María Pérez es empleada doméstica. Su esposo e hijo también trabajan y su hija estudia secundaria.
Por un día de trabajo, que consiste en limpiar una casa de familia y planchar, gana 600 bolívares, o $3,10 dólares a una tasa oficial de 192,95 bolívares por dólar.
Recientemente pasó casi medio día en una cola para comprar dos pollos a precio regulado de 65 bolívares el kilo, por los que pagó 285 bolívares, lo que equivale a $1,47 dólares, casi la mitad de su ingreso diario.
Mientras camina tras salir de su trabajo, sorprendida por no ver una fila extensa, decide revisar si llegó algún producto que necesite.
En el local hay jabón en polvo en presentación pequeña y arroz, dos de los productos más demandados actualmente en Venezuela.
Sin pensarlo toma tres paquetes de jabón y cuatro de arroz, la cantidad que ese establecimiento permite comprar por persona.
Cuando va a pagar por los artículos, la cajera le pide su cédula. Al revisarla le dice que no puede comprar porque, como en muchos supermercados, en ese establecimiento adoptaron la medida de vender según el número de su cédula de consumidor, para evitar que se formen aun colas más largas.
A María no le corresponde comprar ese día, pero le pide a la cajera que haga una excepción.
Le explica que en su hogar queda poco jabón y que no sabe cuándo volverá tener la oportunidad de comprarlo.
La cajera accede. Le permite llevar los productos por los que paga 200 bolívares, o poco más de un dólar.
Al relatar su experiencia a la Voz de América, María, como muchos venezolanos, asegura estar cansada de hacer fila prácticamente a diario.
Le preocupa que los precios sigan aumentando y que además llegue un momento en el que no pueda conseguir a precio regulado ninguno de los productos que necesita, los que suben de valor dramáticamente en el mercado negro.
“Antes compraba muchas cosas, podía darme gustos. Ahora vivo limitada y no puedo comprar cuando quiero y tengo el dinero”, dice María.
Venezuela registra los niveles de inflación más altos del mundo.
Diversos analistas coinciden en proyectar que, al cierre de 2015, la inflación podría ubicarse por encima del 120%.
Ante el panorama, María teme por el futuro de sus hijos.
Ha pensado en regresar a su país de origen, Colombia, pero sostiene que no es una decisión fácil.
“Después de 25 años en Venezuela no sabría cómo empezar de nuevo. Sin embargo, aquí no veo oportunidades”, concluye María.