El presidente Donald Trump se ha mostrado frustrado por las filtraciones que han plagado su administración, en realidad desde antes de tomar posesión del cargo, y ha amenazado con procesar penalmente a quienes las hagan.
La más reciente parece ser la información publicada el jueves por la noche por el Washington Post de que su asesor de seguridad nacional, Michael Flynn, no solo mintió al vicepresidente Mike Pence sobre su conversación con el embajador ruso, Sergei Kysliak, sino también al FBI, durante una entrevista para confrontar sus declaraciones comparadas con la transcripción de la conversación, un posible motivo para ser procesado.
El jueves, en su cuenta de Twitter, el presidente denunció a los “soplones de baja calaña” y durante la conferencia de prensa de ese mismo día dijo haber pedido al Departamento de Justicia investigar ese tipo de “filtraciones criminales”.
Pero las filtraciones en sí —la prematura divulgación de políticas confidenciales, acciones ejecutivas o planes gubernamentales— no son nada nuevo, de acuerdo a Louis Clark, director ejecutivo del Government Accountability Project, una organización sin fines de lucro dedicada a proteger a los soplones.
Lo nuevo es, según dijo Clark a la Voz de América, el motivo que impulsa a los soplones, aquellos que divulgan la información usualmente a los periodistas.
El experto asegura que las filtraciones generalmente tienen la intención de presionar en favor de una política en particular o una decisión política, pero lo que se esta viendo ahora, señala él, es que “las filtraciones que preocupan a Trump parecen tener la intención de dañar al presidente y su reputación”.
La crítica directa al presidente de esa manera “es un tanto sin precedente”, dijo Clark a la VOA.
Jesselyn Radack, ex abogada del Departamento de Justicia con experiencia en temas de seguridad nacional que ahora trabaja para el Programa de Protección de Fuentes y Soplones del Instituto para la Exactitud Pública, dice que hay algo “más peligroso” en la filtraciones que han rodeado la administración Trump comparadas con las del tiempo del expresidente Barack Obama, cuyo gobierno se vio fuertemente sacudido por la más grande filtración de secretos de estado en la historia de Estados Unidos.
“A menudo, los gobiernos sueltan globos de prueba para sondear ideas”, dijo Radack en entrevista con la Voz de América. “Las filtraciones sobre Trump parecen mucho más peligrosas. Salen de todas partes. No parecen ser filtraciones estratégicas”.
Dichas filtraciones cobraron su primera víctima con la renuncia de Flynn cuando apenas tenía unas semanas en el cargo.
“El escándalo real aquí es que la información secreta está siendo repartida por la ‘inteligencia’ como si fueran caramelos”, se quejó el presidente Trump en su cuenta de Twitter.
Trump ya fue víctima de ellas el mes pasado cuando la publicación Buzzfeed News divulgó un dossier de 35 páginas que resume la supuesta conducta salaz en la que habría estado involucrado Trump durante una visita a Rusia antes de ser presidente. El reporte, compilado por un ex espía británico, no incluía evidencia específica contra Trump, pero sugería que agentes de inteligencia rusos tenían material comprometedor que podía ser usado para chantajear al presidente.
“Fue una desgracia”, dijo Trump entonces sobre el documento filtrado. “Desgracia que las agencias de inteligencia hayan permitido salir cualquier información que ha resultado ser tan falsa”. Y más tarde añadió que “eso es algo que la Alemania nazi hubiera hecho y que así hizo”.
De igual forma se filtraron las embarazosas conversaciones telefónicas que el presidente tuvo con el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, y el primer ministro australiano, Malcolm Turnbull, que Trump calificó de “noticias falsas”.
En su conferencia de prensa del jueves, el presidente insistió en el tema.
“No quiero que la información secreta llegue al público… ¿Qué va a pasar cuando esté ocupado con el Oriente Medio? ¿Qué va a pasar cuando esté lidiando con temas de verdad, de verdad importantes como Corea del Norte? Tenemos que parar esto”, reclamó.
Los defensores de las filtraciones con quienes habló la VOA, dijeron que los empleados gubernamentales generalmente filtran información si creen que su divulgación va a beneficiar al público en general, lo que llaman “de interés público”.
Radack dijo que sacar a luz las conversaciones entre Flynn y Kislyak más o menos cumple con esa definición.
“Si consideramos que las filtraciones sobre Flynn revelan un mal comportamiento dentro del gobierno, esto cuenta como soplo”, dice Radack.
De igual manera opina Clark: “Cuando hay una filtración que tiene que ver con una declaración falsa, entonces no creo que se pueda asumir que los agentes están conspirando en oposición al presidente”.