La maleza arropa el paisaje en la vía que conducen desde la entrada al estacionamiento del recinto. La masa verde también cubre los estanques, que además, lucen secos, a pesar de que el parque cuenta con acceso directo al agua, a través de una quebrada, y con un tanque de un millón de litros. El aviso que da la bienvenida al lugar ha pasado de verde a gris, pues el sol y la lluvia le han consumido la pintura. Son esas las postales del zoológico de Caricuao, el más grande de Caracas, una fotografía que desencaja a quienes lo conocen desde hace décadas.
"Lo veo super deteriorado. Ya no es como antes. Había bastantes animales, estaba más cuidado, no había tanto monte", lamenta Isley Pérez, quien acostumbra visitar el zoológico con frecuencia desde hace 20 años. Hoy lleva a sus hijas a pasear por sus caminerías y a disfrutar de la fauna, pero no deja de mostrarse decepcionada. "Ni siquiera hay un cafetín abierto, nada donde uno pueda comprar algo de comer". A unos metros de donde ella y su familia intentan fotografiarse, se puede ver cómo parte del techo de los baños se agrieta y está a punto de desprenderse. No hay una señal que advierta el peligro, ni que informe que la falla se está reparando. Nada.
Por las medidas de cuarentena, que rigen en Venezuela desde hace 1 año y dos meses, las instalaciones cierran cada 7 días.
El zoológico, construido en 1977, alberga siete ambientes para diferentes especies y aunque la mayoría de la fauna aún se puede apreciar, algunos ejemplares, como las elefantas Ruperta y Margarita han muerto y no han sido sustituidas. En cambio, los zamuros, invaden sus espacios.
"Hay una situación muy limitada en cuanto al plantel de colección. Si tenemos una exhibición para albergar, cebras, jirafas, antílopes y vemos un caballo. Uno dice... Bueno, eso no fue diseñado para eso", comenta el biólogo Salvador Boher, al ver los videos del zoológico que le muestra VOA.
Boher ha trabajado durante cuatro décadas en la preservación de fauna de Venezuela. Explica que la tendencia en el mundo es que los zoológicos sean administrados por privados, pues su operación es costosa, y en el país, la entrada a la mayoría de estos parques públicos es gratis o cuesta apenas centavos de dólar. Pero quien intenta pagar encuentra un nuevo escollo: no hay dispositivos electrónicos para cobrar, en un país donde los billetes de bolívares, la moneda local, son escasos. La solución que encuentran algunos es entregar una golosina o algún alimento de la canasta básica.
"Ya en la década de los 80, el Estado no estaba en capacidad de mantener estos establecimientos de una forma sustentable, técnicamente confiable, porque son establecimiento de alta demanda de recursos: alimentos, medicamentos, confort y seguridad", detalla Boher, quien también fue gerente del zoológico de Caricuao.
El año pasado, el Instituto Nacional de Parques denunció ser blanco de campaña por redes sociales en las que se le señalaba de haber descuidado la fauna del zoológico. En un comunicado, Inparques señaló textualmente que: "todos los animales cuentan con atención permanente, especializada y profesional las 24 horas del día, aún en tiempos de cuarentena".
Venezuela tiene 17 zoológicos y acuarios, pero, según la Estrategia Mundial de Conservación, publicada en 2005, estos centros, además de entretener a quienes los visitan, deben cumplir las funciones de educar, diseñar programas de conservación y de formación profesional, algo que, según expertos, parece no cumplirse en el país.
"Si usted no cumple la estrategia mundial, que es un hecho ganado, usted no es zoológico. Entonces, ¿para qué quiero yo encierro de animales, cárceles de animales?", se queja Boher.
En el parque del Este de la capital venezolana, se repiten las mismas imágenes. Los pozos de agua también lucen desiertos. El monte ha crecido tanto que es difícil apreciar los animales que allí se exhiben y muchos de ellos muestran sus costillas como señal de la realidad que viven.