William González Guevara (Managua, 2000) escribió su primer poema a los siete años. Tiene una copia en casa, en un barrio obrero de Madrid, y otra en Nicaragua. Creció sin padre, y ese rol lo han ocupado sus dos hermanas, con quienes migró a España a los 11 años para reunirse con su madre.
Ahora estudia lengua y literatura más periodismo en la universidad Rey Juan Carlos, cuenta con una decena de premios, un libro y otro poemario en camino.
Nicaragua, donde le quedaron personas y recuerdos, ha sido uno de los ejes de su poesía. El origen fue la crianza con su abuela, que es analfabeta, pero le recitaba de memoria a Rubén Darío. “Su herencia es el amor por la palabra”, le dedica en un verso. El propio Rubén Darío, Ernesto Carvajal, Gioconda Belli… “Nacer en Nicaragua es poéticamente una ventaja: es un país con una herencia poética descomunal”.
Sin embargo, fue migrar a España lo que empujó a William a escribir por necesidad o terapia.
“Era un niño que se sentía muy solo, pero comprendía la soledad que estaba viviendo, y cuando no tienes ningún estímulo recurres al arte. Yo recurrí a la literatura”. Mientras su madre trabajaba como empleada de hogar, su refugio fue el colegio Lope de Vega. “Siempre quise vivir en los abrazos que recibía de mis profesores”, escribiría sobre esa influencia.
Hacer amigos en el colegio y en el barrio le empapó del entorno. Latinos, gitanos, árabes… Ese costumbrismo multicultural en el distrito de Carabanchel, en el suroeste de Madrid, se volvería inspiración, pero también las vivencias con amigos que terminaron en “narcopisos”, viviendas ocupadas ilegalmente para el tráfico y consumo de drogas.
"Los nadies"
Una mirada retrospectiva a esos poemas que escribió entre los 11 y los 17 años resultó en “Los nadies”. Ese primer libro convirtió en junio a William en el primer latinoamericano que gana el prestigioso Premio de Poesía Joven “Antonio Carvajal” en más de veinte años.
El Ayuntamiento de Albolote, un pueblo de la provincia de Granada, en el sur de España, se lo entregó el pasado 23 de septiembre, junto con la edición publicada por la editorial Hiperión.
“Ese libro nunca iba a existir, yo iba a tirar estos poemas”. Pero su mejor amigo le insistió en que más bien les diera forma, y aprovechó que tenía muchos fechados y el vacío por una ruptura que también dejó huella en el propio libro para trabajar en él. El título, inspirado en líneas del uruguayo Eduardo Galeano, encierra cómo se sentía: “Solitario, marginado”. “Y luego me di cuenta de que no soy el único, de que hay muchísimos”.
Esos nadies son “adolescentes perdidos”, como los de los narcopisos. “Crecí con ellos y siempre me mantuve en mi línea, pero era muy observador”. También quienes viven en su barrio: “Allí no llegan los libros, la poesía o la literatura. Llega la tertulia sobre la no violencia, charlas de servicios sociales... ¿Qué te van a hablar de Rubén Darío?”.
Su propia casa también era parte de ese contexto. “Siempre íbamos apretados a fin de mes y mi madre ha tenido que tirar del carro ella sola”. Jenny Guevara, su madre, ya no tiene huellas dactilares: la lejía (cloro, lavandina) se las fue borrando mientras la usaba para desinfectar los lugares donde trabajaba. Cuando va a la Policía para renovar su documento nacional de identidad, tienen que llevarla a otra sala para que ponga la huellas con los dedos de los pies.
Desde que recibió el premio Antonio Carvajal, William empieza su participación en los encuentros de lectura con el poema “Lejía”.
“A las empleadas de hogar latinoamericanas que cuidan mayores y limpian edificios: Mi madre, trabajadora de lunes a lunes, se ha escondido del cosmos. Han desaparecido sus huellas dactilares”...
"Me duele respirar"
Con media vida en España, William González no desconecta de la otra mitad que dejó en Nicaragua. “Yo he ensayado mi destierro desde niño, escribiendo sobre la nostalgia a la patria”.
