Nicaragua es un país singular en Centroamérica. La pandemia lo ha demostrado. En las calles de su capital, Managua, donde habitan más de un millón de habitantes -de seis millones en total- existen pocos puestos médicos, hay hombres armados, aglomeraciones en lugar de distanciamiento social, muchos se quejan de la represión y pocas vacunas disponibles.
Un día a día en Managua difícilmente es normal. Las calles reflejan su crisis política que se inició en 2018, hace tres años exactamente. Los vendedores ambulantes cada vez son más comunes, como lo son las patrullas policiales que merodean parques, iglesias, centros de compras y cualquier punto que pueda ser objeto de una convocatoria contra el gobierno de Daniel Ortega.
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Muchos dentro y fuera de Nicaragua han catalogado a Ortega como "dictador", argumentando que conduce de forma autoritaria los destinos de la nación. Algunos se quejan de que la actual administración, lejos de llamar a que la ciudadanía extreme medidas para evitar los contagios de coronavirus, convoca eventos masivos como torneos deportivos y promueve festividades locales o religiosas, al margen de la iglesia.
Fuera de los hospitales, nicaragüenses lucen preocupados y con apenas información sobre sus familiares enfermos o sobre la pandemia en general. Ni siquiera pueden protestar porque son detenidos de forma inmediata. Un panorama similar se aprecia en terminales de transporte público.
Tampoco hay muchos medios que puedan contar sus historias porque algunos están bajo censura, otros bajo procesos judiciales y otros con imposibilidad de llegar a los centros de salud por temor a que sean asaltados por sujetos afines al gobierno.
En la avenida Bolívar, una de las principales de Managua, está lo que fue la sede del canal 100%Noticias, ahora tomado por la Policía. Han sido colocadas en el lugar banderas rojas y negras representativas del gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). También en gran formato es visible una fotografía de la pareja presidencial que conforman Ortega y su esposa y vicepresidenta Rosario Murillo. En iguales circunstancias está el diario La Prensa, situado en la carretera Norte de Managua.
Otra imagen recurrente en las calles la conforman parte de los más de 100.000 desempleados que buscan la manera de sobrevivir a través de negocios ambulantes. Son el reflejo de lo que economistas han advertido como un problema que tiene pocas posibilidades de ser sostenible a largo plazo.
Esperar minutos en los semáforos desde un vehículo es el retrato de la pobreza y el desempleo. Méndigos que esperan una ayuda de los conductores de vehículos, muchos también hastiados por el aumento desempleo y la crisis económica.
Muchos registran en los basureros en busca de alimentos u objetos útiles y otros van de prisa para conseguir un espacio en el saturado transporte público que colapsa en horarios “picos”.
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