domicilio.
Ambas tienen “afortunadamente” sus agendas llenas, sotienen.
León aclara que no es la realidad de todo el país, pues “hay segmentos muy empobrecidos” y una “distorsión brutal”. Lo ejemplifica con el caso de profesores universitarios, cuyo salario es pactado en bolívares y “ganan muchísimo menos que una persona que trabaja por día limpiando una casa”.
“Otros comienzan a ver cómo sobrevivir y cómo adaptarse a esa nueva realidad y comienzan a aparecer negocios. Bodegones, restaurantes más adaptados a esa nueva realidad, empresas de servicios tecnológicos que te venden internet satelital o de fibra óptica que comienzan a sustituir los vacíos de infraestructura que deja el gobierno, que ha perdido su capacidad de controlar la economía”, sostiene.
“No puede amenazar y chantajear al sector privado como lo hacía en el pasado porque ya no tiene dólares para controlar el aparato productivo. Los dólares que se usan en Venezuela son privados y si tú eres amenazado, lo que tienes que hacer es no traerlos y si no los traes no hay ofertas, ni hay servicios, ni hay atención”, añade.
“Es mentira. Si sales alrededor de tú casa vas a conseguir un montón de gente que no tiene que ver con el gobierno que está viviendo, que está trabajando”, afirma.
“Hay 27 millones de venezolanos que no se fueron, la gente habla de los 5,5 millones de venezolanos en el exterior, es muchísimo y es un drama, pero hay 27 millones que se paran todas las mañanas y que alguien les está vendiendo la comida, alguien los está llevando a su trabajo, alguien les está vendiendo la conexión del celular”, agrega.
“¿Hay enchufados? Claro, probablemente muchos y estarán haciendo fortunas y algunos bien sancionados”, responde León, pero también acota que existen empresarios que desde hace muchos años “mantienen sus empresas con expectativas de que en el futuro puedan regresar a tener normalidad”.
De acuerdo al economista un 13% de la población de Venezuela se ubica dentro de la clase media y alta de la nación sudamericana.
“Son tres millones y medio de venezolanos”, puntualiza.
*Usamos un seudónimo por solicitud de la persona que accedió a brindar su testimonio a VOA siempre y cuando se garantice la protección de su identidad por motivos de seguridad personal.
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