Las autoridades de Hong Kong suspendieron los servicios de metro y tren, se formaron filas en los cajeros automáticos de los bancos cerrados y las tiendas cerraron sus puertas el sábado después de otra noche de violencia desbocada, que la lideresa del territorio calificó de “un día muy oscuro”.
En un discurso televisado, mientras los manifestantes enmascarados volvieron a salir a las calles desafiando su recién instituida prohibición de cubrirse la cara en los mítines, Carrie Lam describió en tono solemne que Hong Kong estaba “semiparalizado” y en manos de una “violencia sin precedentes”.
La jefa del poder ejecutivo, sin embargo, no anunció medidas adicionales para sofocar el aumento de la violencia, más allá de la prohibición de usar máscaras en los mítines, que entró en vigor en el primer minuto del sábado.
Lam defendió la legalidad de la medida, denunciada por los críticos y manifestantes del gobierno, alegando que era para proteger la vida cotidiana y las libertades de los ciudadanos. “No puedo permitir que una pequeña minoría de alborotadores destruya eso”, agregó.
Aunque dijo que todos están “preocupados y asustados”, también era patente que muchos estaban animados.
Protegidos por paraguas y muchos con máscaras, cientos de manifestantes obstruyeron una vía pública en el distrito central de negocios. Portaban una pancarta que leía “Que la gloria sea para Hong Kong”. Corearon lemas como: ”¡Hong Kong, resiste!”.
El cierre de toda la red de transportes colectivos MTR, que maneja más de 4 millones de viajes al día, incluida la línea exprés al aeropuerto internacional de Hong Kong, causó una interrupción importante y excepcional en el territorio de 7,5 millones de personas.