Las corrientes que llegan al mar en la mayoría de países latinoamericanos arrastran cada minuto toneladas de plástico y otros desechos en los océanos Pacífico y Atlántico, los mayores del planeta. En algunos países centroamericanos se han abierto incluso conflictos entre vecinos, más por el capricho de la naturaleza que por verter la basura al mar.
Los pobladores de la Bahía de Omoa, en Honduras, descubren cada vez con mayor frecuencia cómo las costas están cubiertas de basura arrastrada por el río Motagua de Guatemala al mar, la que a su vez las corrientes del Atlántico en esa zona vuelven a tirar tierra adentro, como excepción, y causan conflicto.
Un nuevo Tratado Global de los Océanos fue aprobado el fin de semana por la Organización de Naciones Unidas (ONU) después de 15 años de negociaciones para crear pautas internacionales de protección de los mares.
El nuevo tratado que debe ser ratificado por los Estados miembro del consenso mundial -antes de entrar en vigencia- ha profundizado en las pautas para proteger las aguas internacionales, más allá de las 200 millas náuticas (370 kilómetros) de las Zonas Económicas Especiales (ZEE) que corresponden a cada país, pero con vinculaciones a futuro sobre las acciones en estas para el impacto global.
El investigar experto en Cambio Climático, Ricardo Álvarez, dice a la Voz de América que el acuerdo “es un gran avance”, pero todavía queda mucho camino por recorrer para ver resultados concretos sobre la protección de los océanos.
También falta que se detallen asuntos espinosos sobre el uso de las aguas internacionales, como las prácticas militares que las potencias suelen realizar en esas zonas. Y sobre el terreno faltará ver también cuán interesados están los países en adherirse con prontitud al tratado.
La primera etapa ya está superada porque "el barco ha llegado a puerto" y no se esperan mayores cambios porque "no habrá reapertura ni negociaciones sustanciales" al documento explicó este domingo Rena Lee, presidenta de la conferencia negociadora del acuerdo en la sede de la ONU en Nueva York.
Sobre las aguas sin dueño -y de todos a la vez- que representan hasta un 60 % de la masa acuática salada del planeta, no existen hasta la fecha mecanismos legales de protección por lo que Álvarez considera "clave" el tratado porque en esa amplia zona de uso común de los países se ha carecido hasta el momento “de reglamentación que aplique a todo el mundo y que sean aceptadas por todo el mundo”.
La profesora Ellen Pikitch, de la cátedra de Ciencia de Conservación de Océanos de la Stony Brook University, en Nueva York, comentó este martes en redes sociales -al adjuntar un artículo científico al respecto- sobre la trascendencia del paso dado por las naciones.
“Una ocasión trascendental para celebrar, por el océano, el planeta y todos nosotros. Después de décadas de discusión y negociación se ha llegado a un acuerdo internacional que permite la protección de altamar”, comentó.
Las metas, el mundo y Latinoamérica
La aprobación de este tratado por parte de la ONU pretende impulsar un esfuerzo de conservación del 30 % de la tierra y los océanos como meta hacia el 2030, objetivos propuesta por los países reunidos en diciembre del año pasado en Montreal, Canadá.
En este contexto, el chileno Maximiliano Bello, experto en políticas oceánicas parte del equipo de investigadores de Mission Blue, y del Woodrow Wilson Center en Washington ha aportado a los medios de comunicación algunos números que reflejan el alcance del nuevo pacto global.
Según Bello, hasta ahora sólo está protegido el 7 % de los océanos con legislaciones propias para conservación en aguas de dominio de algunas naciones, y “un 3 % altamente protegido”.
Es decir que “tenemos un 97 % abierto a la explotación, y eso es muy preocupante por la falta de regulación”, ha dicho. Y no se diga en altamar donde menos del 1 % de las aguas está protegida.
Latinoamérica sigue rezagada según este experto que ha desarrollado investigaciones sobre el impacto de la pesca a gran escala desarrollada por China en la franja marítima de Ecuador, y en otras naciones del mundo.
Panamá, que albergó la semana pasada la octava conferencia global “Nuestro Océano”, ha pasado a ser el segundo país del mundo con mayor proporción de áreas protegidas dentro de sus límites marítimos al vetar el 54,3 % de sus aguas, Le sigue Chile que tiene protegido el 43 % de su franja marítima.
Después de estas naciones siguen Costa Rica y Colombia, con 30 %, pero aún están desarrollando planes de manejo, “y atrás viene Brasil” con un 20 % con "dificultades" para llegar a sus metas.
Mucho más rezagados están -según Bello- Paraguay y Perú que no llegan ni al 10 % de protección de sus aguas oceánicas, el resto de la región se ubica abajo incluso de ese umbral.
La basura la vida en el mar y la pesca
Durante la conferencia en Panamá, la vicepresidenta de la Organización Oceana en México, Renata Terrazas habló con VOA sobre los principales desafíos para proteger los mares.
Según Terrazas el primero y de los más urgente es el tema de contaminación por plásticos que llegan al mar, "el tema de plásticos no está superado porque alrededor de dos camiones se vierten cada minuto en el océano".
Luego siguen otras prioridades como la protección de hábitat para la vida marina que los países según esta experta deben llegar al 30 % como mínimo de sus recursos marinos para el año 2030, y otro tema crucial y delicado es la pesca de arrastre y a gran escala que pone en aprietos la subsistencia del planeta.
"La pesca ilegal y la sobrepesca es otro reto, necesitamos más transparencia para saber quién, cómo y dónde está pescando en nuestros mares", y que el punto -según Terrazas- no es prohibir la pesca sino administrarla, porque se ha llegado a un punto "gravísimo" de pérdida de especies clave en la supervivencia de los mares.
En ese punto el experto Maximiliano Bello cree que el Tratado Global de los Océanos abre oportunidades a América Latina porque los países estarían en condiciones "de controlar las flotas de países ricos que están sacando todos los recursos que son transables", y señala el modelo de pesca de China con altos subsidios para operar en el mundo.
"Todo lo que está pasando por fuera de las 200 millas va a impactar de manera directa sobre el ecosistema, sobre la economía y sobre la gente que vive de esos recursos marinos", puntualizó.
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