La población estadounidense está conmocionada tras la tragedia en la escuela de Uvalde, Texas, en la que 19 niños y 2 maestros perdieron la vida a tiros. Un impacto emocional que afecta principalmente a los padres de las víctimas que, a partir de ahora, deberán comenzar un proceso de duelo muy difícil de afrontar.
“Perder a un hijo de una forma tan violenta e inesperada tiene consecuencias catastróficas”, advierte a la Voz de América Varinia Cabrera, psicóloga clínica de la Universidad Carlos Albizu de Puerto Rico.
En su opinión, lo importante es acudir a un terapeuta profesional que pueda manejar este proceso y que ayude a minimizar, en la medida de lo posible, el impacto a su salud mental.
El proceso de duelo
Según los expertos consultados por VOA, hay un proceso de duelo que consta de cinco etapas: la negación, la depresión, la ira, la negociación y, al final, la aceptación. No existe un cronograma exacto porque cada etapa se supera con mayor o menor éxito dependiendo de la situación emocional de cada persona.
“No hay una forma correcta para hacer el duelo porque cada uno sufre a su manera y en su propio tiempo. No creo que sea apropiado decirle a la gente cómo hacer el duelo. La gente debe darse el espacio para hacerlo y saber que no importa cómo te sientas o cómo lo estés haciendo”, explica Melissa Whitson, profesora de psicología en la Universidad de New Haven, en Connecticut.
En ese sentido, aclara que aunque otros padres superen o afronten el proceso de una forma diferente “no significa que sea incorrecto” porque cada uno lo hace de una forma distinta y a su ritmo.
Superar el sentimiento de culpa
La muerte repentina de 19 niños a manos de un tirador, sin duda, puede provocar los sentimientos de culpa entre los padres al pensar que, quizás, hubiese sido un buen día para que su pequeño se quedara en casa o que, a lo mejor, si se hubiesen mudado antes a otra ciudad ahora no estarían enfrentando esta desgracia personal.
“Creo que podría haber ese sentimiento de culpa al pensar que una pequeña decisión podría haber cambiado las cosas. Pero, eso no hay forma de saberlo con anticipación y lo cierto es que podría haber ocurrido en cualquier otra escuela”, agrega la experta de Connecticut, al considerar que “esos sentimientos son parte de ese proceso” de duelo y que “no hay mucho que podamos hacer para prevenir desde la perspectiva de los padres”.
Sobre eso, Jonathan Comer, profesor de psicología y psiquiatría de la Universidad Internacional de Florida (FIU, por sus siglas en inglés), y director del Programa de Intervenciones y Tecnología de Salud Mental (MINT, en inglés), señaló que “no es raro que los padres se sientan culpables” porque “sienten que su trabajo siempre es el de proteger”.
“Es por eso que es normal que sientan una culpa insoportable en un momento como este y algunos pueden tener muchos remordimientos al pensar que la última vez que vio al niño no debieron haber discutido o no debió haber estado trabajando tanto en los últimos años, entre otros cuestionamientos”, comenta a VOA Comer, que también dirige la red New Day enfocada a buscar soluciones para mejorar el bienestar de los jóvenes afectados por desastres como el tiroteo de Texas.
“Es muy fácil caer en la autoinculpación”
Por su parte, Greg Jantz, el fundador de la organización A place of Hope (“Un lugar de esperanza”, en español), el principal centro de ayuda en Estados Unidos para las personas diagnosticadas con depresión, sostiene que cuando ocurren este tipo de tragedias “es muy fácil caer en la autoinculpación”.
“Hay que tener mucho cuidado de infligir culpabilidad porque hay algunas cosas que están totalmente fuera de nuestro control y, aún así, entramos en un modo de auto inculparnos y pensar que deberíamos haberlo sabido mejor y haber ido a una escuela diferente”, explicaba el también escritor de más de 40 libros especializados en cuestiones de salud mental.
