Grandes divisiones persisten en la segunda semana de la cumbre climática de las Naciones Unidas que concluirá el viernes. Muchas de ellas tienen que ver con el dinero, los países que lo tienen y los que no. Es hora de que irrumpa la caballería diplomática.
En la primera semana de la conferencia en Glasgow, jefes de Estado o gobierno de todo el mundo dijeron que la lucha para contener el calentamiento global es una lucha por la supervivencia. Se concentraron en los panoramas amplios, no en la compleja redacción de documentos que es crucial en toda negociación. Luego, durante una semana, las negociaciones tecnocráticas se enfocaron en esos detalles clave, lograron algunos avances, pero no resolvieron las situaciones verdaderamente difíciles.
Ahora, llegó la hora de las negociaciones de “alto nivel”, cuando ministros y otros altos funcionarios diplomáticos vienen a tomar las decisiones políticas que supuestamente superarán los atolladeros técnicos. Naciones Unidas tiene tres objetivos en Glasgow, que por ahora están fuera de su alcance: reducir las emisiones de dióxido de carbono a la mitad para 2030; que las naciones ricas den a las pobres 100.000 millones de dólares anuales para combatir el cambio climático; y garantizar que la mitad de ese dinero sirva para adaptarse a los daños crecientes que causa el cambio climático.
La brecha que los separa de un acuerdo es amplia, pero sería más preciso hablar de dos brechas: la de la confianza y la de la riqueza. La brecha norte-sur. Se trata de dinero, historia y futuro.
De un lado de la brecha están las naciones que se desarrollaron y enriquecieron con la Revolución Industrial alimentada por el carbón, el petróleo y el gas que comenzó en Gran Bretaña. Del otro lado están las naciones que no se han desarrollado ni enriquecido y ahora les dicen que esos combustibles dañan el planeta.
El problema financiero clave es el compromiso de 100.000 millones de dólares anuales que data de 2009. Los países desarrollados aún no han alcanzado esa marca. Este año elevaron su ayuda a 80.000 millones.
El lunes, el presidente de la conferencia informó sobre los progresos, y la ausencia de ellos en algunos casos. Luego, uno tras otro, los países en desarrollo respondieron sobre el incumplimiento de los compromisos por parte de los países ricos.
“Todos aquí están furiosos”, dijo Saleemul Huq, experto en ciencias y políticas climáticas que dirige el Centro Internacional para el Cambio Climático y el Desarrollo en Bangladesh.
No se trata solamente de los 100.000 millones de dólares, porque en realidad para combatir el cambio climático se necesitan billones de dólares contantes y sonantes, no promesas, dijo Huq. Dar el dinero es importante para cerrar la brecha de confianza entre países ricos y pobres, sostuvo.
“Ellos se retractaron de su promesa. No la cumplieron”, dijo Huq. “Y aparentemente no les importa. ¿Por qué habríamos de seguir confiando en lo que dicen?”.
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