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Rayos de unidad árabe en el Mundial tras años de descontento


En esta imagen de archivo, aficionados ondean banderas qataríes y palestinas durante una transmisión del primer partido del Mundial, entre Qatar y Ecuador, en un gimnasio en la Ciudad de Gaza, el 20 de noviembre de 2022 (Foto: AP)
En esta imagen de archivo, aficionados ondean banderas qataríes y palestinas durante una transmisión del primer partido del Mundial, entre Qatar y Ecuador, en un gimnasio en la Ciudad de Gaza, el 20 de noviembre de 2022 (Foto: AP)

Por un instante, después de que Salem Aldawsari anotó el gol contra Argentina para sellar la victoria de Arabia Saudí en el Mundial, los árabes en todo el dividido Oriente Medio tuvieron algo que celebrar.

Esta unidad árabe es difícil de conseguir y, cuando llega, es efímera. Pero la celebración de una Copa del Mundo en Qatar ha brindado la oportunidad para que muchos en el mundo árabe se unan por la victoria de Doha y de la selección saudí.

El sábado, cuando Arabia Saudí se enfrente a Polonia, se pondrá a prueba si ese impulso continúa y si se reanudan las tensiones regionales, las diferencias religiosas y la nueva competencia económica entre los países.

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“Todos los países árabes están celebrando porque un país árabe ha ganado”, dijo Rakan Yousef, un saudí de 27 años, luego de que otros aficionados árabes lo felicitaran en la capital qatarí, Doha, por la victoria de los Halcones Verdes. “Incluso el emir de Qatar asistió a nuestro partido (...) Ahora hay un sentimiento de que todos somos hermanos. Por eso me he quedado sin palabras”.

La división del mundo árabe empieza en el idioma.

El árabe hablado cambia según la región, desde la influencia bereber del norte de África al rápido egipcio que se escucha en las películas y las comedias de televisión, desde el suave acento levantino al dialecto gutural del Golfo Pérsico.

La religión es otro factor diferenciador: hay musulmanes, tanto suníes como chiíes, con sus propios subgrupos; y minorías cristianas, drusas, bahaíes, entre otras. Las diferencias religiosas y las rivalidades regionales se traducen en sangrientos conflictos, como la guerra que se está librando en Yemen.

Pero a pesar del intento de Al Qaeda de azuzar a los extremistas, el Mundial ha dejado hasta ahora unidad entre las naciones del golfo. El príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman, y el presidente de Egipto, Abdul Fatá El Sisi, los jefes de Estado de dos naciones que hace apenas dos años boicotearon a Qatar, asistieron al encuentro inaugural.

El jeque Mohammed bin Rashid Al Maktoum, que gobierna Dubái, calificó la celebración del mundial en Qatar como “un hito para todos los árabes” y también estuvo presente en el primer partido en el estadio Al Bayt. Ese era un sentimiento compartido por otros.

“Estamos orgullosos de estar aquí para la primera Copa del Mundo en un país árabe”, señaló el seleccionador de Marruecos, Walid Regragui.

El ministro de Exteriores de Jordania, Ayman Safadi, elogió también a la anfitriona al tiempo que rechazó las críticas de los reporteros y, por extensión, de los grupos de defensa de los derechos humanos.

“Qatar hizo un trabajo fantástico organizando un Mundial (...) Nunca dijo que fuese perfecto”, apuntó Safadi. “Tenemos diferencias de opinión, diferentes puntos de vista, pero esto no debería alejarnos del hecho de que Qatar ha organizado un Mundial que es único en todos los sentidos de la palabra”.

Pero la mayor sorpresa se produjo dos días después, cuando los saudíes apabullaron a Argentina en su primer partido en el torneo, con Aldawsari celebrándolo con una voltereta y una pirueta. El emir de Qatar, el jeque Tamim bin Hamad Al Thani, estuvo en el palco y se colocó una bandera saudí sobre los hombros.

Un veterano periodista deportivo saudí, Majed al-Tuwaijri, incluso lloró en directo tras el partido.

“Este es el momento más hermoso e importante de mi vida y de mis 30 años de carrera en los medios”, dijo con la voz entrecortada. “Estoy teniendo problemas para expresarme por la complejidad de mis sentimientos hacia esta gran victoria histórica”.

El rey Salman declaró feriado nacional en Arabia Saudí el miércoles para conmemorar el triunfo. Tanto en el reino como fuera, la gente festejó y ondeó su bandera blanca y verde.

La enseña incluye dos imágenes que muestran su complicado lugar en el mundo árabe. Lleva una espada blanca y la inscripción árabe de la shahada, una declaración de la fe islámica: “No hay más dios que Alá; Mahoma es el mensajero de Alá”. Tras la muerte del profeta Mahoma en el año 632 d.C., el Islam se extendió desde los austeros confines de la península Arábiga, que más tarde se convertirían en Arabia Saudí.

Hoy en día, el país mantiene la decapitación como forma de ejecución y es una de las naciones que más aplica la pena de muerte. Desde la década de 1980, ha empleado el dinero que le da el petróleo para exportar una visión ultraconservadora del islam, el wahabismo, a mezquitas de todo el mundo. Los extremistas se han aprovechado de las organizaciones wahabíes que reciben financiamiento saudí.

Su pasado, además de la política regional, hacen que la aceptación incondicional de Arabia Saudí sea algo complicado para los árabes en Oriente Medio. Aunque algunos celebraron la victoria saudí en la Franja de Gaza, el enclave palestino que sufre un bloqueo por parte de Egipto e Israel está gobernado por el grupo insurgente Hamas. El reino, aunque no reconoce diplomáticamente a Israel, permite ahora que las aerolíneas israelíes sobrevuelen su territorio.

La victoria saudí, que el diario Okaz describió como “la restauración de la gloria” del reino, encaja en la nueva Arabia Saudí, más nacionalista, bajo el mando del príncipe heredero, Mohammed bin Salman.

En Qatar se habla también en español
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Con su ascenso al poder, el país se ha liberalizado y ahora permite que las mujeres conduzcan, reabrió cines y limitó su policía de la moral. Pero Mohammed también ha encabezado una autodenominada campaña anticorrupción contra todos los que tienen algún tipo de poder. Las agencias de inteligencia estadounidenses creen que el brutal asesinato del columnista del Washington Post Jamal Khashoggi en el consulado saudí de Estambul se produjo por orden suya, algo que el reino niega.

Mientras, la competición económica entre Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí se ha incrementado mientras Riad arrebatar negocio a Dubái. Qatar, que hace apenas dos años sufrió un boicot liderado por los saudíes, se ha acercado al reino mientras afianza su relación con Estados Unidos.

El fútbol ofrece un respiro, pero no es una panacea para estos males.

“Tendría que haber una lobotomía histórica para pensar que esta es una región estable”, afirmó David B. Roberts, profesor adjunto del King’s College de Londres experto en las naciones árabes del golfo.

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