Una decisión controvertida, pero también histórica. Los tres científicos pioneros de los Organismos Genéticamente Modificados (OGM), reciben este jueves en Nueva York, uno de los premios más prestigiosos del mundo: el Premio Mundial de la Alimentación.
Los estadounidenses Mary Dell Chilton y Robert T. Fraley, junto al belga Marc Van Montagu, comparten el Premio Mundial de la Alimentación 2013 por sus descubrimientos revolucionarios que permitieron la fundación, desarrollo y aplicación de la biotecnología agrícola moderna.
en los genes
Como recuerda Mary Dell Chilton, cuando comenzó su carrera como científica en la década de 1970 creía que una bacteria microscópica y un tallo de maíz eran demasiado diferentes como para poder intercambiar partes de su código genético. “Entonces estaba punto de descubrir que aquella creencia tan arraigada era equivocado", recuerda.
El ADN de cada planta es como cientos de libros repletos de información, incluyendo los genes de la productividad, el sabor, la tolerancia al calor e incluso rasgos nocivos o tóxicos. El mejoramiento genético convencional produce semillas con una mezcla aleatoria de esa información, algunas buenas y otras malas.
Pero la ingeniería genética puede, simplemente, insertar información específica, como por ejemplo una proteína que mata a las plagas pero no afecta a las personas. “eso significa que no es necesario usar insecticidas para proteger a las plantas y a la vez mejorar el rendimiento que se obtiene. Eso es bueno", afirma Chilton.
En la actualidad, casi la totalidad del y el algodón que se planta en Estados Unidos contienen este tipo de gen, lo que reduce el uso de insecticidas en por lo menos 50 millones de kilogramos por año.
El Premio Mundial de la Alimentación fue creado en 1986 por el ganador del Premio Nobel de la Paz, Dr. Norman E. Borlaug, cuyo trabajo inició la 'Revolución Verde' que le ganó el reconocimiento como el hombre que “ha salvado más vidas que cualquier otra persona que haya existido”.
En los fundamentos de la decisión, se señala que en 2012, 17 millones de agricultores en todo el mundo plantaron cultivos genéticamente modificados –también llamados transgénicos-, lo que incluye a más del 90% de los agricultores de pequeña escala en los países en desarrollo.
La tecnología no sólo aumenta el rendimiento de la superficie cultivada, sino que además reduce el uso de pesticidas a través de una mejora en la resistencia a los insectos y enfermedades, e incrementa la capacidad de los cultivos para tolerar variaciones extremas en el clima, y será una herramienta fundamental para asegurar la alimentación para los 9 mil millones de personas que se espera que habiten la Tierra en el año 2050.
Sin embargo, los críticos cuestionan el papel de los organismos genéticamente modificados en la lucha contra el hambre en el mundo y hasta algunos dicen que algunas modificaciones han tenido efectos contraproducentes aumentando el uso de herbicidas.
Incluso no todos creen que Chilton -de la empresa de biotecnología Syngenta-, Fraley -vicepresidente ejecutivo de Monsanto- y Van Montagu -fundador y presidente del Instituto de Extensión en Biotecnología IPBO de Bélgica- merezcan el Premio Mundial de la Alimentación.
“En realidad me quedé sorprendido”, dijo Hans Herren, ganador del Premio Mundial de la Alimentación en 1995 por el uso de métodos naturales para controlar un devastador brote de plagas de insectos en África. Herren sostiene que los OGM no son la mejor manera de luchar contra el hambre.
En cambio, Harren sostiene que los organismos genéticamente modificados son la última versión de la agricultura intensiva que según sostiene es un callejón sin salida. "Tenemos que cambiar el paradigma” y exhorta a “encontrar mejores soluciones", e incluso dice que aún se necesita más investigación sobre en impacto sanitario, ambiental y social de los cultivos transgénicos.
