El foco de la atención sobre el Oriente Medio ha girado inadvertidamente las últimas semanas hacia el viejo conflicto israelí-palestino y los choques entre islamistas y laicos en Egipto, que han hipotecado las aspiraciones de la Primavera Árabe en ese país. El mundo parece haber olvidado la guerra en Siria, que ya dura 20 meses y no da señales de cuándo acabar.
Esta semana los combates entre las fuerzas armadas sirias y la oposición armada han llegado otra vez a los alrededores de Damasco, exactamente a la zona del aeropuerto a unos 27 kilómetros al sureste de la capital, donde el régimen del presidente Bashar al Assad cortó las comunicaciones para levantar un muro entre la opinión pública y la realidad.
Según los llamados Comités de Coordinación Local de la oposición, los servicios de Internet y de telefonía fija y móvil dejaron de funcionar en la mayoría de las zonas de Damasco y sus inmediaciones, y también hubo cortes en las provincias centrales de Hama y Homs, en Deraa y Suaida, en el sur, en Tartus, en el oeste, y en otras partes del país.
El Observatorio Sirio de los Derechos Humanos, grupo opositor con sede en Londres, estima que desde que se inició la rebelión contra Assad en marzo de 2011, podrían haber muerto más de 36 mil personas entre soldados, civiles y desertores.
Las masacres ocurren casi a diario. El ejército ataca ciudades indiscriminadamente porque Assad se siente acorralado, y en una de sus más recientes operaciones las fuerzas militares sirias bombardearon un hospital en la ciudad de Alepo y mataron a 40 personas.
Pero este es sólo uno más de los trágicos sucesos que vienen desangrando a diario al país. El domingo 10 menores de edad murieron en un bombardeo de la aviación del régimen en la localidad de Deir al Asafir, al sureste de Damasco. Según dijeron testigos, los niños estaban jugando en la calle cuando les sorprendió el ataque.
Los representantes de la oposición tampoco han dado muestras de una representatividad popular que les haya granjeado la confianza de la comunidad internacional. Y en un esfuerzo integrador se creó a principios de mes tras un acuerdo alcanzado en Doha (Qatar) una nueva Coalición Nacional de Fuerzas de la Oposición y Rebeldes (CNFORS).
La coalición desplazó del primer plano al Consejo Nacional Sirio (CNS) que hasta ahora fungía como grupo aparentemente aglutinador de las fuerzas antigubernamentales, sin haber dado muestras de garantizar el respeto a todas las minorías que combaten hombro a hombro contra el gobierno de Assad y que cuentan en el panorama político nacional.
De hecho también ha habido denuncias de ejecuciones sumarias y de otras atrocidades cometidas por rebeldes contra soldados del régimen, y de que bajo el paraguas de la oposición se cobijan grupos islamistas radicales que no están interesados en establecer una democracia que garantice los derechos fundamentales para todos en el país.
En adición, se estima que el número total de refugiados sirios excede ya los 400 mil, hombres mujeres ancianos y niños que huyen de la guerra hacia las naciones vecinas: Libano, Jordania, Irak y Turquía. Y según teme la ONU esa cifra podría llegar muy pronto a los 700 mil.
Lo realmente lamentable es que el conflicto, que ha cobrado proporciones de tragedia y trascendido las fronteras sirias, no haya podido ser hasta ahora frenado por Naciones Unidas, cuya razón de ser y mandato principal es el de mantener la paz y la seguridad internacionales.
Esta semana los combates entre las fuerzas armadas sirias y la oposición armada han llegado otra vez a los alrededores de Damasco, exactamente a la zona del aeropuerto a unos 27 kilómetros al sureste de la capital, donde el régimen del presidente Bashar al Assad cortó las comunicaciones para levantar un muro entre la opinión pública y la realidad.
Según los llamados Comités de Coordinación Local de la oposición, los servicios de Internet y de telefonía fija y móvil dejaron de funcionar en la mayoría de las zonas de Damasco y sus inmediaciones, y también hubo cortes en las provincias centrales de Hama y Homs, en Deraa y Suaida, en el sur, en Tartus, en el oeste, y en otras partes del país.
El Observatorio Sirio de los Derechos Humanos, grupo opositor con sede en Londres, estima que desde que se inició la rebelión contra Assad en marzo de 2011, podrían haber muerto más de 36 mil personas entre soldados, civiles y desertores.
Las masacres ocurren casi a diario. El ejército ataca ciudades indiscriminadamente porque Assad se siente acorralado, y en una de sus más recientes operaciones las fuerzas militares sirias bombardearon un hospital en la ciudad de Alepo y mataron a 40 personas.
Pero este es sólo uno más de los trágicos sucesos que vienen desangrando a diario al país. El domingo 10 menores de edad murieron en un bombardeo de la aviación del régimen en la localidad de Deir al Asafir, al sureste de Damasco. Según dijeron testigos, los niños estaban jugando en la calle cuando les sorprendió el ataque.
Los representantes de la oposición tampoco han dado muestras de una representatividad popular que les haya granjeado la confianza de la comunidad internacional. Y en un esfuerzo integrador se creó a principios de mes tras un acuerdo alcanzado en Doha (Qatar) una nueva Coalición Nacional de Fuerzas de la Oposición y Rebeldes (CNFORS).
La coalición desplazó del primer plano al Consejo Nacional Sirio (CNS) que hasta ahora fungía como grupo aparentemente aglutinador de las fuerzas antigubernamentales, sin haber dado muestras de garantizar el respeto a todas las minorías que combaten hombro a hombro contra el gobierno de Assad y que cuentan en el panorama político nacional.
De hecho también ha habido denuncias de ejecuciones sumarias y de otras atrocidades cometidas por rebeldes contra soldados del régimen, y de que bajo el paraguas de la oposición se cobijan grupos islamistas radicales que no están interesados en establecer una democracia que garantice los derechos fundamentales para todos en el país.
En adición, se estima que el número total de refugiados sirios excede ya los 400 mil, hombres mujeres ancianos y niños que huyen de la guerra hacia las naciones vecinas: Libano, Jordania, Irak y Turquía. Y según teme la ONU esa cifra podría llegar muy pronto a los 700 mil.
Lo realmente lamentable es que el conflicto, que ha cobrado proporciones de tragedia y trascendido las fronteras sirias, no haya podido ser hasta ahora frenado por Naciones Unidas, cuya razón de ser y mandato principal es el de mantener la paz y la seguridad internacionales.