Zainab al-Zein se vio obligada a tomar una decisión desesperada: alimentar a su hija con alimentos sólidos que su cuerpo no podía digerir o verla morir de hambre por la falta de leche de fórmula en la sitiada Franja de Gaza.
Al-Zein optó por alimentar a Linda con sólidos cuando apenas tenía dos meses y medio, consciente de que su decisión podría acarrearle problemas de salud.
“Sé que estamos haciendo algo perjudicial para ella, pero aquí no hay nada", dijo al-Zein mientras le daba galletas machacadas a su llorosa hija en la fría tienda de campaña a la que ahora llaman hogar. “Llora y llora constantemente".
La guerra entre Israel y Hamás, el grupo que gobierna de Franja de Gaza, ha desencadenado una catástrofe humanitaria y la escasez de los productos más básicos. Entre los más afectados están los bebés, los niños pequeños y sus padres, ya que los pañales y la fórmula son muy difíciles de encontrar o alcanzan precios inasequibles, lo que lleva a los progenitores a buscar alternativas inadecuadas o incluso poco seguras.
Su difícil situación se complica aún más debido a las esporádicas entregas de ayuda, obstaculizadas por las restricciones israelíes y los constantes combates.
Los palestinos desplazados se hacinan en zonas cada vez más reducidas del pequeño enclave costero, lo que provoca brotes de enfermedades a las que los niños desnutridos son especialmente vulnerables. Naciones Unidas dice que la población corre un riesgo inminente de hambruna, y que una cuarta parte de los 2,3 millones de habitantes del territorio ya se están muriendo de hambre.
Para los palestinos que viven en condiciones cada vez más duras, los actos más básicos — como cambiarle el pañal a un niño — se han convertido en un lujo que puede requerir sacrificios.
“Vendí la comida de mis hijos para poder comprar pañales”, contó Raafat Abu Wardeh, quien tiene dos hijos que los utilizan.
La ayuda no llega a todo el mundo y la escasez de los productos básicos ha disparado los precios. Con la economía de Gaza diezmada, pocos palestinos tienen ingresos regulares y la mayoría están agotando sus ahorros o viviendo a base de ayudas.
En improvisados puestos callejeros, los niños más mayores venden pañales sueltos por entre 3 y 5 shekels (entre 1 y 1,5 dólares) o paquetes enteros por 170 shekels (46 dólares). Antes de la guerra, un paquete costaba 12 shekels (3,50 dólares).
“El precio de los pañales es muy ridículo”, dijo Anis al-Zein, que los compraba en una calle en el centro de Deir al-Balah y no tenía parentesco con Zainab. “Un niño te cuesta 20 shekels (5 dólares) al día. Especialmente en una situación mala como esta, todos los precios son altos y la gente no tiene ingresos. No hay ni ayudas”.
Algunos padres utilizan pañales de tela, pero hay que lavarlos con agua, algo que también escasea.
La guerra, provocada por el letal ataque lanzado por Hamás el 7 de octubre sobre el sur de Israel, ha causado una destrucción inimaginable, con más de 27.000 palestinos muertos y cerca de 67.000 heridos en la ofensiva israelí, según las autoridades sanitarias gazatíes.
El conteo del Ministerio de Salud en Gaza, controlado por Hamás, no distingue entre víctimas civiles y combatientes, pero indica que dos tercios de los fallecidos son mujeres y menores. Israel culpa al grupo del alto número de fallecidos porque dice que opera en zonas residenciales.
El ataque transfronterizo de Hamás dejó alrededor de 1.200 muertos, en su mayoría civiles, y unas 250 personas fueron tomadas como rehenes.
La falta de pañales se ha sumado a las malas condiciones sanitarias para los 1,7 millones de palestinos desplazados por los combates, muchos de los cuales se hacinan en albergues desbordados.
La agencia de la ONU para la infancia, UNICEF, dijo esta semana que la mayoría de los desplazados tienen apenas uno o dos litros (entre 50 y 67 onzas) de agua al día para beber, cocinar y asearse, y apuntó que la diarrea crónica entre los niños va en aumento.
Según UNICEF, la ayuda que se reparte en el territorio no cubre las vastas necesidades existentes.
La agencia estima que 20.000 bebés de hasta seis meses necesitan leche de fórmula, que ha distribuido junto a otros artículos de primera necesidad como pañales y dinero en efectivo.
“Esto dista mucho de ser suficiente para abordar las colosales necesidades de los niños en Gaza", afirmó Ammar Ammar, vocero de UNICEF.
Las necesidades de los lactantes forman parte de una amenaza más amplia que afecta a los 335.000 menores de cinco años, que corren un alto riesgo de desnutrición severa y muerte evitable, de acuerdo con la agencia.
“Para muchas familias en Gaza, la amenaza de morir de hambre ya es real", indicó Ammar.
La oficina humanitaria de la ONU dijo el miércoles que los últimos análisis muestran que cerca del 10 % de los menores de 5 años padecen desnutrición severa, 12 veces más que antes de la guerra. El porcentaje es aún mayor en el norte de Gaza, que lleva meses sin recibir ayuda.
Para Zainab al-Zein, la dificil decisión de alimentar a su bebé, que ahora tiene 4 meses, con galletas trituradas y arroz molido en lugar de fórmula, le va supuesto frecuentes visitas al hospital local, que como ocurre con el sistema sanitario de la Franja, está bajo una gran presión debido a la guerra.
Los médicos suelen recomendar a los padres que esperen hasta los seis meses para introducir los alimentos sólidos en la dieta de sus bebés. Las investigaciones muestran que aquellos que reciben comida sólida muy pronto tienen un riesgo más alto de desarrollar ciertas enfermedades crónicas.
Mecida en una hamaca y envuelta en una manda, Linda lloraba sin parar mientras su madre trataba de alimentarla.
“Esto se conoce, por supuesto, como alimentación poco saludable, y sabemos que causa problemas intestinales, hinchazón y cólicos", contó al-Zein. “¿Qué puedo hacer?”.
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