Pero Mary Dell Chilton confía en que la tecnología de los OGM ayudará a alimentar al mundo. "Los necesitamos. Hay demasiada gente en este mundo y tenemos que darles de comer con el fin de evitar que luchen entre sí", dijo.
Mientras tanto, la lucha sobre la tecnología seguramente continuará.
Los estadounidenses Mary Dell Chilton y Robert T. Fraley, junto al belga Marc Van Montagu, comparten el Premio Mundial de la Alimentación 2013 por sus descubrimientos revolucionarios que permitieron la fundación, desarrollo y aplicación de la biotecnología agrícola moderna.
La clave está en los genes
La clave estáen los genes
Como recuerda Mary Dell Chilton, cuando comenzó su carrera como científica en la década de 1970 creía que una bacteria microscópica y un tallo de maíz eran demasiado diferentes como para poder intercambiar partes de su código genético. “Entonces estaba punto de descubrir que aquella creencia tan arraigada era equivocado", recuerda.
El ADN de cada planta es como cientos de libros repletos de información, incluyendo los genes de la productividad, el sabor, la tolerancia al calor e incluso rasgos nocivos o tóxicos. El mejoramiento genético convencional produce semillas con una mezcla aleatoria de esa información, algunas buenas y otras malas.
Pero la ingeniería genética puede, simplemente, insertar información específica, como por ejemplo una proteína que mata a las plagas pero no afecta a las personas. “eso significa que no es necesario usar insecticidas para proteger a las plantas y a la vez mejorar el rendimiento que se obtiene. Eso es bueno", afirma Chilton.
En la actualidad, casi la totalidad del y el algodón que se planta en Estados Unidos contienen este tipo de gen, lo que reduce el uso de insecticidas en por lo menos 50 millones de kilogramos por año.
El Premio Mundial de la Alimentación fue creado en 1986 por el ganador del Premio Nobel de la Paz, Dr. Norman E. Borlaug, cuyo trabajo inició la 'Revolución Verde' que le ganó el reconocimiento como el hombre que “ha salvado más vidas que cualquier otra persona que haya existido”.
La tecnología no sólo aumenta el rendimiento de la superficie cultivada, sino que además reduce el uso de pesticidas a través de una mejora en la resistencia a los insectos y enfermedades, e incrementa la capacidad de los cultivos para tolerar variaciones extremas en el clima, y será una herramienta fundamental para asegurar la alimentación para los 9 mil millones de personas que se espera que habiten la Tierra en el año 2050.
Sin embargo, los críticos cuestionan el papel de los organismos genéticamente modificados en la lucha contra el hambre en el mundo y hasta algunos dicen que algunas modificaciones han tenido efectos contraproducentes aumentando el uso de herbicidas.
Incluso no todos creen que Chilton -de la empresa de biotecnología Syngenta-, Fraley -vicepresidente ejecutivo de Monsanto- y Van Montagu -fundador y presidente del Instituto de Extensión en Biotecnología IPBO de Bélgica- merezcan el Premio Mundial de la Alimentación.
“En realidad me quedé sorprendido”, dijo Hans Herren, ganador del Premio Mundial de la Alimentación en 1995 por el uso de métodos naturales para controlar un devastador brote de plagas de insectos en África. Herren sostiene que los OGM no son la mejor manera de luchar contra el hambre.
En cambio, Harren sostiene que los organismos genéticamente modificados son la última versión de la agricultura intensiva que según sostiene es un callejón sin salida. "Tenemos que cambiar el paradigma” y exhorta a “encontrar mejores soluciones", e incluso dice que aún se necesita más investigación sobre en impacto sanitario, ambiental y social de los cultivos transgénicos.
Pero Mary Dell Chilton confía en que la tecnología de los OGM ayudará a alimentar al mundo. "Los necesitamos. Hay demasiada gente en este mundo y tenemos que darles de comer con el fin de evitar que luchen entre sí", dijo.
Mientras tanto, la lucha sobre la tecnología seguramente continuará.