El Congreso de EE.UU. reanuda sus sesiones este martes con una agenda cargada de asuntos pendientes y la tarea de evitar que a partir del 31 de diciembre el país caiga a un “abismo fiscal”, para lo que el presidente Barack Obama convocó el viernes en la Casa Blanca a líderes republicanos y demócratas.
La pregunta que muchos se hacen hoy y probablemente seguirán haciéndose las próximas semanas es si los legisladores republicanos y el presidente Obama podrán al fin ponerse de acuerdo para impedir que en enero entren automáticamente en vigor un aumento de impuestos y recortes al presupuesto por unos $600 mil millones de dólares, lo que según expertos arrastraría al país a una recesión.
Ambas partes tendrían que hallar consenso para reducir $1 billón 200 mil millones de dólares del déficit, elevar los ingresos del gobierno mediante un posible cambio del código tributario y lidiar con las incógnitas que se abren respecto a los fondos para la Seguridad Social y el Medicare (seguro médico público para los mayores de 65 años).
También tienen ante sí la misión de encontrar una fórmula que evite recortes a fondo en los presupuestos de Defensa y de programas que en conjunto totalizarían unos $110 mil millones de dólares el año próximo.
Unos y otros, demócratas y republicanos reconocen que resulta imperativo hallar una salida, pero con la composición del Congreso prácticamente inalterada en las elecciones (el Senado en manos de los demócratas, y la Cámara de Representantes bajo control republicano), cualquier subida de impuestos o recortes de gastos siempre será diferente a lo que cada parte aspira.
Hasta ahora los republicanos se han negado rotundamente a elevar los gravámenes a los más ricos, porque eso, dicen, perjudicaría los negocios en un momento en que el país está necesitado de más fuentes de empleo. Y el presidente de la Cámara, John Boehner, ha señalado que ese no es un punto para empezar a negociar.
Pero los demócratas, incluido el presidente Obama, han reiterado que cualquier compromiso debe comprender impuestos más altos para las familias que tienen ingresos superiores a los $250 mil dólares al año. Aunque según la Oficina de Presupuesto del Congreso, eso conseguiría recaudar $42 mil millones de dólares, equivalentes sólo al 3 por ciento del déficit anual.
Esa oficina ha previsto que de no lograrse un acuerdo y caer el país al “precipicio fiscal”, la actual tasa de desempleo de 7,9 por ciento aumentaría a 9 por ciento, mientras que el Centro de Política Tributaria, una entidad no partidista, indicó que para la familia promedio el fracaso de las negociaciones significaría el pago adicional de $3 mil 400 dólares en impuestos en 2013.
Ese es el “abismo” que a la Casa Blanca y al Congreso les toca evitar, y después de más de un año de desacuerdos y dilaciones apenas tendrán seis semanas para lograrlo.
La pregunta que muchos se hacen hoy y probablemente seguirán haciéndose las próximas semanas es si los legisladores republicanos y el presidente Obama podrán al fin ponerse de acuerdo para impedir que en enero entren automáticamente en vigor un aumento de impuestos y recortes al presupuesto por unos $600 mil millones de dólares, lo que según expertos arrastraría al país a una recesión.
Ambas partes tendrían que hallar consenso para reducir $1 billón 200 mil millones de dólares del déficit, elevar los ingresos del gobierno mediante un posible cambio del código tributario y lidiar con las incógnitas que se abren respecto a los fondos para la Seguridad Social y el Medicare (seguro médico público para los mayores de 65 años).
También tienen ante sí la misión de encontrar una fórmula que evite recortes a fondo en los presupuestos de Defensa y de programas que en conjunto totalizarían unos $110 mil millones de dólares el año próximo.
Unos y otros, demócratas y republicanos reconocen que resulta imperativo hallar una salida, pero con la composición del Congreso prácticamente inalterada en las elecciones (el Senado en manos de los demócratas, y la Cámara de Representantes bajo control republicano), cualquier subida de impuestos o recortes de gastos siempre será diferente a lo que cada parte aspira.
Hasta ahora los republicanos se han negado rotundamente a elevar los gravámenes a los más ricos, porque eso, dicen, perjudicaría los negocios en un momento en que el país está necesitado de más fuentes de empleo. Y el presidente de la Cámara, John Boehner, ha señalado que ese no es un punto para empezar a negociar.
Pero los demócratas, incluido el presidente Obama, han reiterado que cualquier compromiso debe comprender impuestos más altos para las familias que tienen ingresos superiores a los $250 mil dólares al año. Aunque según la Oficina de Presupuesto del Congreso, eso conseguiría recaudar $42 mil millones de dólares, equivalentes sólo al 3 por ciento del déficit anual.
Esa oficina ha previsto que de no lograrse un acuerdo y caer el país al “precipicio fiscal”, la actual tasa de desempleo de 7,9 por ciento aumentaría a 9 por ciento, mientras que el Centro de Política Tributaria, una entidad no partidista, indicó que para la familia promedio el fracaso de las negociaciones significaría el pago adicional de $3 mil 400 dólares en impuestos en 2013.
Ese es el “abismo” que a la Casa Blanca y al Congreso les toca evitar, y después de más de un año de desacuerdos y dilaciones apenas tendrán seis semanas para lograrlo.