Un grupo de empresarios de Pensilvania rodeó a Mike Pence cuando transmitía el saludo de rutina de Donald Trump. La respuesta fue parca.
Pero cuando el vicepresidente se abocó a lo que había venido a hacer a York, Pensilvania, --promover el nuevo pacto comercial de Estados Unidos con México y Canadá-- los presentes se entusiasmaron. Y cuando llegó al momento de exhortar al Congreso a que apruebe el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, la audiencia lo aplaudió.
Pence está abocado a impulsar la prioridad legislativa más importante del gobierno para este año, la aprobación del pacto comercial que reemplazará al viejo TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte, NAFTA en inglés). Mientras Trump libra una guerra comercial con China y amenaza con empezar otra con México, Pence recorre el país tratando de recabar apoyo para el acuerdo de libre comercio. Mientras su jefe habla de cobrar aranceles a las importaciones, Pence visita sitios como Eau Claire (Wisconsin) y Lebanon (Indiana), y habla de los beneficios que conlleva bajar esas tarifas.
El vicepresidente no se limita a buscar apoyo para el acuerdo comercial. También trata de mantener unido un Partido Republicano que mira con mucha aprehensión las guerras comerciales de Trump. Las políticas del mandatario contradicen el apoyo tradicional de su partido a los mercados libres y podrían ahuyentar a un empresariado que siempre se ha inclinado por los republicanos e incluso a obreros que dieron la espalda a los demócratas y ayudaron a Trump a llegar a la Casa Blanca en el 2016.
El gobierno tiene mucho trabajo por delante. AP VoteCast, un estudio del electorado hecho durante las elecciones de mitad de término del 2018, reveló que hay fuerte oposición a la política comercial de Trump. Una consulta de más de 115.000 votantes de todo el país indicó que el 45% apoyaba a Trump en ese terreno y un 53% desaprobaba su política.
Y Trump sigue siendo visto con escepticismo por bastiones de su partido. Su amenaza de imponer aranceles a las importaciones mexicanas si México no contenía el flujo de migrantes fue condenada incluso por la Cámara de Comercio, históricamente allegada a los republicanos.
“Se aprovechan de nosotros en todas las formas posibles y la Cámara de Comercio está con ellos”, dijo Trump el lunes en una entrevista no programada con CNBC, en la que comparó al bloque empresarial con socios comerciales explotadores.
Pence asoma como el encargado de aplacar al votante republicano tradicional.
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Mientras que Trump trata de vender el T-MEC como un pacto nuevo que reemplaza al TLCAN, firmado hace 25 años y que él condenó durante su campaña presidencial, el acuerdo trilateral es tan solo una versión actualizada del viejo acuerdo, con algunos ajustes relacionados con la economía digital y protecciones adicionales para los trabajadores.
Los sectores industriales y agrícolas más afectados por el TLCAN y por el nuevo pacto son de vital importancia con miras a las elecciones presidenciales del 2020 y no es secreto que eso es lo que tiene en mente Pence. Sitios como R&J Johnson Farms, cerca de Glydon, Minnesota, un estado que ganó Hillary Clinton en el 2016 y que Trump espera conquistar el año que viene. Pence hizo una visita el mes pasado y exhortó al representante demócrata Collin Peterson a que haga fuerza para que su partido apoye el T-MEC.
Pence también recorrió en York, Pensilvania, la fábrica JLS Automation, que produce máquinas de empacado automático. Trump ganó en York por un margen de casi 2 por 1 en el 2016, pero ese apoyo mermó el año pasado.
“Son bancas demócratas, pero en estados que necesitamos ganar en el 2020”, comentó el jefe de despacho de Pence, Marc Chort.
Pence, un exlegislador, es bien conocido por representantes y senadores republicanos y también por grupos de presión, algo importante en vista de que Trump no quiere o no logra mantener la disciplina de un mensaje de campaña estratégico.
Si bien las medidas proteccionistas de Trump han consternado a muchos elementos de la comunidad empresarial, en particular la Cámara de Comercio, el T-MEC ha sido un factor unificador de la base republicana.
“Por más que tengamos desacuerdos en torno a los aranceles, eso no afecta nuestra fuerte relación de trabajo en torno a cosas importantes como el T-MEC”, expresó Neil Bradley, de la Cámara. Y elogió el papel de Pence: “Como ex miembro (del Congreso), conoce el impacto que tiene el que un vicepresidente vaya a un distrito y hable de los beneficios de una política en particular. Sabe cómo movilizar al electorado”.
Miembro de un gobierno poco convencional, Pence ha hecho una docena de viajes en los últimos tres meses que responden a los principios básicos de una organización política. Conversó con líderes empresariales, fue a actos con obreros y dio entrevistas.
“Transmitan lo que el T-MEC va a representar para compañías como esta”, exhortó Pence a una audiencia de ingenieros, comerciantes y vendedores en Pensilvania. “Es vital que consigamos que el Congreso apruebe el T-MEC, y que lo haga en el verano (boreal, a mediados de año)”.
Observadores creen que ese plazo es poco realista.
Pero la Casa Blanca trata de evitar que el T-MEC sea tema de la campaña electoral y la función de Pence es alentar a los demócratas a que presionen a la presidenta de la cámara baja Nancy Pelosi para que someta el proyecto a votación.
Los republicanos, no obstante, admiten que es poco probable que los demócratas se expongan a darle a Trump lo que sería una sonada victoria política en la antesala de las elecciones.