Varias comisiones del Congreso de Estados Unidos continuaron este miércoles con sus respectivas pesquisas para dilucidar qué falló el pasado 6 de enero, cuando una turba asaltó el Capitolio. Sin lugar a dudas, uno de los principales hallazgos de la jornada fue que nuevas "restricciones" retrasaron el despliegue de la Guardia Nacional.
La revelación corrió a cargo del jefe de la Guardia Nacional del Distrito de Columbia, el general William Walker, quien prestó testimonio en una sesión conjunta de tres comisiones de la Cámara Alta, incluida la de Seguridad Nacional.
Tenía restricciones que no había tenido en el pasado"
General William Walker, comandante de la Guardia Nacional de DC
Walker narró cómo solicitó al Departamento de Defensa el despliegue "inmediato" de los reservistas para acudir en ayuda de la Policía del Capitolio, que se estaba viendo sobrepasada por cientos de seguidores del entonces presidente Donald Trump que irrumpieron en la sede del poder legislativo con el propósito de impedir la certificación de los resultados electorales.
"Yo los habría enviado inmediatamente, tan pronto como colgué", aseguró el general. Sin embargo, la llegada de los militares al complejo del Congreso aún se habría de demorar por tres horas. El general lamentó que, incluso, tras ser aprobado el despliegue por parte del Pentágono la autorización le llegó media hora más tarde.
El comandante de la Guardia Nacional del Distrito de Columbia explicó que, además, sus manos estaban atadas debido a una carta que le envió el secretario de Defensa, Christopher Miller, el 5 de enero, es decir, el día antes del asalto al Capitolio, que se produjo tras una protesta convocada por seguidores de Trump frente a la Casa Blanca, un evento en el que el exmandatario tomó la palabra, lo que algunos consideran que sirvió para encender la mecha de los disturbios.
"Tenía restricciones que no había tenido en el pasado", protestó ante los legisladores el general Walker, quien aseguró que contaba con una unidad de respuesta rápida a su disposición que podría haber estado en el lugar de los hechos en apenas veinte minutos.
De acuerdo con el oficial, las nuevas directrices le obligaban a conseguir la autorización del secretario de Defensa y del secretario del Ejército "en esencia" incluso para "proteger" a sus hombres, una medida "inusual" que, según aseguró, nunca antes había visto a lo largo de su ya larga carrera.
El militar no pudo aclarar el porqué del retraso ni de las restricciones, pero reconoció que había una preocupación entre el alto mando sobre la "imagen" que podría dar un despliegue de tropas en el corazón de Washington DC.
"Los altos rangos del Ejército no pensaban que se vería bien, no sería una buena imagen, y sostuvieron que podrían incitar aún más a la multitud", concedió.