Si algún político albergaba la esperanza de que tras la muerte del presidente Hugo Chávez las relaciones entre Washington y Caracas podían mejorar, cada día se hace más evidente que no será así al menos si su sucesor y presidente encargado Nicolás Maduro logra retener el poder en Venezuela.
Ya hasta se comenta que con Maduro dirigiendo Venezuela las relaciones con Washington podrían ser más tirantes. Bastaría con recordar que horas antes de anunciar la muerte de Chávez, el entonces vicepresidente expulsó a dos agregados militares estadounidenses de Caracas y acusó a Washington de un complot para desestabilizar al país.
Después, Maduro declaró tener evidencias de una conspiración promovida por EEUU para asesinar al candidato de la oposición, Henrique Capriles, con el fin de incitar a una rebelión en Venezuela.
Ahora, a todo eso se suman las revelaciones hechas el pasado miércoles por el ex secretario de Estado adjunto de EE.UU. para Asuntos Hemisféricos Roger Noriega, quien testificó ante el Subcomité sobre Terrorismo de la Cámara de Representantes en Washington sobre la presencia del grupo terrorista Hezbolá en las Américas, una organización que opera en Líbano pero que es financiada por el gobierno iraní.
Según el testimonio de Noriega, ampliado luego en una entrevista concedida al diario El Nuevo Herald, funcionarios de alto rango del gobierno de Venezuela se han convertido en agentes del grupo islámico Hezbolá, dándole apoyo material y logístico a sus actividades terroristas y proporcionándole además miles de pasaportes para que sus miembros puedan viajar con cobertura venezolana cuando ingresan a otros países.
Uno de los que habría recibido tal documentación es Mosen Rabani, un exdiplomático iraní sobre quien pesa una orden de captura de INTERPOL por su participación en atentados cometidos en Buenos Aires, uno contra la embajada de Israel en 1992 y otro en 1994 contra la Asociación Mutual israelí, la AMIA, donde murieron 85 personas.
Ya se sabía que Chávez apoyaba a Hezbolá como resultado de su estrecha alianza con Irán, y las pruebas habían salido a flote en el 2009, cuando fuerzas especiales israelíes capturaron material bélico –incluyendo municiones, granadas y cohetes- enviados por el gobierno venezolano al grupo terrorista.
Pero según el ex alto funcionario estadounidense ahora se teme que esa cooperación pueda incrementarse porque Maduro “no parece contar con la fortaleza ni la inteligencia—dijo-- como para evaluar el costo potencial que este tipo de relación podría tener para Venezuela”.
Al testificar ante el Congreso, Noriega aseguró que dentro de las altas esferas del gobierno chavista figuran funcionarios que son antijudíos radicales, y también dijo que el grupo terrorista libanés tiene campos de entrenamiento en territorio venezolano.
De acuerdo con la denuncia, el grupo Hezbolá ha tenido colaboradores durante más de una década ocupando puestos de relieve en el gobierno venezolano, entre ellos el ex ministro del Interior y actual gobernador del estado de Aragua, Tarek El Aissami, nacido en Líbano de origen sirio y que durante cuatro años tuvo en su puño la Oficina Nacional de Identificación y Extranjería en Venezuela.
Ya hasta se comenta que con Maduro dirigiendo Venezuela las relaciones con Washington podrían ser más tirantes. Bastaría con recordar que horas antes de anunciar la muerte de Chávez, el entonces vicepresidente expulsó a dos agregados militares estadounidenses de Caracas y acusó a Washington de un complot para desestabilizar al país.
Después, Maduro declaró tener evidencias de una conspiración promovida por EEUU para asesinar al candidato de la oposición, Henrique Capriles, con el fin de incitar a una rebelión en Venezuela.
Ahora, a todo eso se suman las revelaciones hechas el pasado miércoles por el ex secretario de Estado adjunto de EE.UU. para Asuntos Hemisféricos Roger Noriega, quien testificó ante el Subcomité sobre Terrorismo de la Cámara de Representantes en Washington sobre la presencia del grupo terrorista Hezbolá en las Américas, una organización que opera en Líbano pero que es financiada por el gobierno iraní.
Según el testimonio de Noriega, ampliado luego en una entrevista concedida al diario El Nuevo Herald, funcionarios de alto rango del gobierno de Venezuela se han convertido en agentes del grupo islámico Hezbolá, dándole apoyo material y logístico a sus actividades terroristas y proporcionándole además miles de pasaportes para que sus miembros puedan viajar con cobertura venezolana cuando ingresan a otros países.
Uno de los que habría recibido tal documentación es Mosen Rabani, un exdiplomático iraní sobre quien pesa una orden de captura de INTERPOL por su participación en atentados cometidos en Buenos Aires, uno contra la embajada de Israel en 1992 y otro en 1994 contra la Asociación Mutual israelí, la AMIA, donde murieron 85 personas.
Ya se sabía que Chávez apoyaba a Hezbolá como resultado de su estrecha alianza con Irán, y las pruebas habían salido a flote en el 2009, cuando fuerzas especiales israelíes capturaron material bélico –incluyendo municiones, granadas y cohetes- enviados por el gobierno venezolano al grupo terrorista.
Pero según el ex alto funcionario estadounidense ahora se teme que esa cooperación pueda incrementarse porque Maduro “no parece contar con la fortaleza ni la inteligencia—dijo-- como para evaluar el costo potencial que este tipo de relación podría tener para Venezuela”.
Al testificar ante el Congreso, Noriega aseguró que dentro de las altas esferas del gobierno chavista figuran funcionarios que son antijudíos radicales, y también dijo que el grupo terrorista libanés tiene campos de entrenamiento en territorio venezolano.
De acuerdo con la denuncia, el grupo Hezbolá ha tenido colaboradores durante más de una década ocupando puestos de relieve en el gobierno venezolano, entre ellos el ex ministro del Interior y actual gobernador del estado de Aragua, Tarek El Aissami, nacido en Líbano de origen sirio y que durante cuatro años tuvo en su puño la Oficina Nacional de Identificación y Extranjería en Venezuela.