Miedo por llevar a los hijos a la escuela en Estados Unidos
Este tiroteo en la escuela de Texas no es un caso aislado. En lo que llevamos de 2022, se han contabilizado 47 víctimas mortales en las escuelas norteamericanas, según un informe del Centro para la Defensa y la Seguridad Nacional de Estados Unidos, que registra todos los incidentes con armas en las escuelas del país.
Es por ello que la desgracia de Uvalde también despierta la preocupación de muchos padres por el temor de que a sus hijos les pueda pasar alguna cosa parecida en sus respectivas escuelas.
“Ciertamente me identifico porque, esta mañana, tuve que enviar a mi hijo de segundo grado a la escuela y tenía un nudo en el estómago”, relata a VOA Noticias Melissa Whitson, de la Universidad de New Haven.
Es por ello que insiste en que se “deben controlar las cosas que se pueden controlar” y remarca que los padres no pueden prevenir en modo alguno este tipo de tragedias.
Dar confianza a los hijos
A pesar de todo, defendía la importancia de trasladar un sentido de seguridad, confianza y tranquilidad a los más pequeños dejándoles saber que viven en un clima de normalidad.
“Es importante mantener un sentido de normalidad y rutina para los niños, especialmente cuando han visto la violencia o han oído hablar de ella”, dice Whitson al respecto, convencida de que “también es útil que los niños restablezcan esa sensación de seguridad”.
Para incrementar esa tranquilidad, la psicóloga clínica recomienda comunicarse con los respectivos distritos escolares y “averiguar qué tipo de protocolos de seguridad tienen implementados”. “Eso también puede ayudarnos a sentirnos un poco mejor y aumentar nuestra sensación de seguridad y saber cómo se responde a la violencia con armas”, manifestaba.
“Un efecto dominó” en la salud mental de la población
Pero Jantz, de A place of Hope y uno de los principales expertos del país en tratamiento de depresión, alerta que tiroteos escolares como el del martes, irremediablemente, provocan “un efecto dominó” en la salud mental de la población, así como también en sus niveles de preocupación y ansiedad. “Pueden provocar un trauma y ese trauma puede crear mucho miedo que, a su vez, puede venir en oleadas. Puede ser bastante abrumador”, comenta.
Sobre eso, considera que una de las cosas que debe hacer la sociedad en general es “unirse y abordar los problemas de salud mental que se deban abordar”. “La ansiedad es el diagnóstico número uno en nuestro país, y la ansiedad está en su punto más alto. Eso significa miedo y el miedo paraliza. Una de las cosas que debemos hacer es tranquilizar a nuestros hijos, ellos necesitan abrazos físicos y palabras de consuelo”, agregaba el respecto.
Una población ya afectada anímicamente
El experto Comer, de FIU, también recuerda que las situaciones de estrés no hacen más que afectar negativamente al estado de ánimo de la población que ya, de por sí, está viviendo unos tiempos convulsos tras la crisis sanitaria del coronavirus y otros eventos como los daños colaterales de la guerra en Ucrania, entre otras cosas.
“Todo el mundo está agotado, venimos después de una agitación en los últimos años con el COVID-19, en el extranjero estamos viviendo tremendos conflictos y estamos viendo un nivel de estrés e ira en la comunidad, también las familias de minorías raciales y étnicas que están experimentando racismo y crímenes de odio”, agrega.
En su opinión, y basándose en algunos estudios propios, el profesor universitario señala que, en la medida de lo posible, es bueno que en los hogares se hable de este tipo de situaciones para que los niños puedan entender a través de la serenidad de sus padres qué es lo que ha pasado.
“Está bien que los padres admitan que tienen miedo pero si están tan abrumados que no pueden terminar una oración sin llorar, entonces no es el tiempo correcto para hablar con su hijo. Pero en general, si pueden contener su emoción pueden trasmitir sus preocupaciones y eso puede ser realmente útil para los niños”, acota.
¡Conéctate con la Voz de América! Suscríbete a nuestro canal de YouTube y activa las notificaciones, o bien, síguenos en las redes sociales: Facebook, Twitter e Instagram.