Pero esa nostalgia ya no es solo por lo que recuerda o por sus seres queridos en un país al que no ha vuelto, sino por ver desde la distancia lo que ocurre allí.
Cuando un conocido de la infancia murió en las protestas de 2018 contra el Gobierno de Daniel Ortega, el dolor lo llevó a investigar sobre lo que iba pasando. “Me dolía ver cómo a un periodista le metían un disparo y caía desplomado, pero más el hecho de que no se haya hecho nada”.
Con el éxodo de más de 100.000 nicaragüenses desde entonces, empezó a ver, leer y hablar con muchas de esas personas para conocer sus historias.
“Me duele respirar” trata sobre esas protestas, muertos y exiliados. Es la primera vez que habla de este segundo libro, para el que transformó su investigación en otro poemario. El título viene de esa misma frase de Álvaro Conrado, el adolescente que murió por un disparo en la garganta desde larga distancia cuando les llevaba agua a quienes protestaban.
“Es el proyecto de mi vida”, aventura William emocionado. “Le he dedicado madrugadas. No salía de la habitación”. Igual que con “Los nadies”, lo postuló a un premio que tampoco esperaba, pero el pasado lunes la editorial Valparaíso le anunció que era el ganador del III Premio de Poesía Hispanoamericana Francisco Luis Udiel. El libro saldrá en 2023.
“Lo escribí porque las historias de Gioconda Belli o Sergio Ramírez, grandes intelectuales, son conocidas, pero no la del fulanito que vendía periódicos fuera de La Prensa”. Cae en cuenta de que “sigue la estela de ‘Los Nadies’, pero más que ficción, buscaba la cercanía”.
Poeta de los suyos y “nica español”
El escritor y exvicepresidente de Nicaragua Sergio Ramírez fue de hecho la primera persona que leyó “Los nadies” después del anuncio del premio Antonio Carvajal. William le pidió dos o tres líneas para la contratapa, pero terminaron siendo más y terminan con el “gozo de leer a un poeta de 22 años que empieza con buen pie su camino”.
A la poeta y novelista Gioconda Belli la conoció en el reciente Festival Centroamérica Cuenta, en Madrid, donde lo introdujo como un “nica español”. Para él, en sus palabras de ese día, fue como si lo hubiera presentado Jesucristo.
“A los escritores yo los tenía siempre como dioses y ahora tenerlos en mi WhatsApp es muy heavy”. Pero los baja a la Tierra: “Son humanos, como yo, siempre desde la admiración y el respeto”.
Mientras su nombre empieza a sonar, William no olvida de dónde viene y apunta allí su satisfacción. “El mayor premio es que muchos chicos de esa zona que llevaban más de diez años sin leer un libro han leído este y les ha encantado”.
Y más de uno se ha visto reflejado. El rapero Ergo Pro, otra influencia de un libro que no deja de ser urbano, subió a Instagram el poema “Menas”, como se llama en España a los menores extranjeros no acompañados.
“Con que mi prima que tiene 14 años me diga que le ha encantado el libro, y Antonio Carvajal, que es premio nacional de poesía, me diga que le ha gustado, ya he hecho mi trabajo. No puedo pedir más”. “Yo creo que me han dado el premio por la temática”, admite.
“¿Quién habla de menas? ¿Quién habla de narcopisos? ¿Quién habla de los nadies? Cada poeta tiene su forma de ver la poesía, pero la mía no se va a alejar de la realidad”.
Y la realidad de William González está atravesada por su identidad binacional. “Mira, es nicaragüense, como Rubén Darío”, recuerda que dijo uno de sus primeros profesores en Madrid.
El escritor Manuel Francisco Reina sostuvo que era español salvo por su origen. “Mi madre es Nicaragua, pero mi padre es España”, trata de sintetizar. Por ahora conecta ambos países enviando 20 ejemplares de “Los Nadies” a Managua. Su abuela espera uno de ellos.
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