La abogada Vilma Núñez de Escorcia, de larga carrera como defensora de derechos humanos en Nicaragua, reconoce que enfrenta este nuevo capítulo de su vida desarmada y con temor ante la brutal represión del gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo contra cualquier ciudadano que opine en su contra.
Sobre todo porque el clamor de los ciudadanos de todos los estamentos sociales: estudiantes, campesinos, empresarios, políticos, religiosos, personal de salud y educadores que "son atropellados por el gobierno" y a los que defienden no encuentran eco a sus llamados de auxilio dentro del país e incluso fuera.
“Es una sensación de impotencia, es una sensación en la que sientes que lo que haces no sirve de nada, que estas como arando en el desierto; pero definitivamente no podemos dejar sola a la población porque vemos el miedo de la gente y sus familiares que buscan por lo menos a alguien que los acompañe”, dijo la letrada Núñez de Escorcia que preside el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH).
Ella, junto a otras representantes de organizaciones de derechos humanos acudieron este miércoles a una audiencia del 180 período de sesiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para tratar el tema de la “Situación de los derechos políticos en el contexto electoral en Nicaragua”, programado mucho antes que iniciara la ola represiva actual.
Es más, hasta último momento temieron que se les impidiera participar en la audiencia en la que el estado nicaragüense no se hizo presente y donde tenía espacio para justificar sus medidas contra los líderes políticos, partidos de oposición y la población en general y explicar la operatividad de leyes electorales aprobadas recientemente por el oficialismo.
La abogada Núñez de Escorcia es una conocedora de larga data en la causa, quien afirma que seguirá de frente porque su familia la apoya, pero justifica que otros defensores de derechos humanos desistan ante el temor a represalias contra ellos y sus familiares.
Las reseñas históricas de esta abogada dicen que empezó su activismo por los derechos humanos cuando aún era estudiante a finales de la década de 1950, para entonces la dictadura de Anastasio Somoza imponía total control del país; se entregó a la causa de defender a los presos políticos una vez obtuvo sus credenciales de abogada.
En 1979, cuatro meses antes del triunfo de la Revolución Sandinista, el 17 de julio de ese año, cuando el matrimonio Ortega Murillo abanderaban la justicia social para el país centroamericano, la abogada Núñez Escorcia ya había sufrido encarcelamiento y la tortura.
La veterana defensora de derechos humanos experimentó la detención y prolongados interrogatorios “vendada de la vista, con descargas eléctricas y bajo amenazas de matar a su familia”, fue procesada por un tribunal militar que la condenó a 10 años de prisión, según reseñas de la época.
Pero fue gracias a la presión exterior sin precedentes contra el régimen de Anastasio Somoza encabezada por Amnistía Internacional que el gobierno de entonces aceptó una fianza y la liberó, aunque antes el gobierno negaba incluso saber de su paradero.
En la actualidad esta activista en categoría de adulto mayor dice a la CIDH con total sinceridad que ella y los suyos se sienten de algún modo solos ante la embestida del gobierno, porque sus llamados y colecta de datos, han llegado a considerar que solo serán usados por los organismos internacionales en el futuro. Pero incluso eso les alienta a seguir, dijo.
“Nos sentimos absolutamente limitados, sin posibilidades de trabajar en la forma que sabemos hacerlo y como nos gusta hacerlo, acompañando a las víctimas en el lugar donde ocurren los hechos, nos sentimos casi en una situación de clandestinidad como ocultándonos para que no nos vean, salimos a la calle y andamos viendo para todos lados a ver si no viene siguiendo alguien, porque aquí la persecución no solamente es de la policía hay gente de civil y un sistema de espionaje que no sabemos ya quien está al lado y quien te saluda amablemente pero te está espiando”, agregó.
Sus compañeras de faena en Nicaragua, que también testificaron ante la CIDH, Georgina Ortiz y Arlette Serrano, asientan una a una las palabras de su compatriota y pionera defensora de derechos humanos y reconocen que han extremado sus medidas de protección para ellas, su familia cercana y sus equipos con el mismo denominador común: el miedo y la impotencia.
"No lo voy a negar, yo tengo miedo y en conjunto tenemos miedo, es una sensación de ineficacia porque por más que uno acumule información y la traslade para que alguien que pueda resolver escuche. Nuestro consuelo en este momento es que ustedes, ante esta barbarie que se está viviendo y lo que mínimamente podemos acompañar, quede registrado en en los anales de la Comisión", ahondó la abogada Vilma Núñez de Escorcia.
Pidieron disculpas a los comisionados de la CIDH por atiborrarles de mensajes de urgencia ante la avalancha de casos que llegan a sus manos, pero reconocieron que sentían en esa acción como un desahogo al ser escuchadas.
Bien transcurrida la audiencia de 1 hora 30 minutos en la CIDH, el tecnicismo que suele marcar estos actos había dejado espacio a un examen de autorreflexión.
La presidenta de la Comisión, Antonia Urrejola, reconoció que incluso la organización con sede en Washington, parte del sistema interamericano de la Organización de Estados Americanos (OEA) a veces también se “sienten arar en el desierto”.
Pero les pidió valentía porque hoy por hoy son los ojos para contarle al mundo y registrar con nombres y detalles los atropellos a personas de todos los estamentos sociales, desde los líderes políticos opositores de los que más se sabe de los infortunios que atraviesan, para quienes la prensa da cobertura, pero también hay campesinos y personas de humilde condición cuyas historias no trascienden.
"Hemos podido hacer un seguimiento a la situación en Nicaragua gracias a la labor permanente de ustedes y por su compromiso social y humano. Doña Vilma decía que sienten impotencia y creo que a veces a la comisión le pasa lo mismo que la situación no mejora, sino que se agrava y comparto su impotencia, pero hay que tener claro que sacar la voz de los sin voz es algo importante siempre, dar voz a esa esas personas que tienen miedo al igual que ustedes", valoró la presidenta Urrejola.
Las defensoras ya habían depurado el tema sobre la situación de los periodistas y medios de comunicación independientes en Nicaragua, y los relatores de la comisión ya habían también expresado sus preocupaciones ante la información que del país centroamericano que reciben.
La presidente Urrejola agregó que desde la CIDH moverán todas las piezas que sean posibles para elevar a máximas instancias sus necesidades y que sin duda toda la información que compilan y envían si no es usada de momento servirá para los casos de Justicia Transicional que sobrevienen a periodos represivos en un país.
Las defensoras en la audiencia se comprometieron a plantar batalla porque esta es su opción de vida hasta el final.
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