El Gobierno de Estados Unidos implementará nuevas restricciones a quienes lleguen del extranjero, independientemente de su nacionalidad, a partir del 26 de enero, informaron fuentes oficiales este lunes. Una de estas medidas es que requerirá de un test negativo a todos aquellos que quieran entrar al país.
De mañana en adelante, los viajeros que lleguen al país deberán atestiguar que no están enfermos, mostrando el resultado de una prueba diagnóstica elaborada en un plazo no superior a tres días antes de la entrada al país. Además, deberán viajar con mascarilla y someterse a una cuarentena al llegar.
A diferencia de otras restricciones implementadas hasta la fecha, como el cierre de las fronteras, estas medidas también afectarán a los ciudadanos estadounidenses, así como a los residentes en el país norteamericano.
El propósito de la medida, que será firmada esta tarde por el presidente Joe Biden, es "reducir la propagación de la COVID-19, específicamente a través de los viajes, en especial ahora que vemos surgir por el mundo una serie de variantes que se propagan más rápidamente", detalló la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, en rueda de prensa.
Además, la Casa Blanca insistió en la prohibición de entrada de viajeros procedentes de alguno de los 26 países europeos que forman parte de la unión aduanera, así como de Reino Unido, Irlanda y Brasil; y añadió a la lista a Sudáfrica, nación agregada a última hora debido al brote de la nueva cepa del coronavirus.
"No es momento de suavizar las restricciones", observó Psaki.
Respecto a la lucha contra la pandemia en suelo estadounidense, la vocera reconoció que la distribución de la vacuna "supone un reto con diversas aristas" y recalcó que no se trata "simplemente de una cuestión de tener los suministros".
No obstante, Psaki reconoció que existe un problema con la cantidad de existencias disponibles, aunque rechazó entrar en detalles. "Es lo que hemos heredado de la anterior administración, que es mucho peor de lo que podíamos haber imaginado", señaló.