El brote de coronavirus ha expuesto una aparente desconexión entre los mercados financieros y la ciencia.
Los expertos de salud no saben cuán lejos se propagará el nuevo virus de China o qué tanto empeorará la crisis, y sin embargo las acciones se están moviendo como si los inversionistas no esperaran algo más que un modesto impacto a la economía global.
En la Bolsa de Valores de Nueva York, por ejemplo, el índice bursátil S&P 500 se recuperó de las pérdidas de las últimas semanas y registró un máximo histórico el miércoles, mientras que los mercados de Japón y Hong Kong, más cercanos al epicentro del brote, también subieron. Las ganancias se produjeron en momentos en los que el número de personas infectadas a nivel internacional ha aumentado a más de 24.500 y la cifra de muertos alcanzó los 491, con la mayoría de los casos ocurridos en China.
Los inversionistas no pretenden saber más que los científicos. Pero tras una primera y diminuta alteración en torno a las inquietudes sobre un duro golpe a China, que es la segunda economía más grande del mundo y cuenta con una población de 1.400 millones de habitantes, y sobre los posibles efectos colaterales, los inversionistas están tomando en cuenta reportes de ganancias de las compañías más grandes del mundo que fueron mejores a lo previsto, así como otros indicadores económicos alentadores que vienen de otros sitios fuera de China.
Y quizás lo más importante es que los inversionistas ven más allá de las medidas de salud pública que se están implementando contra el virus; están considerando las herramientas financieras disponibles para contrarrestar el daño económico.
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