Inseguro de lo que sucederá en las urnas el próximo 7 de octubre, molesto del vigor demostrado en su maratónica campaña electoral por el candidato de la oposición, Henrique Capriles, y muy preocupado además de que su adversario sea 18 años más joven que él, el presidente Hugo Chávez arreció en las última semanas los insultos contra su rival.
Chávez, quien llegó a amenazar con que el país se vería envuelto en una guerra civil si la oposición se hacía del poder, nunca dejó en cambio de dar por seguro su triunfo en cada uno de sus mítines y discursos electorales. Pero en una de sus más recientes arengas en la ciudad de Coro dijo a sus seguidores que no podían cantar victoria. “Tenemos que redoblar el paso”, advirtió.
En ese mismo acto volvió a atacar a Capriles, esta vez con mayor saña, y le llamó “mediocre”, analfabeto sin ideas, “majunche (basura)”, afirmó que no había servido ni como alcalde, y tras hacer de la ofensa su arma preferida señaló que las encuestas “serias” le estaban dando a él la delantera en las elecciones. “No cómodamente –dijo—pero estamos ganando”.
Lo cierto es que el presidente venezolano se negó a ir a un debate público con su oponente, y por si fuera poco ha echado mano a todo su poder avasallador como gobernante autoritario y hace poco más de una semana dejó a su adversario con la palabra en la boca frente a las cámaras de televisión.
Los canales privados transmitían un acto en el que hablaba Capriles, cuando Chávez decidió que era él a quien los venezolanos debían ver y escuchar y recurrió a su potestad para “encadenar” a los medios de difusión públicos y privados y sencillamente, sin más dilación, sacó a su rival del aire e hizo su aparición en pantalla.
De acuerdo con el boletín Alerta Electoral, que aglutina a organizaciones no gubernamentales, periodistas y académicos, Chávez se ha "encadenado" más de 70 horas desde que arrancó la campaña electoral el 1ro. de julio. Su argumento es que no renunciará a la difusión obligatoria para transmitir sus mensajes al país y evitar así, dijo, que los medios privados silencien los logros de su "revolución".
Sin embargo, en ninguno de esos mensajes Chávez se ha atrevido a abordar uno de los aspectos más machacados por su oponente y que no hubiese podido aludir en el debate que le propuso Capriles: por qué desde que él asumió el poder en el país ya son más de 160 mil los muertos a causa de la inseguridad pública.
Chávez parece estar cada vez más inquieto porque aunque la mayoría de las encuestas, en gran parte realizadas por firmas cercanas a su gobierno, llegan a darle hasta 20 por ciento de ventaja en las intenciones de voto, otras han empezado a concederle una leve delantera a Capriles, y un tercer grupo los da prácticamente empatados.
El detalle está, según los entendidos, en que los sondeos que confieren a Chávez mayor apoyo muestran también un amplio porcentaje de electores indecisos. Son los que no saben aún por quién se decidirán o temen decir por quién piensan hacerlo habida cuenta del miedo que el presidente ha inculcado en los venezolanos de lo que les podría pasar si no votan por él.
Y los temores no son infundados. En 2003, en el país se lograron recolectar cerca de cuatro millones de firmas para convocar a un referendo revocatorio presidencial. Las autoridades electorales, plegadas al gobierno, entregaron las listas con los nombres de esas personas al partido oficialista. Como resultado, Chávez pidió depurar a Venezuela de “contrarrevolucionarios”, y miles de trabajadores públicos perdieron su empleo.
Chávez, quien llegó a amenazar con que el país se vería envuelto en una guerra civil si la oposición se hacía del poder, nunca dejó en cambio de dar por seguro su triunfo en cada uno de sus mítines y discursos electorales. Pero en una de sus más recientes arengas en la ciudad de Coro dijo a sus seguidores que no podían cantar victoria. “Tenemos que redoblar el paso”, advirtió.
En ese mismo acto volvió a atacar a Capriles, esta vez con mayor saña, y le llamó “mediocre”, analfabeto sin ideas, “majunche (basura)”, afirmó que no había servido ni como alcalde, y tras hacer de la ofensa su arma preferida señaló que las encuestas “serias” le estaban dando a él la delantera en las elecciones. “No cómodamente –dijo—pero estamos ganando”.
Lo cierto es que el presidente venezolano se negó a ir a un debate público con su oponente, y por si fuera poco ha echado mano a todo su poder avasallador como gobernante autoritario y hace poco más de una semana dejó a su adversario con la palabra en la boca frente a las cámaras de televisión.
Los canales privados transmitían un acto en el que hablaba Capriles, cuando Chávez decidió que era él a quien los venezolanos debían ver y escuchar y recurrió a su potestad para “encadenar” a los medios de difusión públicos y privados y sencillamente, sin más dilación, sacó a su rival del aire e hizo su aparición en pantalla.
De acuerdo con el boletín Alerta Electoral, que aglutina a organizaciones no gubernamentales, periodistas y académicos, Chávez se ha "encadenado" más de 70 horas desde que arrancó la campaña electoral el 1ro. de julio. Su argumento es que no renunciará a la difusión obligatoria para transmitir sus mensajes al país y evitar así, dijo, que los medios privados silencien los logros de su "revolución".
Sin embargo, en ninguno de esos mensajes Chávez se ha atrevido a abordar uno de los aspectos más machacados por su oponente y que no hubiese podido aludir en el debate que le propuso Capriles: por qué desde que él asumió el poder en el país ya son más de 160 mil los muertos a causa de la inseguridad pública.
Chávez parece estar cada vez más inquieto porque aunque la mayoría de las encuestas, en gran parte realizadas por firmas cercanas a su gobierno, llegan a darle hasta 20 por ciento de ventaja en las intenciones de voto, otras han empezado a concederle una leve delantera a Capriles, y un tercer grupo los da prácticamente empatados.
El detalle está, según los entendidos, en que los sondeos que confieren a Chávez mayor apoyo muestran también un amplio porcentaje de electores indecisos. Son los que no saben aún por quién se decidirán o temen decir por quién piensan hacerlo habida cuenta del miedo que el presidente ha inculcado en los venezolanos de lo que les podría pasar si no votan por él.
Y los temores no son infundados. En 2003, en el país se lograron recolectar cerca de cuatro millones de firmas para convocar a un referendo revocatorio presidencial. Las autoridades electorales, plegadas al gobierno, entregaron las listas con los nombres de esas personas al partido oficialista. Como resultado, Chávez pidió depurar a Venezuela de “contrarrevolucionarios”, y miles de trabajadores públicos perdieron su empleo.