Alirio García, un camionero venezolano retirado de 68 años, tiene represados 150 bolívares (34 dólares) en su cuenta. Su tarjeta de débito está bloqueada y, sin éxito, ya ha caminado varias cuadras durante la mañana en busca de alguna agencia abierta de su banco, propiedad del Estado.
El sol del inicio de la Semana Santa está incandescente. Las temperaturas de su ciudad, Maracaibo, en el occidente de Venezuela, están cerca de los 35 grados. El señor, pensionado tras 25 años de labores en una empresa privada, preferiría tener ya dólares en mano para comprarse siquiera “unas verduras”, admite.
El dólar estadounidense es amo y señor de la economía venezolana. En los últimos años, ha desplazado al bolívar: firmas privadas, como Ecoanalítica, calculan que seis de cada 10 transacciones en el país se pagan con esa divisa.
Para venezolanos como Alirio, con poco o nulo acceso a ellos, esa dinámica financiera es compleja. “Es fregao (difícil)”, cuenta a la Voz de América, y dice que cuando tiene algunos dólares le resulta embarazoso obtener sus vueltos en comercios que no cuentan con suficiente efectivo extranjero.
“Tenéis problemas. Si tenéis un billete de cinco dólares, tenéis que gastar cuatro para que te devuelvan uno. La moneda de aquí no se consigue”, se queja.
Los venezolanos suelen quejarse de la falta de bolívares en efectivo disponibles en las sedes bancarias, sean privadas o del Estado. Los cajeros automáticos dispensan cantidades limitadas, si es que operan, mientras en las sucursales los montos en billetes son limitados a un máximo de 100 bolívares (23 dólares).
“El pueblo es el que está llevando vaina, no el comerciante”, asegura Alirio, molesto porque su país no tenga una moneda lo suficientemente estable y fuerte como para reinar en cada operación financiera, sea en abastos o en mercados.
Prefiere su moneda, “la venezolana”, dice. “Es la que nos identifica a nosotros los venezolanos. Pero entonces, ¿cómo hacemos? Ahorita, vas a comprar una gorra aquí (y son) 5 dólares, 10 dólares; vas a comprar unos lentes de esos ‘malucos’ para medio ver, 3 dólares”, dice, sobre el imperio del dólar.
El pensionado critica “la vagabundería” del gobierno venezolano, que, a su juicio, ha permitido que el dólar agarre campo en la economía, que la gasolina escasee, que el dinero no alcance para mucho y que haya corrupción en el país.
Se queja de los comerciantes que cobran sus productos con base en un dólar más caro que la tasa oficial de 4,3 bolívares por divisa estadounidense.
“Te lo van a cobrar con la tarjeta a bolívares a 5 o 5,5. Es un desastre, no hay quien ayude al pueblo, no hay quien ayude a nadie”, vocifera, frustrado, a punto de caminar otras varias cuadras en busca de una agencia abierta de su banco.
Castigo a la divisa
Voceros oficialistas, como la vicepresidenta Delcy Rodríguez, aseguran que 2022 será el año de la “recuperación” de la moneda venezolana. Venezuela experimenta “índices de recuperación de nuestra soberanía monetaria” y el bolívar se ha “revaluado” en estos meses, según la segunda del poder ejecutivo.
Los economistas locales dicen haber identificado en las últimas semanas una serie de medidas del gobierno de Nicolás Maduro para resucitar el bolívar.
La puesta en marcha de un impuesto a transacciones con divisas, en marzo, y las restricciones posteriores al uso de dólares depositados en cuentas nacionales son algunas de ellas, advierten expertos como Asdrúbal Oliveros y Luis Oliveros.
Incluso, tres bancos privados de Venezuela aumentaron los límites de crédito en bolívares de sus tarjetahabientes, congelados durante años en medio de un ciclo hiperinflacionario y de dos reconversiones monetarias entre 2018 y 2021.
Una modificación del decreto con rango de ley para impuestos a las grandes transacciones financieras, impulsado por el chavismo, obliga a pagar un tributo de 2 a 20% del monto total a los venezolanos que usen divisas en esas operaciones. El arancel inicial que fijó el poder ejecutivo es de 3%.
Esa estrategia financiera busca que el ciudadano común decida usar cada vez menos el dólar o cualquier moneda extranjera y se decante por el bolívar, según los especialistas. Es lo que en economía se identifica como desdolarización.
Zulima Camargo, una venezolana entrada en sus 60 años, alaba la facilidad de pagar con dólares en su país, pero advierte que ahora le teme al nuevo impuesto. No quiere pagar ningún extra. Desearía que, en cambio, su dinero le rinda más.
“Ahora con este problema del impuesto, ya no queremos pagar con él. Yo estaría de acuerdo con la dolarización de la economía. El dólar es más fuerte”, indica a la VOA con bolsas en mano, en el exterior de un centro comercial de Maracaibo.
Manuel Sutherland, economista, critica en entrevista con la VOA que el gobierno madurista promueva el uso del bolívar sancionando el uso de divisas con impuestos y restricciones, en vez de impulsar otras medidas positivas, como el otorgamiento de créditos bancarios en moneda nacional.
El dólar, líder local
El dólar “siempre está por delante” y el bolívar “es como nada” en economías como la de Maracaibo, la segunda ciudad más poblada de Venezuela, opina Carla Bracho, empleada de una barbería. Afirma que lo comprueba en sus compras rutinarias, como la que acaba de hacer para poder desayunar.
“Darte vuelto es un problema. Ahorita, compré unas piezas (fritas) y el dueño del puesto tuvo que darme otras cosas para poder completar” el pago, con un billete de un dólar, precisa. Carla tuvo 0,5 bolívares a su favor en la operación.
La especialista en uñas de caballeros preferiría que su moneda nacional fuese la reina en el tablero financiero de Venezuela. “En realidad, estoy en mi país, me gustaría tener bolívares, pero el dólar es lo que circula, se prefiere”, insiste.
Hay quienes consideran que tanto el dólar como el bolívar son “necesarios” para mantener la estabilidad de las finanzas pequeñas y magnas del país. Julio Hernández, un venezolano a punto de cumplir 50 años, es uno de ellos.
Valora al dólar como “una moneda fuerte” y al bolívar como una imperativa para operaciones “pequeñas”, como dar un vuelto o pagar un pasaje de autobús.
“Yo uso más el bolívar. El dólar es fuerte (difícil) de conseguir”, admite, antes de reanudar su paso por un centro comercial del transitado centro de Maracaibo.
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