El 13 de julio Venezuela colocó tres niveles de flexibilización en los diferentes estados del país, medida que fue anunciada por el gobierno en disputa de Nicolás Maduro, luego de que la propagación del COVID-19 alcanzara más de 10.000 contagios.
Inicialmente, en este esquema Distrito Capital y Miranda eran parte del nivel 2 de flexibilización que permitía trabajar a nueve sectores de la economía, pero el aumento de focos de contagio llevó al gobierno a tomar la decisión de pasarlos al nivel 1, de cuarentena radical. En este nivel solo tienen permitido trabajar los sectores considerados esenciales: salud, alimentación, vigilancia y transporte.
Uno de los sectores más afectados ante estas inconsistencias de la flexibilización ha sido el gremio de las peluquerías, que es uno de los 9 sectores que puede laborar en el nivel 2. Pero ante los constantes cambios dictados por el gobierno venezolano, los locales de belleza–específicamente los ubicados en Distrito Capital y Miranda– han tenido que cerrar sus puertas.
El sector de las peluquerías se une al de los taxistas, comerciantes y trabajadores independientes que también se vieron afectados en este nuevo esquema de radicalización de la cuarentena para evitar la propagación del COVID-19.
Ahora tantos los trabajadores del gremio de las peluquerías como los clientes se mantienen a la espera de los anuncios concretos por parte del Estado.
“Mi hogar depende de mis ingresos”
Rubí Palacios es peluquera desde hace más de 10 años y cuenta en entrevista a la Voz de América que trabajar en medio de esta pandemia le ha resultado aterrador, pues a diario corre el riesgo de contagiarse por COVID-19, ya que su contacto con los clientes es muy cercano.
“Mi hogar depende de mis ingresos y si no trabajo, no hay comida. Esta situación nos ha afectado de una manera muy drástica. No estábamos preparados para una pandemia de esta magnitud ni para ir solo a trabajar cuando el gobierno lo permita”, afirma.
Palacios explica que mientras estaban trabajando –durante las semanas que la flexibilización lo permitió– debían crear combos para así atraer más clientes, pues las visitas a la peluquerías eran muy escasas. Asegura que muchos de sus clientes habituales, a pesar de conocerla, prefieren no arriesgarse y priorizaron estar seguros en casa en lugar de cuidar su apariencia.
“Este nuevo método de radicalización me afecta por completo, me tiene encerrada en mi casa sin poder salir a trabajar por lo que me ha a tocado reinventarme, ahora hago tortas, quesillos y hasta donas, que no sabía hacer pero la cuarentena me obligó a aprender, porque si no lo hago, cómo puedo mantener mi hogar”, cuenta con tristeza Palacios a la VOA.
“Rezar para que cada día pueda tener más domicilios”
Maribel Torres lleva 15 años dedicada a la peluquería y en sus 50 años de edad cuenta que jamás imaginó vivir una pandemia que afectaría su vida diaria, pero sobre todo a su empleo que le da el sustento de cada día.
“Los pocos días que he ido a la peluquería, voy a quitar las telarañas de las paredes porque los clientes en estos momentos tienen otras prioridades. Los domicilios que he tenido han sido muy pocos; eso es lo que realmente me ha ayudado a tener algo de ingresos”, comenta Maribel.
Relata que sus ingresos económicos son el sustento de su hogar, por ello es que reza porque cada día pueda tener más domicilios, aunque asegura que el riesgo que corre de ser contagiada es mayor. Como medida de prevención trata de tener el máximo cuidado posible.
Los días en que no tiene domicilios y se queda en casa ha optado por vender panes. También decidió comprar ingredientes para comenzar a preparar y vender galletas, ha pensado incluso en la venta de café. “Todo esto dentro de la casa, confío mucho en Dios, pero sé que todo esto no pasará por ahora”.
Para Maribel la cuarentena ha sido un nuevo reto que le ha impulsado a dedicarse a labores que nunca pensó acometer. Comenta que estos meses de confinamiento han sacado su lado repostero, con el que cree que podrá tener ingresos hasta que pueda volver a su peluquería.