LAS CUMARAGUAS, VENEZUELA - Desprender, limpiar, cargar y transportar sal tantas veces como aguante el cuerpo, bajo el sol inclemente y un viento incesante, así avanzan los días en la salina Las Cumaraguas, un pueblo de Venezuela que vive de la extracción artesanal de sal desde hace 79 años.
La imagen es similar a la de un desierto ártico, con montañas de sal que parecen nieve, pero el calor es inclemente. En la inmensa laguna de agua tibia se divisan a los lejos las cuadrillas de obreros encargados de la extracción.
Muchos con el rostro cubierto, gorra o un trapo para protegerse del sol. También llevan camisa manga larga y botas. Entrar descalzo no es una opción, el suelo es filoso.
Con un machete raspan la suciedad del bloque de sal, que lanzan de nuevo al agua para romperlo en pedazos, y luego en la carretilla lo llevan a la orilla de la carretera.
“Aquí viene gente de todos los pueblos de por aquí. No hay trabajo en ningún lado y se vienen para acá, que esto es lo que está bueno, con eso es que se vive aquí”, dijo a la Voz de América José Álvarez, de 30 años.
José Álvarez comenzó desde niño a trabajar la sal con su abuelo.
“Ese es el trabajo de uno todas las mañanas”, sigue el hombre que hace 30 viajes al día y gana unos 20 dólares. “Ya uno está acostumbrado, pero es arrecho (difícil)”.
Juan González, otro trabajador, usa una pala armada con restos de nevera. Tiene 50 años trabajando de 6 a.m. a 11 a.m.
"Hacemos 15 viajes diarios cada uno", dijo.
Lo que ganan alcanza "por lo menos para comprar el saladito", dijo encorvado para sacar más sal.
“Mi papá sacaba sal de aquí descalzo. Se murió hace poquito. Fue fundador de Las Cumaragua”, agregó.
Las Cumaraguas, ubicada en la Península de Paraguaná, es una salina natural que tiene una capacidad de producción de 160.000 toneladas de sal anuales, según la cámara del sector, Cavesal. La salina es la tercera más grande del país, detrás de Los Olivitos y Araya, ubicados en los estados Zulia y Sucre, respectivamente. La primera tiene capacidad de hasta 650.000 toneladas y la segunda de 250.000.
Hasta el año pasado, la producción de Las Cumaraguas era vendida a la empresa Red Mineral, que cerró y quedó debiendo a los trabajadores unos 100.000 dólares, según la prensa local. La gente en Cumaragua ha protestado, pero al recordar la deuda hay un tono de resignación.
El intermediario
Con la salida de Red Mineral, cambió el modelo de negocios. Ahora hay compradores independientes, que también son del pueblo. Se ubican a la orilla de la calle y sirven de intermediarios, compran la sal a estos hombres y luego la venden a empresas privadas que llegan en las tardes a buscarla.
Por cada 15 carretillas que extraen de forma artesanal, los trabajadores reciben unos 10 dólares. O tienen la opción de comprar desayuno por dos viajes, o una garrafa de gaseosa, también por dos.
“Cuando ya la gente está cansada, que tienen ganas de tomar refresco, echan dos viajes y se le da un refresco de litro y medio. Dos viajes por una arepa rellena, pero ya es una arepa grande que pueden comer dos personas, pero eso es aparte”, explicó Rafael Álvarez, de 42 años, en la choza donde está su puesto, adornada con una bandera de Venezuela.
“El obrero que es un poco flojo” hace 15 viajes, dijo Álvarez, que comenzó sacando sal pero lo dejó porque era un trabajo “fuerte”.
“El que ya está un poco más acostumbrado saca más o menos 20 dólares, que son 30 viajes”, dijo.
Algunos se dividen el trabajo y reparten la ganancia.
“Dieciocho”, grita un hombre. Es el número de veces que ha hecho el recorrido con la carga. Un comprador lo anota para que cobre al final de la jornada.
“No hay más trabajo -
“Es muy rudo", insiste Mapfre Petit, de 25 años, que tiene cuatro años en este trabajo. Lo ayuda un niño de unos seis años, que quita el sucio de las lajas.
“No hay más trabajo. Tengo que hacer esto hasta que consiga otro trabajo”, dijo Petit, quien antes trabajó como albañil, pintor y jardinero.
El trabajo le da apenas para mantenerse, dijo Ulises Trompis, de 35 años, que trabaja como bedel en la sede de un ministerio.
“Yo trabajo en el Ministerio de Educación pero usted sabe que el sueldo del Ministerio no da. ¿Cómo mantengo a los hijos? Ahorita estoy de vacaciones. Pero llegué a un acuerdo con el director para trabajar en las tardes y vengo a sacar sal en las mañanas”, contó.
Cavesal estima una recuperación del sector de entre 12% y 15% este año, después de una recuperación de 17% en 2022.
Más allá de las cifras, Las Cumaraguas seguirá siendo un pueblo de sal. Un grupo de niños, de entre 11 y 13 años, dan sus primeros pasos como obreros ayudando a un grupo de muchachos de más edad.
Rafael Álvarez también piensa en su sucesión. “Cuando yo me vaya quedaran mis hijas, mis nietos”, que heredarán el negocio, dijo.