Libertad en Internet o seguridad nacional es el debate que ha dirigido la sesión del programa ‘Fronteras digitales’ en el que han participado cinco expertos comunicación digital y democracia.
La tecnología, las políticas que la regulan y la cultura digital cambian a gran velocidad, lo que deja poco espacio a la reflexión sobre cuál es el camino que se debe seguir para evitar que la libertad y la seguridad sean una dicotomía, explica Nancy Scola, editora asociada de la publicación techPresident, del Foro para la Democracia Personal.
“No se trata de mirar qué hacen los buenos y qué hacen los malos, necesitamos mirar qué acuerdos son posibles. La cuestión que se plantea aquí es cuál es la relación entre los ciudadanos y el gobierno”, expresó.
La discusión, moderada por el presentador de VOA, Doug Bernard, estuvo centrada en dos polos de atención: por un lado la cuestión de cuáles son los mejores modos de preservar la libertad sin dejar demasiado espacio al control y, por otra parte, la necesidad de sacrificar parte de los beneficios de Internet para asegurar la seguridad.
Algunas de las soluciones propuestas en la mesa redonda apuntan a los sistemas de codificación para prevenir el contenido de algunos mensajes perjudiciales. Sin embargo, el científico directivo de Rand, Martin Libicki, señaló que con este sistema “estás introduciendo un nuevo código muy complejo, lo que puede generar muchos errores”.
Códigos de seguridad
“No sabemos lo suficiente sobre tecnología, y hay malas soluciones ahí fuera”, apunta el abogado del Centro por la Democracia y la Tecnología, Greg Nojeim, quien recuerda a modo de ejemplo que la mayoría de los congresistas prefieren usar la Blackberry en lugar del iPhone sólo porque la empresa asegura que es más segura. “Cada segundo que me muevo éste teléfono está enviando una señal a una torre para decirle ‘aquí estoy’
¿Creen que hay demasiado control, que hemos ido demasiado lejos con la protección, que el gobierno tiene más información de la que necesita?, cuestiona Bernard.
“Todo con los sistemas de seguridad tiene consecuencias. Son sistemas tan complicados que existe una gran diferencia entre lo que tenemos y lo que creíamos que habíamos diseñado”, reflexiona Libicki.
Por su parte, Richard McNally, jefe de operaciones de contrainteligencia del FBI, opina que la legislación creada en 1994 se ocupaba de garantizar que los proveedores se cernían a sus servicios, “pero esa ley no se ha actualizado desde 1994”. Actualmente, la cooperación entre el gobierno y el sector privado del área de la tecnología se hacen cada vez más necesarias, plantea el directivo.