El papa Francisco elogió el jueves la fortaleza económica de Singapur como una prueba del ingenio humano, aunque instó a la ciudad estado a cuidar también de los más débiles, en especial trabajadores extranjeros, al inicio del último tramo de su gira asiática, que le llevó por algunos de los países más pobres del continente antes de terminar en uno de los más ricos del mundo.
Singapur celebró su llegada presentando un nuevo híbrido de orquídea que lleva su nombre, la dendrobium His Holiness Pope Francis. La planta, presentada durante una ceremonia de bienvenida, “transmite una belleza pura y serena” de pétalos de blanco marfil con un detalle rosa en el centro, según la Junta de Parques Nacionales.
Francisco llegó a Singapur desde Timor Oriental y comenzó su programa oficial el jueves en una reunión con el presidente, Tharman Shanmugaratnam y el primer ministro, Lawrence Wong, antes de dirigirse a miembros del gobierno y el cuerpo diplomático en la Universidad Nacional de Singapur.
Allí, Francisco se maravilló de los modernos rascacielos de Singapur “que parecen alzarse del mar” y el compromiso del gobierno con el desarrollo sostenible y con proporcionar vivienda pública y educación y sanidad de calidad a su gente. Sin embargo, instó a las autoridades a mirar por los más pobres y les advirtió que no recompensaran la excelencia a toda costa, una alusión a la competitiva cultura singapurense de trabajo y educación.
"Me gustaría recalcar el riesgo que supone centrarse sólo en el pragmatismo o poner el mérito sobre todas las cosas, en especial la consecuencia involuntaria de legitimar la exclusión de aquellos que se encuentran al margen de los beneficios del progreso”, dijo.
En una petición habitual del primer papa latinoamericano de la historia, Francisco pidió especialmente salarios y condiciones dignas para los trabajadores migrantes, que han ayudado a convertir a Singapur en uno de los núcleos financieros más avanzados del mundo.
El papa pidió reconocimiento a los migrantes, “que tanto contribuyen a la construcción de la sociedad, y a quienes hay que garantizarles un salario justo”.
Singapur no tiene salario mínimo para ciudadano o extranjeros.
Singapur es la última parada en un viaje de 11 días, el más largo y lejano de su pontificado, tras paradas previas en Indonesia, Papúa Nueva Guinea y Timor Oriental. Las diferencias económicas eran evidentes el miércoles cuando Francisco llegó al tecnológico aeropuerto de Singapur a bordo del único avión de Aero Dili, la aerolínea nacional de Timor Oriental, donde en torno al 42% de la población vive bajo el umbral de la pobreza.
Singapur ha presentado desde hace mucho como una historia de transformación de puerto colonial sin recursos coloniales a potencia financiera y comercial en apenas unas décadas desde que se independizó de Malasia en 1965. La excolonia británica disfruta de uno de los mejores niveles de vida del mundo y es conocida por su seguridad y baja criminalidad.
Pero también es una de las ciudades más caras para vivir y su competitivo entorno laboral favorece el estrés y la sobrecarga de sus trabajadores.
En torno a un tercio de los trabajadores del país son extranjeros, y más de 250.000 son migrantes de Pakistán, Bangladesh y otros países pobres de Asia. La mayoría trabajan en construcción, logística y mantenimiento y ayudan a mantener la economía singapurense dependiente del comercio.
En un reporte el año pasado, Human Rights Watch señaló que los trabajadores migrantes enfrentan explotación y abusos a los derechos laborales a través de deudas desorbitadas con agentes de reclutamiento, salarios impagados, restricciones de movimiento, confiscación de pasaportes y en ocasiones violencia física y sexual. El personal doméstico está excluido de muchas protecciones laborales importantes como los límites a las horas de trabajo, baja por enfermedad y vacaciones, señaló el reporte.
Francisco visitaba Singapur para animar a sus católicos, que suponen en torno al 3,5% de la población de casi 6 millones de personas, y recalcar la tradición singapurense de convivencia entre religiones. Según el censo de 2020, los budistas son en torno al 31% de la población, los cristianos el 19% y los musulmanes el 15%, mientras que en torno a un quinto de sus habitantes dijo no tener creencias religiosas.
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