CARACAS - Aliana, de 2 años, tiene dos mamás, a una la llama “mami” y a la otra “mamá”: es la hija de una pareja homoparental en Venezuela, un país tradicionalmente conservador y sin leyes que reconozcan el matrimonio igualitario o a las familias homoparentales.
Geraldine Trujillo y Samaira Patiño, ambas de 32 años y juntas desde hace 14, decidieron dar el paso de tener un bebé propio en 2020 cuando quedaron atrapadas por la pandemia en España. Y con un donante iniciaron el proceso de inseminación artificial: el primer intento, fallido; el segundo, embarazo.
“En Venezuela es súper no convencional, pero sí se hace, lo íbamos a hacer aquí. Lo que pasa es que nos tomó por sorpresa la pandemia en España y lo hicimos allá”, dice Trujillo a la Voz de América en su casa en Caracas.
No obstante, la pareja se refiere a la poca o nula contraloría por parte del Estado venezolano para garantizar la calidad en los bancos de semen.
Aliana nació en Caracas y legalmente es hija de Patiño, que la presentó como madre soltera para evitar obstáculos y retrasos burocráticos en el registro.
En Venezuela, este tipo de relación, aunque en algunos casos se ha reconocido, aún no es legal. Las leyes todavía exigen que el matrimonio sea entre un hombre y una mujer.
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Sin embargo, una sentencia del Tribunal Supremo de Justicia de 2008 "no prohíbe ni condena las uniones de hecho entre personas del mismo sexo". Y en 2016 determinó que las familias homoparentales deben tener "protección".
Pero la Asamblea Nacional no ha legislado, sin ceder a las presiones de la comunidad LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales), que exige una ley de matrimonio igualitario, como en otros países de América Latina.
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No hay siquiera un proyecto en discusión. El tema simplemente es ignorado por el gobierno y la oposición. “Todavía nos falta mucho por andar”, reitera Trujillo, en relación al atraso legal en este sentido en Venezuela.
Para Quiteria Franco, miembro de la ONG Unión Afirmativa, los mayores desafíos que enfrenta una familia homoparental en Venezuela se centran en la educación y en la salud.
“La discriminación que existe en algunos centros educativos al rechazar la inscripción de algún niño por tener dos mamás o dos papás es una realidad”, dijo a VOA. Pero por temor a mayor discriminación las familias no denuncian.
¡Mami!
“¡Mami!”, grita Aliana, que está en una habitación, y ambas reaccionan. Pero Trujillo explica: “a mí me dice mamá y le dice mami a Samaira”.
Patiño comenta que leyeron en libros sobre experiencias y recomendaciones de otras parejas homoparentales y las pusieron en práctica. “Nos preparamos para eso”.
Aliana “tiene apenas 2 años y yo sé que nos queda muchísimo por vivir, muchísimo que enfrentar y que a ella le va a tocar mucho que enfrentar, le va tocar decir la respuesta 300.000 veces del 'no tengo papá' y 'tengo dos mamás'”, señala Patiño.
“Yo sé que ella en algún punto también nos los va a reprochar, eso va a pasar”, sigue. “Lo que tenemos nosotros es que prepararnos para eso y también ser lo más sinceras posible con Aliana, que ella pueda, también de la manera más natural, responder a esas preguntas y prepararla para poder hacerlo”.
Argentina fue pionera en la región al legalizar en 2010 el matrimonio igualitario y dar a las parejas homosexuales derechos a adoptar y a tratamientos de reproducción asistida. Países como Uruguay, Brasil, Colombia y parcialmente México (15 de 32 estados) le siguieron.
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Trujillo y Patiño, fotógrafas de profesión y juntas desde la universidad, coinciden en que el proceso es más difícil para familias homoparentales masculinas, que femeninas.
Los procesos de adopción en Venezuela son engorrosos en general.
Soñados, esperados y planificados
El apoyo de sus familias, aseguran, ha sido clave.
“El entorno en el que nos desenvolvemos, en la clase social en la que estamos, en la familia que hemos tenido en sí, la verdad, somos privilegiados”, dice Patiño.
No todos corren con la misma suerte.
En 2014, Migdely Miranda huyó a Argentina tras la muerte a manos del hampa de su esposa, Ginyveth Soto, cuya familia amenazó con quitarle la custodia de su hijo, que fue concebido por fertilización asistida.
Cuando Aliana nació decidieron que Patiño, la madre gestante, la presentara.
“Le dimos valor al derecho a la identidad de nuestra hija, de poder tener un pasaporte, de poder viajar, tener esa libertad”, explica Trujillo.
“Después de Aliana, sí conocimos a una pareja que lo logró con muchísimos abogados: primero la partida de nacimiento con ambos apellidos”.
Un primer obstáculo sorteado: su familia tiene un colegio, un paso importante pues la educación privada, necesaria ante el colapso del sistema público, está en gran medida en manos de religiosos.
Trujillo y Patiño no descartan ampliar la familia con otro niño.
“Una familia homoparental en cualquier lado que esté se prepara tanto para serlo que al final nuestros hijos son privilegiados”, dice Trujillo.
“Fueron soñados, fueron esperados, fueron planificados”.
Y sin perder la esperanza de que algún día “haya una protección legal a las familias homoparentales en Venezuela, que siempre han existido, que van a seguir existiendo”.
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