El migrante hondureño Noel Castillo oyó una ráfaga de disparos poco después de las 19.30 horas de finales de diciembre mientras viajaba con su familia por una carretera del norte de México. A través de la ventanilla, vio cómo unos camiones rodeaban el autobús, cercándolos por todos lados.
"No creíamos lo que estaba sucediendo porque hubo disparos, hubo muchos disparos", narró Castillo.
Hombres armados, enmascarados y vestidos con ropa militar irrumpieron en el autobús y exigieron a los pasajeros que se identificaran. A continuación se llevaron a Castillo y a otros 31 migrantes en un secuestro masivo que desencadenó una vasta persecución por parte de las autoridades mexicanas y puso de relieve los riesgos a los que se enfrentan los cientos de miles de personas que atraviesan el país latinoamericano cada año de camino a Estados Unidos en busca de asilo.
Reuters entrevistó por teléfono a Castillo y a su hermana, Dilcia, que también sobrevivió al secuestro, el miércoles por la noche, horas después de que cruzaran legalmente a Estados Unidos.
El suyo es el primer relato público de migrantes sobre los sucesos del 30 de diciembre, cuando seis hondureños y 26 venezolanos fueron secuestrados. Todos los migrantes fueron liberados el 3 de enero.
La familia Castillo dijo que huyó de Honduras durante el verano para escapar de poderosas bandas de narcotraficantes que intentaban reclutar por la fuerza a las dos hijas adolescentes de Dilcia, cuyos nombres Reuters mantiene en reserva a petición de la familia.
Tras meses en el sur de México, la familia llegó a la ciudad norteña de Monterrey y el 30 de diciembre se embarcó en un autobús comercial con destino a Matamoros.
Su intención era esperar allí mientras solicitaban una cita en una aplicación para teléfonos inteligentes del gobierno estadounidense, CBP One, que les permitiría entrar legalmente al país norteamericano.
El autobús pasó por dos retenes oficiales, recordó Castillo, donde dijo que él y otros migrantes fueron extorsionados por funcionarios por 500 pesos o 30 dólares por persona cada vez.
Las autoridades mexicanas no respondieron de inmediato a una solicitud de comentarios sobre la denuncia de extorsión, que Reuters no pudo verificar de forma independiente.
Poco después de pasar por la ciudad de Reynosa, hombres armados rodearon el autobús.
Diversas redes delictivas controlan franjas de esta región fronteriza y suelen extorsionar y secuestrar a los inmigrantes que transitan por su territorio.
Los delincuentes se llevaron a Castillo, a su sobrina y a otros migrantes en un camión, mientras que Dilcia, su hija mayor y otros miembros del grupo fueron trasladados a otro lugar.
Durante cuatro días, Dilcia no tuvo noticias de su hija menor. Lo único que oyó fueron las amenazas de los secuestradores: Si no pagas, no volverás a verla.
"Uno se imagina lo peor: ¿Qué le estará pasando? ¿Qué habrán hecho con ella?", recuerda. La experiencia fue "aterradora", añadió.
Pasaban los días sin comida, sin agua. La estrecha casa donde estaban recluidos estaba plagada de ratas y cucarachas, rememoró.
Mientras tanto, Castillo y su sobrina fueron llevados a un rancho con una casa tan abarrotada de docenas de otros migrantes secuestrados que a veces ni siquiera había espacio suficiente para sentarse, relató. Les despojaron de sus teléfonos, dinero en efectivo e incluso de sus zapatos.
En Honduras, sus familiares recibieron una serie de llamadas en las que los secuestradores exigían miles de dólares de rescate.
La familia vendió la casa de Dilcia y reunió otros fondos para pagar unos 7,000 dólares a los secuestradores, que pidieron que el dinero se enviara a una serie de cuentas bancarias, que la familia cree que tenían su sede en Perú.
El 3 de enero, los 32 migrantes que habían sido secuestrados juntos cinco días antes fueron subidos a un autobús por sus secuestradores y abandonados en el aparcamiento de un centro comercial no lejos de la frontera.
"Van a venir por ustedes", recuerda Castillo que les dijeron. Unos 10 minutos después, añade, llegaron las autoridades mexicanas, que afirman que descubrieron al grupo tras una llamada anónima de emergencia al 911.
Añaden que los migrantes fueron liberados por sus captores debido al gran despliegue de fuerzas de seguridad y a la consiguiente persecución.
También dijeron que el caso era "atípico" debido al gran número de migrantes plagiados a la vez, aunque reconocieron que los migrantes son secuestrados habitualmente en esta parte de México.
Cuando abandonaron el rancho, decenas de otros migrantes seguían recluidos allí, dijo Castillo. Las autoridades afirman que la investigación está en curso, pero que por el momento no ha sido detenido nadie.
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