Pese a la propaganda oficial en los canales de televisión nacionales sobre la normalidad de las elecciones, los venezolanos han salido a votar con sentimientos mezclados de fervor patriótico y desasosiego por lo que pueda venir.
Muchos han almacenado alimentos, otros han dejado en suspenso sus proyectos hasta que pasen las elecciones.
Las encuestas indican que la votación del domingo podría dar a la oposición el control de la Asamblea Nacional por primera vez desde 1998 en vista de que mucha gente que apoyó la revolución que puso en marcha Hugo Chávez se está cansando de la criminalidad, la escasez de todo tipo de productos y una altísima inflación.
Los socialistas tienen 99 de las 167 bancas legislativas, pero algunos estimados señalan que la oposición podría estar muy cerca de alcanzar una mayoría absoluta de dos tercios. De conseguirla, ganaría fuerza una campaña para desalojar a Nicolás Maduro de la presidencia.
Pero el gane del voto popular no garantiza la mayoría absoluta porque el sistema electoral favorece a distritos rurales poco poblados en detrimento de las zonas urbanas donde la oposición es más fuerte.
Tampoco garantiza que Maduro se vaya a ir. En un discurso pronunciado el fin de semana pasado Maduro dijo que "ni voy a entregar, ni voy a traicionar la revolución".
"Si el seis de diciembre gana la derecha, prepárense para un país lleno de caos, de violencia, de protesta", agregó.
Las elecciones han sido organizadas bajo la sombra de la parcialidad de la que opositores y organismos internacionales acusan al gobierno. A parte de un grupo de expresidentes hispanoamericanos que el sábado fueron recibidos por el presidente Maduro, no hay observadores internacionales formales que acompañen la elección.
La información para esta nota ha sido tomada de AP.