Más de 1.000 personas iniciaron el sábado en Honduras una marcha con la intención de llegar a Estados Unidos, atravesando México, para huir de la pobreza y la violencia que azotan al país.
Familias completas, mujeres cargando bebes en brazos, niños y jóvenes iniciaron una caminata en el oeste de la nación, luego de que el vicepresidente estadounidense, Mike Pence, pidió el jueves en Washington a los mandatarios de Honduras, Guatemala y El Salvador frenar la migración en masa, la corrupción y la violencia.
La llamada Caminata del Migrante, autoconvocada en redes sociales, partió de la norteña San Pedro Sula, la ciudad más activa comercial e industrialmente, pero también la más violenta de Honduras, un país donde el 64 por ciento de los hogares viven en la pobreza.
Unas 1.300 personas pretenden atravesar Guatemala y llegar a Tapachula, en México, donde solicitarían refugio o una visa humanitaria para cruzar ese país, dijo Bartolo Fuentes, uno de los organizadores de la marcha.
“Yo confío en que vamos a llegar a Estados Unidos,” dijo Fanny Barahona, una maestra desempleada de 35 años, que cargaba en brazos a una niña de dos años y caminaba junto a otro hijo de nueve. “En Honduras no hay empleo y uno vive con miedo de que lo vayan a matar a uno o ha sus hijos”, agregó.
El país centroamericano es asolado en barrios y colonias por las pandillas que imponen violentamente un llamado “impuesto de guerra” o extorsión a pobladores, comercios y negocios, autobuses y taxis.
Honduras junto a Guatemala y El Salvador impulsan con el apoyo de Estados Unidos un programa denominado Plan de Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte de América Central, dirigido a impulsar el desarrollo y seguridad para desalentar la migración.
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Miles de personas migran hacia Estados Unidos desde estas tres naciones golpeadas por la violencia de pandillas y cárteles del narcotráfico y la pobreza acentuada por el insuficiente crecimiento económico y la corrupción.
“Me voy porque aquí la vida está tremenda, no se encuentra trabajo y hay tanta violencia que a uno lo pueden matar caminando en una calle,” dijo Javier Solís, de 25 años que hace un año no tiene empleo y residía en las cercanía de San Pedro Sula, que cerró el 2017 con una tasa de 43.6 homicidios por cada 100.000 habitantes, una de las más altas del mundo.
“Vamos con un buen grupo de amigos y queremos llegar hasta Estados Unidos”, señaló entusiasmado, en su segundo intento por llegar a ese país tras uno fallido en el año 2011, cuando fue capturado en México y deportado a Honduras.