Estuvo al borde de las lágrimas pero logró contenerse. Daniel Gruffat no es una víctima directa de los atentados del 11 de septiembre de 2001, pero no logra comprender cómo puede existir tanto odio en el mundo.
Hablamos por menos de 15 minutos, bajo la lluvia, frente a la iglesia Saint Paul, ubicada justo a uno de los costados de la Zona Cero, en donde estaban las Torres Gemelas y ahora se levanta un nuevo edificio igual de imponente, pero bastó para que las emociones de este argentino saltaran a lo evidente.
Es la primera vez que Gruffat visita Nueva York. Hizo el viaje junto a su hijo porque “quería que me acompañara en esta fecha conmemorativa”.
“Cuesta mucho poder expresar con palabras la sensación que tengo en este lugar. Es increíble, cuesta mucho aceptar tanta violencia, es imposible de describir, no parece real, cuesta mucho aceptarlo”, dijo Gruffat conteniendo las lágrimas.
Muchos de los turistas llegan a la Zona Cero motivados por la curiosidad y terminan sumergidos en una catarsis de interrogantes para la que simplemente no tienen respuestas.
“No es lógico que esto haya sido real. Recorrer toda la Zona Cero realmente me conmocionó, es una sensación difícil de expresar pero muy fácil de experimentar por todo lo que corre dentro de uno”, dijo este hombre sudamericano.
No es lógico que esto haya sido real. Recorrer toda la Zona Cero realmente me conmocionó
La sensación de Gruffat no es única. La sentimos todos los que llegamos al sitio en donde una vez no sólo habían dos gigantescas estructuras de hierro, sino miles de personas que poco o nada tenían que ver con el odio de unos pocos.
Y aunque en Nueva York, a diez años de los atentados terroristas, la vida parece continuar, Gruffat asegura que sigue faltando un elemento básico que podría evitar otra tragedia como la del 11 de septiembre.
“Tenemos que volver a pensar en la paz, en el amor, promoverlo, y no promover la muerte”.