La educación no escapa al deterioro que registran los distintos ámbitos que forman parte de la sociedad venezolana, sin embargo, en medio de la adversidad han surgido iniciativas de ciudadanos y organizaciones convencidos de que es necesaria la educación de “excelencia” para propiciar cambios positivos y lograr comunidades de “calidad”.
Es así como surgen iniciativas como Fundación Amblema (Ambiente, Lectura, Matemática), una herramienta socioeducativa que busca alcanzar calidad en ese sector, dando apoyo en la preparación de docentes como actores principales de la educación, en escuelas ubicadas en “zonas vulnerables, de bajos recursos económicos o situaciones con precariedad”.
Cuarenta y dos escuelas públicas ubicadas en barrios y zonas rurales de siete estados del país, 800 docentes y casi 7.800 niños se benefician de la herramienta que no modifica los programas del Ministerio de Educación de Venezuela, pero sí los “mejora”.
En cada escuela en la que están presentes, el programa inicia con un taller de motivación, liderazgo y trabajo en equipo, haciéndole saber a los educadores que “son profesionales esenciales en la sociedad”.
“Que lean más y mejor, que dominen las herramientas básicas de matemática, el razonamiento lógico-matemático y desarrollen un proyecto ambiental de impacto a su comunidad” son algunos de los objetivos, explica Tomás Linares, vicepresidente de Fundación Amblema.
El programa se materializa, en parte, gracias al aporte de empresas y particulares, calificados como “padrinos”.
Consultado por la Voz de América sobre si el sector privado termina sustituyendo las responsabilidades del Estado, Linares sostiene que se trata de una “inversión social” de empresas privadas en las comunidades aledañas y que aunque quisieran brindar mayor apoyo, sus funciones son “absolutamente pedagógicas”.
“El estado es quien debe asumir eso y mantenerlo pero pienso que en el sector privado y es lo que hemos visto en Amblema, hay una posibilidad, no de sustituir la función del Estado que debe ser el garante de una política educativa de calidad, pero sí de debe asumir de alguna manera el apoyo a esos maestros que están en su zona” agrega.
Amblema surgió en el 2012 como una iniciativa particular en una zona rural ubicada a unos 300 kilómetros al oeste de Caracas y, de acuerdo a Linares, uno de los elementos que notaron fue la deficiencia en la preparación de los maestros. “Una de las cosas que vimos es que había mucho déficit no solamente en los niños, sino también en los maestros. También había gente buenísima, personas extraordinarias con vocación de servicio, yo los llamo mis héroes y heroínas que día a día con esos sueldos tan precarios igual van a sus escuelas” afirma.
Cuando en marzo fueron implementadas las medidas de confinamiento para hacer frente al COVID-19, a pesar de las limitaciones, Amblema se adaptó a las circunstancias, elaborando propuestas para que los maestros las hicieran llegar a los hogares.
“No es tan fácil llegar porque no hay internet, la señal es muy mala o no tienen saldo para navegar y descargar los materiales, no pudimos llegar al 100%, ni al 60%, ni al 40%, pero a un porcentaje llegó y a los maestros en gran medida y ellos de alguna manera lo hicieron llegar, el resultado fue positivo”, expone Linares.
“Teníamos la esperanza de que en septiembre podríamos arrancar con educación presencial, aparentemente no va a ser así y creo que continuaremos en esa misma línea, estamos pensando en cómo llegar”, comenta.
Impacto social
Vanessa Riera, directora general de Agrícola Bastián, una compañía familiar dedicada al cultivo de caña de azúcar y ganadería ubicada en el estado Lara, a unos 500 kilómetros de Caracas, relata que llegaron a Fundación Amblema en el 2017 al notar la necesidad de formar una generación de relevo “capacitada y arraigada” a la zona y solucionar los problemas de inseguridad que estaban presentando.
Riera detalla que cuando se incorporó a la empresa, “prácticamente a diario” registraban robos de diversos materiales que representaban un “alto costo” para la compañía, pero que tras la implementación del programa educativo notaron una considerable disminución de los robos.
“Para resolver el problema desde su raíz la apuesta fue, es y seguirá siendo hacia la educación, tenemos que transformar mentes y corazones formando individuos que sean autosuficientes, que puedan contribuir con el desarrollo de su comunidad y su país” sostiene. Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), de los 7 millones 863.000 niños, niñas y adolescentes entre 3 y 17 años que están en el sistema educativo, 40% falta a clases “algunas veces” por fallas en los servicios básicos e incluso falta de comida, situación que se agrava como consecuencia de la pandemia de COVID-19.
“La situación de confinamiento debido al COVID-19 ayudará a profundizar las inequidades educativas. Quedarán aún más rezagados quienes tienen restricciones de acceso a las nuevas tecnologías y adolecen en el hogar del clima educativo apropiado”, subraya Encovi.