Quienes siguen la obra de Julia Navarro saben que la española siempre ha focalizado sus libros en la novela histórica. Pero ahora ha hecho un paréntesis con su más reciente título Una historia compartida, donde hace un repaso a las mujeres que “han tenido un peso y una presencia” a lo largo de la historia.
“Quiero contar la vida de estas mujeres que realmente merecen estar en los libros de texto, pero sin obviar quiénes eran los hombres que formaron parte de su entorno, de su familia y de su trabajo”, explica Navarro durante una entrevista con la Voz de América en Miami, Florida, y subrayando que “es una historia compartida” porque, explica, de la misma manera la contribución que hicieron las mujeres, pero sin obviar la presencia de los hombres porque “la historia la tienes que contemplar en toda su amplitud”.
Asegura que “ha tardado toda una vida para escribir este libro” porque los textos representan “un recorrido” a través de sus lecturas, viajes y encuentros con mujeres. “Es un libro que nace también de esa inquietud que a mí me producía al ver los libros de texto de mis hijos y ver la ausencia de tantas y tantas mujeres cuyas aportaciones en el mundo de la ciencia, del arte, de la filosofía, de la literatura de otras tantas materias no están en los libros”, relata.
Lisístrata y el inicio del movimiento feminista
El libro se adentra hasta lo más profundo de la historia hasta rememorar la que, posiblemente, sea la primera huelga feminista de la historia. Ocurrió en el siglo V a.C. y Lisístrata tuvo un papel fundamental.
“Ocurrió durante las guerras del Peloponeso, de Atenas contra Esparta. Las mujeres estaban absolutamente hartas de que sus maridos fueran a matarse”, explica la escritora. En ese momento, según se recogen en elementos históricos, Lisístrata “decide organizar una huelga”.
“Dice que hasta que los hombres no cesen en la lucha, no les permiten volver a compartir lecho conyugal. Entonces, las atenienses aceptaron esa propuesta de Lisístrata, pero también las espartanas. Y bueno, les castigaron, aunque alguna hizo de esquirol, pero eso siempre pasa”, dice entre risas.
Según ella, ese fue el “inicio de una reflexión que lleva a cómo las mujeres han tenido que utilizar las armas que han tenido en su mano para poder reivindicar su visión de las cosas”.
“Es decir, que cada uno tiene que utilizar las armas que le dejan y, en ese momento, esas mujeres atenienses y esas mujeres espartanas, la única arma que tenían para intentar parar esas guerras era decirles que ‘con nosotras no vais a estar’”, puntualiza.
Feminismo y democracia
Ante esto, celebra que se “ha avanzado muchísimo” en cuestiones de derechos para las mujeres, pero aclara que “falta mucho por hacer”.
“Soy feminista porque soy demócrata y creo que la calidad de la democracia solamente se puede medir si hemos construido una sociedad de ciudadanos con los mismos derechos y las mismas oportunidades”, defiende.
En ese sentido, recuerda que “la calidad de una democracia se mide por esos dos parámetros”, pero denuncia que es “inadmisible que la mitad de la población no tenga los mismos derechos y las mistas oportunidades que la otra mitad”.
“Eso es lo que ha pasado a lo largo de los siglos: que la mitad de la población, la integrada por las mujeres, no ha tenido ni los mismos derechos ni las mismas oportunidades. Por lo tanto, cuando miremos qué tipo de democracia tenemos y en qué tipo de democracia vivimos, tenemos que evaluar si es una sociedad de iguales o no”, remarca.
Considera que la politización del feminismo tiene que servir como una oportunidad para “el debate” y “el contraste de ideas”. “No me asusta el debate, así que quienes atacan el feminismo lo que deben tener enfrente es alguien que les dé una respuesta y que haya un debate”, dice.
En esa línea, admite que le “preocupa más la cuarta ola del feminismo”. “Esas jóvenes feministas de hoy a las que escucho con mucho interés pero que son un poco hedonistas. Piensan que el mundo ha comenzado cuando ellas han llegado. Y, afortunadamente, esos logros en las sociedades democráticas, ese camino hacia la igualdad de derechos y oportunidades son los cimientos que, desde el siglo XIX empezaron a poner tantas y tantas mujeres que dieron ese paso al frente en esa lucha de derechos”, agrega.
Con todo, confiesa que ya no se juega nada, que su carrera literaria habla por sí sola. Y razón no le falta. Ha ganado numerosos premios en Iberoamérica por sus obras. “Esa es una de las ventajas que tiene la edad, que eres mucho más libre para decir lo que te da la gana, porque no tienes que hacer una carrera por delante, no te juegas nada”, expone.
“A partir de una edad dices: ‘Bueno, yo ya tengo más pasado que futuro’. Entonces, si siempre he luchado por ser libre, ahora mucho más”, apostilla.