En medio de miles de carros esperando para cruzar el puerto de entrada de San Ysidro, Tijuana, el paso fronterizo terrestre más concurrido del hemisferio occidental, nació un mercado ambulante.
Las rigurosas inspecciones crean tiempos de espera de hasta cinco horas en el lado de Tijuana, alimentando un mercado saturado de vendedores de diferentes culturas, con diferentes propósitos e historias de vida.
Entre ellos se encuentran locales, niños, migrantes de toda Latinoamérica, refugiados en el limbo, que ofrecen desde comida, ropa, esculturas y mascotas, hasta medicinas recetadas.
Con sus rimas, chistes y coqueteos, Diego García, padre de dos niños, uno de 6 años y otro de 8, llega todas las mañanas para trabajar en lo que llaman “las líneas”.
Diego trabaja todos los días, excepto el martes, desde las horas de la mañana hasta la noche. Regresa a casa con entre 100 y 200 dólares.
Con más de 950.000 personas entrando a Estados Unidos desde México en un día normal, el puerto, además, se ha convertido en una tarima para quienes aspiran llegar al estrellato.
Jesus Barrera, de 15 años, llega todos los días desde el mediodía hasta las 8 p.m. a cantar música regional mexicana.
Si bien no pierden la esperanza de regresar a la escuela, muchos de los vendedores que son menores de edad no asisten. Los motivos varían, pero algunos han emigrado y aún no cuentan con la documentación, mientras que otros no han podido por la pandemia.
¡Conéctate con la Voz de América! Suscríbete a nuestro canal de YouTube y activa las notificaciones, o bien, síguenos en las redes sociales: Facebook, Twitter e Instagram.